lunes, 10 de mayo de 2010

Reportaje sobre alguien llamado Alex

Llegue a la vivienda de Alex a la hora acordada, presioné el timbre y espere nerviosamente a que me abrieran. La persona que me abrió tenía los iris negros y las pestañas largas y estilizadas, elegantes como la cola de un pavo real, evidentemente maquilladas; se había aplicado un sutil color rosado en los labios, que hacia juego con su color de piel; tenía el cabello recogido en la espalda, y estaba cubierta con una toalla, era un poco más alta de lo que la imaginaba, y la parte de sus piernas que podía ver carecía por completo de vellos, a diferencia de su rostro.

–Eres Raúl, ¿cierto?– me preguntó – Pasa, pasa, dame un minuto mientras termino de arreglarme–. Pasé, sintiendome como debió sentirse el primer hombre en la luna, iba a entrar al hogar de una persona queer. El termino "queer", raro o extraño en inglés, fue usado durante décadas para referirse de manera despectiva a los homosexuales, sin embargo estos se apropiaron del termino, y lo usan entre ellos de la misma manera en que los afrodescendientes usan "negro". En la actualidad "queer" no se refiere únicamente a los homosexuales, sino que se ha convertido en un termino general que puede hacer referencia indistintamente a homosexuales, lesbianas, transgenero, transexuales, bisexuales, o, a cualquier otra persona que no pueda ser descrita como parte de las comunidades anteriores. Alex hace parte de este ultimo grupo de personas. –No soy queer– me dice Alex cuando le pregunto por lo que ha significado ser queer para su vida – soy un huracán, una tormenta tropical, hay algo en mí de hombre y algo de mujer, un poco de homosexual, un poco de heterosexual, y mucho de originalidad – ríe y me mira esperando mi respuesta, sonrío – pero soy más que esas cosas que me componen.– Guarda un momento de silencio y dice : –un huracán es aire, tierra, fuerzas que lo hacen girar, troncos que vuelan, agua; pero es más que sólo eso, así soy yo, una fuerza de la naturaleza. Y eso nunca es fácil.–

El lugar no es como esperaba que fuera. No hay afiches de madona, grafitis en las paredes, ni trozos de un espejo roto, no hay rastros de polvo blanco en la mesita de la sala, no hay jeringas desechadas en la basura, tampoco hay fotos de su familia, pero hay varios dibujos hechos a lápiz pegados en una pared, en varios de ellos puedo reconocer a Alex. Y en una esquina, cerca de la ventana hay un escritorio sobre el cual está un computador, al lado de este hay una botella plástica de coca-cola ya vacía. En la nevera tiene varias bebidas, un par de cervezas, varias gaseosas y una caja de leche de soya; además de frutas y carnes frias. Alrededor de la mesita de la sala hay tres sillas, y varios cojines. Cuando Alex termina de arreglarse le pregunto si es su rostro el de los dibujos –Sí, son bonitos, ¿cierto? Los dibujó mi novia, mi ex novia– Qué pasó – nada, no sé, se cansó de mí y se fue, decía que vivir conmigo era como vivir con lo peor de un hombre y una mujer, le acababa las cremas y maquillajes y además mojaba el inodoro– Se rie –en realidad nada de esto es dramatico o sensacionalista, ¿seguro que te sirvo para el reportaje?– Sí, eres perfecto.

– Es más cómodo estar solo, y no es que no la extrañe. Pero cada mañana tengo que salir a trabajar, eso significa vestirme como hombre, actuar como hombre, pensar como hombre, hacer un papel. Y luego llegaba acá a fingir que podía ser lo que ella esperaba que fuera, alguna especie de mujer en un cuerpo de hombre, y no es sencillo pasar toda la vida actuando para otras personas.– No, no debe ser fácil afirmo. Y ¿sales? le pregunto ¿tienes amigos cercanos? ¿alguna relacion en perspectiva?, sonríe – Tengo amigos y amigas, gente cercana a mí, gente que quiero. Y ellos saben, soy como el amigo raro que puede salir con cualquier cosa y así me aprecian, si voy disfrazado me aceptan, si voy como soy me tratan como a uno más. Y a veces salimos, y me presentan como su amigo o su amiga Alex.– Y ¿cómo estás más cómodo, como hombre o como mujer? – Como me ves ahora–, responde, –como soy–.

Alex es el segundo hijo de Joaquín y Amparo, tiene un hermano mayor, quimico, que está haciendo una especialización en España, y dos hermanas menores con las que conversa a menudo. Cuando le pregunté por su padre me dijo: – Tengo la relación que se puede tener con un muerto, él no me habla, ni me escucha. Cuando decidí dejarme de pendejadas y ser yo, dejé de existir para él. Estaba emputado, pero no hablaba, no actuaba, nada. Eso lo enfermó, y yo me vine a vivir acá, para no molestar–.

– Es como otra vida– me contesta Alex cuando le pregunto de su adolescencia – fue normal, supongo, ¿qué se considera normal?, ¿haber tenido una novia en el colegio?, ¿haberse dado golpes con otro hombre?, ¿tomar, fumar, tener sexo? Sí, fue normal–. En varios casos, igual que en el de Alex, la toma de conciencia de ser diferente se produjo por casualidad, puede ser un comentario lo que de inicio al proceso, puede ser una crisis, incluso puede ser un juego. – Un día una amiga, en Bogotá me propuso que la acompañara a una fiesta. Entonces yo ya tenía el pelo largo. Un hombre paso toda la noche cayendome, y yo lo insultaba, pero él seguía. Resulta que un par de días después, mi amiga se acerca riendose y me dice que él hombre quería pedirle perdon a la mujer a la que había pasado toda la fiesta molestando porque se sentía culpable, quería pedirme perdón, a mí. Creía que yo era mujer. Otro es el caso de una amiga de Alex, a la que jamás le pasó por la cabeza vestirse como mujer hasta los 18 o 19, cuando su madre le dijo que de niño siempre lo confundían con una niña, por sus rizos y rasgos delicados; poco tiempo después probó salir a la calle vestida de mujer y le gustó que todos pensaran que lo era, quedo enganchada.

–Fue un juego, ver si podía hacerme pasar por una mujer en una situación distinta, mi amiga me consiguió ropa, y para sentirme más a gusto con mi personaje, decidí darle un nombre.– En eso primeros momentos la separación entre Alex y su personaje era clara –De un lado estaba un hombre heterosexual y del otro un personaje de un juego, es como si una mujer jugara Mario Bros. eso no la hace lesbiana o transgenero– Pero el personaje tomo fuerza, e importancia – me liberaba ser mujer, pensar distinto, mirar distinto, actuar distinto. Hasta que me aburrió–

Para muchos trangenero la honestidad es fundamental, así que no dicen ser mujeres biológicas u hombres biológicos, sino que se declaran transexuales y esperan que el otro no huya asustado. El caso de Alex es parecido, no quiere ser mujer, no le llama la atención el hacerse operaciones o implantes, y en eso es sincero. Pero Alex tampoco quiere ser hombre. –Hay cosas muy pequeñas que a veces hago, como ponerme medias veladas para el trabajo, que me hacen un poco más fácil la vida diaria en Cartagena. En cambio en otros lugares, en eventos particulares, puedo ser yo en publico, así como me ves ahora, vestido como mujer, con mi voz natural y barba, con gestos de ambos géneros, sin tener miedo de que puedan decir o pensar-. Entonces, en general ¿sólo eres tú cuando estas sólo? pregunto, y el asiente, piensa su respuesta y responde: – sí, pero esas pocas veces que puedo ser yo en publico me hacen sentir parte de una familia, y todos queremos pertenecer de alguna manera-.

La unica relación sentimental que ha tenido Alex en los últimos años ha sido con una mujer. Sexualmente podría pensarse que es sólo un hombre heterosexual al que le gusta trasvestirse, así que le pregunté si había algo que le disgustaba de ser hombre. –No... sí, me molesta mi pene, no me gusta la idea de penetrar. En ese sentido, me gustaría ser mujer–. El disgusto de Alex podría no ser tan raro como suena, aparentemente la mayor parte de los hombres que se realizan reasignación de sexo no lo hacen para establecer relaciones sentimentales con hombres, sino con mujeres. Le digo a Alex eso, y se rie – eso no importa, cuando uno ha vivido de este lado uno sabe que lo importante no son los genitales ni su tamaño sino la persona, si mañana conociera a alguien como yo, saldría con esa persona, sin importar que tiene entre las piernas–.

Me despedí de Alex un par de horas después de haber llegado. – Qué pena no haberte brindado comida, pero soy terrible en la cocina– me dijo al despedirse. Nada en las calles, en los sonidos de la ciudad se parecia a la persona de la que acababa de despedirme; nada me hubiera hecho sospechar que Alex vivia cerca, y me pregunté cuantos más vivirian en Cartagena, cuantas más personas escondidas por miedo a ser agredidas, cuantas más personas victimas de un estereotipo negativo, y si hay diferencias entre la violencia contra la mujer, y la violencia contra estas personas. ¿Podría yo vivir así? Lo dudo.

1 comentario:

Kika dijo...

Me gustó. Te voy a seguir :)