lunes, 7 de octubre de 2013

Ojala

Ojala fueras un trozo de madera o de cartón
para meterte en mi bolsillo y acariciarte en el bus
para no tener que compartirte con nadie
para encenderte en llamas y ser, también, el único propietario de tus cenizas.
Para guardarte en una caja fuerte
para heredarte a mis hijos,
para meterte en mi boca y aprender de memoria tu sabor y textura.
Para disecarte y desarmarte
para saber como funcionas y qué te compone,
para hacer otras como tú.

Ojala fueras un trozo de papel o de tela
para escribir todas las palabras en tu piel con tinta indeleble.

Ojala yo fuera una carta
para que me entregaran a ti
e hicieras conmigo lo que te venga en gana.


 

Cada noche

A las diez
como una penélope cualquiera
deshago una a una mis razones
para no llamarte.

A las once me ducho con rabia
por haber permitido otra vez
que tu recuerdo
te reemplazara sobre mi cama.

A las doce te anhelo
sudorosa y desnuda a mi lado.
Pongo mi dedo sobre tu retrato
y me imagino que es tu espalda lo que toco
me detengo en cada pequeño montículo de tus vertebras.

A la una me duele tu ausencia
exploto, prendo las velas y me acuesto en el piso.
Te escribo, sin maquina ni lapiz
te escribo a viva voz, dictandole al viento
cada sílaba que quiero llegue a tu oido
aprendo y repito
la oración para tenerte que me es revelada.

A las dos quizás duermo
pero a las tres me desvelo.
A las cuatro te leo en las estrellas
y a las cinco olvido mi oración.

A las seis amanece
pienso en tus senos, en sus círculos oscuros.
A las siete remiendo mis razones para no atreverme a sacarte del olvido.