Hoy a las 6:00 cerré la puerta, la busqué con la mirada y le dije: retrocedemos, corazón, nos queríamos mejor antes de conocernos.
Hoy a las 5:59 ya era demasiado tarde para que me oyera. Había salido del apartamento dejando todo incompleto. La puerta abierta, el fogón prendido, el lavaplatos corriendo, una copa de vino medio vacía sobre la mesa, un juego de cartas sin ganador y a mí con una frase en la boca.
Hoy a las 5:58 estaba casi seguro de que iba a ganar. Había atravesado el pasillo a la cocina para poner agua a hervir y pensar en su siguiente movimiento. Siempre me he preguntado -le empecé a decir- qué habría pasado si ese martes...
Hoy a las 5:00 me propuso jugar algo nuevo. -Sólo se necesita una baraja- me dijo - y podríamos apostar- añadió para convencerme. Dejé el computador abierto - bueno, pero sólo un rato- contesté -necesito terminar de escribir esto.
Hoy a las 4:30 empecé a escribir la carta con una frase que llevaba todo el día pensando: El primer día que te vi fue un martes lluvioso, te recuerdo completamente empapada y chorreante, como un espanto de rio, sentada en las escaleras del edificio equivocado. Ese día aprendí dos cosas, que cantas cuando llueve y que tu sonrisa, de dientes redondos y grandes, era tu boleto vitalicio para entrar y salir de mi vida cuando quisieras." Me gustaba la idea de comenzar así, pero finalmente terminé escribiendo: "Soy un cangrejo patas arriba, mi amor, ya no tengo a donde ir."
Hoy a las 2:39 desperté de mi siesta. La busqué con el pensamiento, había salido. Miré el televisor y busqué un programa que se dejara ver. Tenía que escribirle una carta, siempre nos ha sido más sencillo relacionarnos por escrito, pero no quiero hacerlo, le he dado largas toda la semana.
Hoy a la 1:15 estabamos almorzando. -La sopa no está mal, podría haber quedado mejor si hubiera usado la pimienta del otro día, sabes cuál es- dijo mirando el agua amarillenta que tomabamos. - Me ha gustado mucho tu regalo de cumpleaños- le dije -es una linda enciclopedia, la miro a menudo para resolver dudas y esas cosas-. Sonreimos por compromiso. -Almorzar con sopa siempre me da sueño- dije por millonesimoquincuagesimaoctava vez desde que la conocí. Llevé los platos a la cocina. -Dejalos allí, yo los lavo- la escuché decir. Me dirigí al cuarto, prendí la tele y me quedé dormido arrullado por palabras en idiomas extranjeros.
Hoy a las 8 ella estaba saliendo del baño y yo esperaba mi turno. Intercambiamos una mirada al cruzarnos en la puerta. Al encontrarme con el espejo, empañado como siempre, limpié un circulo en el medio y me dije en voz muy baja: -mañana sí vas a decirle buenos días-.
El 14 de octubre fue nuestro primer aniversario. Desde hacia un año eramos pareja, teníamos permiso para caminar tomados de la mano, para hablarnos como niños pequeños, para exigir que nuestros amigos invitaran a ambos o a ninguno, para tener chistes privados, para amanecer en la casa del otro sin tener que explicar nada. Nos arreglamos, -Qué bien nos vemos juntos- me dijo al salir de su apartamento. Cenamos en el mismo restaurante de marzo. -Me alegra haberte conocido- dije-no sé qué sería de mi vida si tú no...-. Ella sonrió a medias y respondió antes de que yo terminara: -Eres un lindo, mi amor-. Brindamos con champán, por muchos años más juntos, sin mirarnos a los ojos.
El 18 de marzo, en la madrugada, regresamos de nuestra cita embriagados de alcohol. -Pensé que te gustaban mis dientes- gritaba- dejame morderte-. Reíamos. En la sala nos tiramos al piso. Agarré su mano. -No podemos quedarnos aquí- me dijo - podrían vernos- se levantó. Me senté, ella llevó mi manos a su boca y la mordió con furia. -Quiero morderte- gritó antes de lanzarse encima mio. Reímos.
El 17 de marzo, en la mañana, la invité a una cena especial.
- Tú no lo recuerdas, le dije, pero hace un año exacto fue la primera vez que te vi, era de noche, tipo ocho o nueve, estaba lloviendo mucho, tú tenias tu chaqueta amarilla y te habías quitado los zapatos. Estabas sentada en las escaleras de un edificio cerca de tu casa, en esa época tenías el pelo más largo, y te caia sobre la cara, me daba la impresion de que estabas llorando.-
Ella no recordaba nada de eso, pero me dio un beso y me hizo prometerle que en la noche, en la cena le contaría más.
El 22 de agosto fue la primera vez que salimos juntos. Habiamos compartido miradas, gestos coquetos, roces que prometian más, pero hasta ese día no nos habíamos atrevidos a poner en palabras lo que sentíamos. -Me tienes loco- le dije esa noche, - Eres la única persona que conozco que sabe llevarme el ritmo- dijo ella- sabes jugar cuando quiero jugar y mantenerte serio cuando yo lo estoy-. La tomé de la mano sobre la mesa, y miré a mi alrededor sospechoso. Ella se rió. - Tu me gustas, nene, pero ahora no puedo tener una relación, no me siento lista- Solté su mano y ella tomó la mia. -Pero dame tiempo- concluyó. Esa noche, me senté al lado de su cama, sosteniendo su mano hasta que se quedó dormida, y luego salí como un fantasma.
El 8 de mayo me atreví a hablarle. En los últimos dos meses la he visto en todas partes, en el carulla, en el gimnasio, en la tienda, en la estación de buses. En cierta forma sabía que me reconocía pero esa tarde subí al bus y reconocí su cabello, ahora corto, entre las personas sentadas; ella me vió y sonrió. Cuando la persona a su lado se levantó, ella me hizo señas de que me sentara a su lado. Nunca pensé que los trancones me harían ser un hombre tan feliz. Estuve considerando agregarla a mis amigos de Facebook pero ella me invitó antes de que yo lo hiciera.
El 17 de marzo fue un día extraño. Llegué a mi casa a eso de las ocho, y no había parado de llover desde el mediodía. Vi a una mujer sentada frente al edificio, parecía la llorona o una madremonte perdida, tenía el pelo larguisimo y chorreaba agua por todos lados. Lo primero que pensé era que estaba llorando, se movia hacia delante y hacia atras, pero cuando pasé por el lado de ella me di cuenta de que estaba cantando una y otra vez una especie de estribillo, no reconocí la canción. Entré al edificio y se la señale al portero -lleva aquí ya un rato- fue su respuesta. Quise irme a acostar y olvidarme de ella pero salí y me senté a su lado.-Hola- la saludé. Me dió su mano, estaba fria, humeda y pálida,-te estaba esperando, Francisco- me dijo. Olia a alcohol, así que le seguí el juego.- Bueno, ya llegué, ven, no puedes quedarte aca afuera, te puedes enfermar-.Se levantó. - Sí, sí- me dijo -No me puedo enfermar porque mañana tengo trabajo, y... tú eres mi amigo, ¿cierto, Francisco? Te quiero, eres el mejor, siempre pensando en mi bienestar.- Me abrazó, dejando toda mi ropa mojada. Ella estaba sonriendo. - ¿Quieres entrar?- le dije. - No puedo- dijo ella poniendo cara triste- debo llegar temprano a mi casa, sólo quería verte y decirte que te quiero mucho- me abrazó de nuevo. - Pero no puedes irte sola, dónde vives, yo te acompaño- intenté. Ella me tomó de la mano, se pegó a mi cuerpo y me dijo: -vamos-. La acompañé hasta el edificio en que vive, hasta el pequeño apartamento que habita. - Tengo que irme, nos vemos mañana, y recuerda cambiarte, sino te cambias te vas a enfermar, muñeca- Se quitó la chaqueta amarilla que estaba usando, me abrazó y me dijo: -Francisco, gracias por cuidar de mí, eres el mejor-. Sólo cuando regresé a mi casa se me ocurrió que no sé como se llama.
Eligiendo a cual puerto enfilaré mi navio, consciente de que el mar es una amante caprichosa, eligiendo a mis compañeros de viaje, guardando mis tesoros en mi equipaje, sin prisa pero sin tardanza. Mi brujula y mis armas estan listas, que vengan los ciclopes y los ciclones, el viaje empieza ahora, y terminará cuando lo haga el camino.
jueves, 26 de diciembre de 2013
lunes, 7 de octubre de 2013
Ojala
Ojala fueras un trozo de madera o de cartón
para meterte en mi bolsillo y acariciarte en el bus
para no tener que compartirte con nadie
para encenderte en llamas y ser, también, el único propietario de tus cenizas.
Para guardarte en una caja fuerte
para heredarte a mis hijos,
para meterte en mi boca y aprender de memoria tu sabor y textura.
Para disecarte y desarmarte
para saber como funcionas y qué te compone,
para hacer otras como tú.
Ojala fueras un trozo de papel o de tela
para escribir todas las palabras en tu piel con tinta indeleble.
Ojala yo fuera una carta
para que me entregaran a ti
e hicieras conmigo lo que te venga en gana.
para meterte en mi bolsillo y acariciarte en el bus
para no tener que compartirte con nadie
para encenderte en llamas y ser, también, el único propietario de tus cenizas.
Para guardarte en una caja fuerte
para heredarte a mis hijos,
para meterte en mi boca y aprender de memoria tu sabor y textura.
Para disecarte y desarmarte
para saber como funcionas y qué te compone,
para hacer otras como tú.
Ojala fueras un trozo de papel o de tela
para escribir todas las palabras en tu piel con tinta indeleble.
Ojala yo fuera una carta
para que me entregaran a ti
e hicieras conmigo lo que te venga en gana.
Cada noche
A las diez
como una penélope cualquiera
deshago una a una mis razones
para no llamarte.
A las once me ducho con rabia
por haber permitido otra vez
que tu recuerdo
te reemplazara sobre mi cama.
A las doce te anhelo
sudorosa y desnuda a mi lado.
Pongo mi dedo sobre tu retrato
y me imagino que es tu espalda lo que toco
me detengo en cada pequeño montículo de tus vertebras.
A la una me duele tu ausencia
exploto, prendo las velas y me acuesto en el piso.
Te escribo, sin maquina ni lapiz
te escribo a viva voz, dictandole al viento
cada sílaba que quiero llegue a tu oido
aprendo y repito
la oración para tenerte que me es revelada.
A las dos quizás duermo
pero a las tres me desvelo.
A las cuatro te leo en las estrellas
y a las cinco olvido mi oración.
A las seis amanece
pienso en tus senos, en sus círculos oscuros.
A las siete remiendo mis razones para no atreverme a sacarte del olvido.
como una penélope cualquiera
deshago una a una mis razones
para no llamarte.
A las once me ducho con rabia
por haber permitido otra vez
que tu recuerdo
te reemplazara sobre mi cama.
A las doce te anhelo
sudorosa y desnuda a mi lado.
Pongo mi dedo sobre tu retrato
y me imagino que es tu espalda lo que toco
me detengo en cada pequeño montículo de tus vertebras.
A la una me duele tu ausencia
exploto, prendo las velas y me acuesto en el piso.
Te escribo, sin maquina ni lapiz
te escribo a viva voz, dictandole al viento
cada sílaba que quiero llegue a tu oido
aprendo y repito
la oración para tenerte que me es revelada.
A las dos quizás duermo
pero a las tres me desvelo.
A las cuatro te leo en las estrellas
y a las cinco olvido mi oración.
A las seis amanece
pienso en tus senos, en sus círculos oscuros.
A las siete remiendo mis razones para no atreverme a sacarte del olvido.
lunes, 23 de septiembre de 2013
Regreso a casa I
Él era un desastre. Conoces el tipo, un poco alto, con muchas canas en la sien y de apariencia fuerte. Son como mulas, parece encantarles obedecer ordenes, cargar sobre su hombro cualquier cosa que les pidan y se sienten felices de ser útiles. Caminaba encorvado y lento. Frente a la puerta se quedó inquieto, soltó su cinturón, abrió el botón de su pantalón y se bajó la corredera, el pantalón le cayó hasta los tobillos. Se agachó, tras pensar la mejor manera de hacerlo un par de segundos,pero antes planchó con la mano su camisa azul a rayas. Nadie vió al hombre, de piernas esmirriadas y peludas que parecian brotar de un calzoncillo blanco y abombado, frente a la casa. O nadie dijo nada por verle semidesnudo e indefenso como un pollito. Recogió su pantalón. Se aseguró de que su camisa quedara perfectamente atrapada por él. Cerró su cinturón. Revisó su bolsillo y sacó una llave.
-- Podría entrar-- se dijo --Las luces están apagadas, seguramente están durmiendo, ella debe estar rodeada por las veinte almohadas que poseíamos, atravesada en la cama que ya no comparte con nadie y abrazada a su manta como antes me abrazaba a mí. De todas formas, no me atrevería a subir. La sala, por otro lado, debe estar desocupada y el sillón es bastante cómodo, podría dormir en él y salir antes de que despierten. Les podría dejar una carta, una nota que dijera cuanto siento no haberles visto esta vez tampoco.
Abrió la puerta con cuidado, miró adentro y se quitó los zapatos.
Susurraba para sí mismo. Ella tenía el sueño profundo, seguramente no se despertaría aunque él hablara con su tono normal, pero no se atrevía a hacer mucho ruido.No necesitaba luz para navegar la casa, la conocía de memoria. En la puerta nacía un pasillo que desembocaba en una salita que nunca era usada y el comedor. Atravesando el comedor estaba la sala principal, en una esquina estaba el equipo de sonido, y al frente, en el otro extremo, un sillón reclinable en el que ella dormía.Cuando vió su cuerpo se detuvo en seco, no la reconoció enseguida. La observó con la sensación inequívoca de que no volvería a verla. Quiso acariciar su rostro, besarla en la frente o peinar su cabellos una última vez. Dio la vuelta y silencioso como había llegado quiso partir.
No te vayas-- escuchó en la profunda oscuridad del comedor --No te vayas, has hecho falta, quédate y cuentame cosas.
-- Podría entrar-- se dijo --Las luces están apagadas, seguramente están durmiendo, ella debe estar rodeada por las veinte almohadas que poseíamos, atravesada en la cama que ya no comparte con nadie y abrazada a su manta como antes me abrazaba a mí. De todas formas, no me atrevería a subir. La sala, por otro lado, debe estar desocupada y el sillón es bastante cómodo, podría dormir en él y salir antes de que despierten. Les podría dejar una carta, una nota que dijera cuanto siento no haberles visto esta vez tampoco.
Abrió la puerta con cuidado, miró adentro y se quitó los zapatos.
Susurraba para sí mismo. Ella tenía el sueño profundo, seguramente no se despertaría aunque él hablara con su tono normal, pero no se atrevía a hacer mucho ruido.No necesitaba luz para navegar la casa, la conocía de memoria. En la puerta nacía un pasillo que desembocaba en una salita que nunca era usada y el comedor. Atravesando el comedor estaba la sala principal, en una esquina estaba el equipo de sonido, y al frente, en el otro extremo, un sillón reclinable en el que ella dormía.Cuando vió su cuerpo se detuvo en seco, no la reconoció enseguida. La observó con la sensación inequívoca de que no volvería a verla. Quiso acariciar su rostro, besarla en la frente o peinar su cabellos una última vez. Dio la vuelta y silencioso como había llegado quiso partir.
No te vayas-- escuchó en la profunda oscuridad del comedor --No te vayas, has hecho falta, quédate y cuentame cosas.
lunes, 16 de septiembre de 2013
Ojos
Como
un juguete sin baterias yace la mole que fui
Quiero
recordar mi nombre y escucho alas batirse
El
tiempo, cangrejo magenta, avanza insidiosamente
Es
imposible cualquier movimiento distinto al olvido.
Ser
devorado se siente como un masaje,
El
sol cenital me hace anhelar la ceguera
Pero
ninguno reclama los dos globulos blancos
Que supuse eran un premio por duplicado para los carroñeros.
Espero.
sábado, 24 de agosto de 2013
Dos poemas malos.
Tres meses
Para ser un nosotros,
Para soñar futuros,
Para nombrar lo que aún no existe,
Tres meses son poco;
Para reinventarme,
Para desarmarme y amarte,
Para armarme y desamarte...
Ocurre en un solo movimiento
darte la bienvenida con un abrazo
y decirte adiós.
Pero noventa noches son demasiadas,
eso se me ocurre,
para construir algo
que arrojaremos al fuego.
Para alguien que sueño conocer.
Cuando existas,
si un día existes
deseo que tengas girasoles por ojos
que miren al mundo con sorpresa
y que reconozcas la miriada de colores
del verdiazul mar.
Deseo que tus manos
sean como arañas
firmes a la hora de sostener
y rápidas a la hora de soltar
que posean la delicadeza de las tejedoras
y sepan inyectar veneno.
Deseo que tus pies no se cansen,
que recorras cuanto del mundo sueñes
y en cada partida dejes algo atras
y lleves contigo algo nuevo.
Si un dia existes,
cuando lo hagas,
deseo que tengas un corazon grande y valiente
que ames sin memoria ni expectativas
pero nunca aceptes recibir lo que no mereces.
Deseo, para ti, que te disfrutes
que goces del milagro de no ser otra persona.
Que conozcas los mapas
pero hagas tu propio camino
que no te sientas orgullosa de lo que sabes
sino de todo lo que has aprendido.
Te deseo que madures y envejezcas con gracia
y principalmente, antes que todo lo demás,
que te sientas forzada a cumplir con mis deseos
sólo si coinciden con los tuyos.
miércoles, 14 de agosto de 2013
Atardecer
‒Esto es lo que sucede‒ le dijo mientras sacaba su cabeza de entre las piernas de ella ‒quiero aprenderte. No
me interesa escriturarte ante un juzgado para que el mundo sepa que
me perteneces, no busco introducirme en tus selvas, ni la metaforica,
ni la real.
‒No
me verás aferrado a tu cuerpo para evitar que te levantes en las
mañanas. Yo no espero convertirme en una parte de tu cuerpo, un
apendice del que puedas y debas desprenderte para vivir en paz. Lo
que quiero es aprenderte, quiero ser capaz de invocar tus rodillas a
mi memoria con la misma facilidad con que puedo recordar las mias,
quiero que mis manos sigan sintiendo el eco de la forma en que tus
senos se acomodan en ellos por el resto de mi vida. Quiero ser
incapaz de saber si cuando soy yo, soy yo siendo yo o si soy el
yo que tú serías si jugaras a ser yo. No deseo poseerte de ninguna
manera, al contrario, quiero que me poseas, me fagocites, que me
trague tu marisma, quiero ser el abono de la mujer que serás mañana.
Quiero que me comas y que, cuando ya no me necesites más, me
excretes.
Ella no pudo contener una
sonrisa, se sonrojó además, pero no cruzó las piernas.
Ella se rió y él entró al
pequeño baño. Dejó la puerta abierta, presuntamente a ella le
gustaba mirarlo mientras se vestía. En la cama, ella jugaba
con un mechon de su cabello rizado y sonreía.
‒Todas las semanas haces
lo mismo‒ dijo
sentandose ‒te juro que
a veces pienso que me pagas sólo para decirme todas las cosas cursis
que se te ocurren durante la semana.
Escupió el agua en el
lavamanos y la miró.
‒Sabes que las digo en
serio.
‒A veces te creo‒
dijo ella ‒pero luego
pienso que las mismas cosas se las debes decir a todas.
Él salió del baño y
delicadamente se dirigió a la silla sobre la que había dejado su
camisa.
‒No, a todas no. Sabes que
sólo digo ese tipo de cosas cuando las siento de verdad.
Hizo silencio y la
miró.
‒Lo que debe ocurrir
entonces es que las sientes a menudo‒
respondió ella sonriente ‒he
escuchado historias sobre ti.
Mientras pensaba en una
respuesta, Camilo notó que los rayos dorados del sol, provenientes
de la ventana, inundaban la habitación y se arrepintió de no haber
llevado su cámara. El atardecer resaltaba el color de la mujer (que
permanecía desnuda, sentada y descubierta) y de sus ojos almedrados.
‒Helena‒
le dijo arrebatado por la inspiración ‒por
ti, esta tarde, arrojaré mil navios hacia la guerra, es decir hacia
el naufragio y la muerte; ven y asomate a la ventana para que los
veas conmigo.
Ella estiró perezosamente
una pierna y luego la otra, continuó con cada dedo de sus pies, uno
a uno. Los miró detalladamente.
‒¿Te gusta el color de
mis uñas?‒ preguntó
coqueta.
Giró sobre sus nalgas. Puso
los pies en el piso, primero el izquierdo y luego el derecho. Se
levantó en toda su dorada desnudez. En la ventana, asomó la mitad
de su cuerpo y apoyó los codos en el marco.
‒¿Donde están los barcos
que por mí lanzas hoy a la guerra, Ulises? ¿Dónde está el tributo
para tu diosa?
Camilo sonrió y
consideró corregirla, pero se contentó con pellizcarla en el
vientre.
‒Has tardado mucho en
venir, ya no los verás, mis hombres morirán sin haber atestiguado
la gloria de tus senos atardecidos.
‒Me gusta verte desnuda.
‒A mí me gusta estar
desnuda contigo, me haces sentir bienvenida.
‒¿Tenemos tiempo?
‒Más que suficiente.
Ella volvió a la cama y se
acostó con los brazos y las piernas abiertas. Él se acercó a ella,
se inclinó a su lado y acercó los labios a su ombligo, por un
momento consideró besarlo pero cambió de idea y, con sus labios
presionados contra la copa del ombligo, sopló con fuerza.
Ella rió ‒Eres
un niño.
Puso su oido en el seno
izquierdo de ella y contó 79 palpitaciones de su corazón. Entonces
bajó al estómago, cerró los ojos y escuchó la maquinaria interna.
Registró e imaginó cada pequeño rugido, goteo, frote, giro y
estiramiento de los organos del vientre. Abrió los ojos, que
apuntaban hacia el pubis, y con delicadeza enredó y desenredó un
dedo en los vellos que lo cubrían. Ella le acariciaba la cabeza con
ternura, como una madre, y su vientre sonaba feliz. Se quedó
suspendido entre un sueño y el estómago de ella hasta que sonó la
alarma.
‒Tengo que irme‒
dijo ella suspendiendo las caricias.
Se levantó y fue a vestirse
en el baño, llevó una sábana para cubrirse. Una vez que se acababa
el tiempo regresaba el pudor. Él yació con una beatífica sonrisa
en la cara hasta que la escuchó abrir la puerta.
‒Espera.‒
y luego ‒¿Nos vemos de nuevo la proxima semana?.
‒Depende de ti, bebé.
Salió y cerró la puerta
tras ella.
Mientras bajaba las
escaleras oyó que la puerta se abría, y a continuación escuchó
los pasos apresurados de él, quien saltaba los escalones para
alcanzarla. Lo esperó en el descansillo.
‒Quería decirte algo, y
no podía esperar a la proxima semana.
‒¿Qué sería?.
‒ Que tienes razón, a
todas les digo lo mismo y a todas se lo digo en serio.
‒ Pero eso ya lo hablamos,
nene, y me da igual.
‒ Sí, pero quiero que
sepas que a ti te lo digo más en serio que a ninguna, tú me
despiertas ternura.
Ella lo miró, el pelo
desordenado, los pies descalzos, las uñas largas, la camisa mal
abotonada y la cremallera abierta.
‒Yo también quería
decirte algo que no podía esperar.
‒¿Qué sería?‒
preguntó pariendo un silencio tenso que ella no rompió por al menos
un minuto.
‒Algo, pero no recuerdo
qué sería.
‒Da igual, siempre nos
veremos la otra semana.
‒Sí... nos veremos
-contestó ella bajando la mirada.
Él se quedó de pie en el
descansillo viendola bajar las escaleras. Cuando la perdió de vista,
como si despertara de un sueño, con gestos aletargados se subió la
cremallera e inició su ascenso.
martes, 23 de julio de 2013
Requiem
Me pregunto si estarás allí
cuando muera. Tú sabes, en esa rapida sucesion de imagenes que será mi
vida al pasar frente a mis ojos. Me pregunto si sería el mismo de no
haberte conocido; si tendría ahora un trabajo, una novia, y un pedazo de
algo en el lugar de mí donde guardo tu ausencia.Si estuvieras ahora
disponible para charlar ¿querriamos hacerlo? o ¿nos haríamos preguntas
sin esperar no dar respuestas?.Quizás me preguntarías ¿ por qué me
olvidaste?Yo querrìa saber ¿por qué te fuiste?¿Por qué nunca me
buscaste? dirias bajando la mirada.¿Por qué no dejaste uno de tus lentes
bajo mi puerta? Diría con los ojos aguados.¿Acaso llené con mas muertes
y fantasmas la ciudad en que soñaste ser feliz? podrías continuar.¿No
podías esperarme un tiempo para ser dos en la ciudad inmovil?
Respondería, claramente a punto de llorar.¿Ser dos para siempre o sólo
por un rato?
Ser dos para siempre, por un rato, mientras dure la vida, mientras aceche la muerte, mientras siga disgustandote tu cuello, mientras siga molestandome el perfume y mis piernas, mientras siga disfrutando de peliculas absurdas que solo veía para estar a tu lado, para oler tu olor de mujer, para sentirme rey de un mundo imaginario que creé solo para regalartelo. Es duro aceptar que decir adios es parte de la vida, nunca me ha gustado decir adios, solo hola, y no quería decirte adios entonces, no quiero decirte adios ahora, a pesar de los años, a pesar de los nuevos rostros, de los nuevos horizontes posibles. Pero hoy te despido, estuve pensando y sé que la mujer que conocí murió hace tiempo, y que la mujer que eres ahora es feliz, mucho más feliz de lo que jamás hubiera sido de haberse quedado jugando conmigo. Y eso es todo. Adiós y hasta siempre mi querida Katy.
Ser dos para siempre, por un rato, mientras dure la vida, mientras aceche la muerte, mientras siga disgustandote tu cuello, mientras siga molestandome el perfume y mis piernas, mientras siga disfrutando de peliculas absurdas que solo veía para estar a tu lado, para oler tu olor de mujer, para sentirme rey de un mundo imaginario que creé solo para regalartelo. Es duro aceptar que decir adios es parte de la vida, nunca me ha gustado decir adios, solo hola, y no quería decirte adios entonces, no quiero decirte adios ahora, a pesar de los años, a pesar de los nuevos rostros, de los nuevos horizontes posibles. Pero hoy te despido, estuve pensando y sé que la mujer que conocí murió hace tiempo, y que la mujer que eres ahora es feliz, mucho más feliz de lo que jamás hubiera sido de haberse quedado jugando conmigo. Y eso es todo. Adiós y hasta siempre mi querida Katy.
sábado, 13 de julio de 2013
Ejercicios de Escritura
Una lista.
12 Razones para no escribir una lista.
1. Porque la descripcion a través de listas es, historicamente, un ejercicio de tradicion anglosajona, mientras que los hispanos solemos preferir las historias.
2. Porque en ocasiones, el primer item en la lista parece englobar todos los posibles items posteriores y por tanto hace innecesario un segundo item.
3. Porque la jerarquizacion en las listas suele parecer arbitraria y, a menudo, de hecho lo es.
4. Porque las listas deben contar un numero de items redondo ( 5 o 10), y uno prefiere numeros arbitrarios ( 17 o 3 y medio)
5. Porque las listas representan una organización vertical, propia de la lógica aristotelica, cartesiana y burguesa, y uno por otro lado se inclina más hacia la anarquia.
7. Porque si no se tiene cuidado uno puede saltarse items en la lista como el 6.
6.Porque si uno no tiene ganas de hacer una lista, es posible que abandone su escritura justo en la mitad.
Un texto
Un texto con solo un adjetivo.
Su cuerpo calzaba un vestido que ondeaba con el viento cada vez que, al dar un paso, una de sus piernas avanzaba. Izquierda, y una onda recorria su traje desde su rodilla hasta su mano . Derecha, y una onda similar se estrellaba en su antebrazo. Tenia zapatos de tacon que percurtían las tablas del piso. Toc sonaba cada paso. Toc toc, como martillazos o aldabas. Sonreia, enseñando los dientes pero no las encias. Su cabello ondeaba como bandera. Sus ojos, abrazadores a causa de la miopia, custodiaban la punta de su nariz e ignoraban el desnivel al que se acercaba con cada paso.
12 Razones para no escribir una lista.
1. Porque la descripcion a través de listas es, historicamente, un ejercicio de tradicion anglosajona, mientras que los hispanos solemos preferir las historias.
2. Porque en ocasiones, el primer item en la lista parece englobar todos los posibles items posteriores y por tanto hace innecesario un segundo item.
3. Porque la jerarquizacion en las listas suele parecer arbitraria y, a menudo, de hecho lo es.
4. Porque las listas deben contar un numero de items redondo ( 5 o 10), y uno prefiere numeros arbitrarios ( 17 o 3 y medio)
5. Porque las listas representan una organización vertical, propia de la lógica aristotelica, cartesiana y burguesa, y uno por otro lado se inclina más hacia la anarquia.
7. Porque si no se tiene cuidado uno puede saltarse items en la lista como el 6.
6.Porque si uno no tiene ganas de hacer una lista, es posible que abandone su escritura justo en la mitad.
Un texto
Entre marzo y junio del 2005, nuestro
personaje utilizó un rubí firmemente engarzado en un aro de metal
como llavero. El rubí era del tamaño de la mano de un bebé, y de
un escarlata intenso y brillante. El precio de un rubí de ese
tamaño y calidad es astronómico, y a él le gustaba enseñarselo a
sus visitas de confianza, para luego, mientras ellos admiraban su
preciosa posesión, contarles que le había salido baratisimo porque
su anterior propietario, contaba, -Tenía que salir rapidamente del
país, y necesitaba el dinero con urgencia-, y en consecuencia había
aceptado venderselo por una pequeña fracción de su precio.
A mediados de junio. un viejo amigo, un
joyero de la ciudad, lo visitó en la oficina. Nuestro personaje
sabía que poseía una piedra extremadamente preciosa, pero quiso
aprovechar la visita para averiguar cuantos digitos tenía su valor.
Al presentarle el rubí, el joyero se quedó en silencio, lo tomó en
sus manos, le dio vueltas, lo examinó con cuidado y dijo -muy
bonito- Nuestro personaje se sonrió satisfecho, ¿Cuanto podrían
darme por él?. Veinte o treinta. ¿Millones?. Mil, veinte o treinta
mil pesos, es un trozo de cristal muy bonito, pero nada más.
Desde ese mismo día, su llavero con
rubí quedó relegado a una pequeña caja de madera en su armario. Y
de allí no ha vuelto a salir.
Un texto con solo un adjetivo.
Su cuerpo calzaba un vestido que ondeaba con el viento cada vez que, al dar un paso, una de sus piernas avanzaba. Izquierda, y una onda recorria su traje desde su rodilla hasta su mano . Derecha, y una onda similar se estrellaba en su antebrazo. Tenia zapatos de tacon que percurtían las tablas del piso. Toc sonaba cada paso. Toc toc, como martillazos o aldabas. Sonreia, enseñando los dientes pero no las encias. Su cabello ondeaba como bandera. Sus ojos, abrazadores a causa de la miopia, custodiaban la punta de su nariz e ignoraban el desnivel al que se acercaba con cada paso.
martes, 4 de junio de 2013
Qué dramatico soy
Hoy planeaba publicar una historia sobre unas ratas que hicieron un laberinto para dejar de temerle a un gato, sobre una rata ciega que vió más lejos (como todos los ciegos legendarios), sobre un gato epicureo, una mujer que contaba, una traición oscura, dos ratones grises que fueron más lejos que cualquier otro animal y una sabana rosada de patitos amarillos. Pero ahorita estaba revisando los borradores de mi blog y encontré algo que escribí el día en que tomé la decisión de irme para bogotá el año pasado a hacer unas entrevistas y buscar(me) a Raúl(yo) para que escribiera la tesis. Fue un 19 de Agosto cuando escribí:
Fue un sabado tenso, no recuerdo exactamente que cosas habían pasado pero estaba de mal humor y ansioso, por lo que salí a caminar a eso de las 8:30 pm. Caminé hasta el centro, y rodeé el centro por la parte de afuera de las murallas desde el reloj público hasta el boquetillo que queda cerca de la casa del nobel. Caminé hasta el parque Simón Bolivar y me senté a mirar y pensar. Como siempre que estoy ansioso, sentí muchas ganas de fumar, y como estaba amargado acepté hacerlo. Me fume quizás dos o tres cigarrillos sentado en el parque y pensé en que sería bueno huir. Tenía algo de dinero en el banco, algo más en la tarjeta de credito y no se necesita mucho para ir a cualquier lado para fingir ser otra persona, hasta quizás podría irme para Chocó y hacerme util o algo, pero en ese momento pasó un profesor de la Javeriana, y quise saludarlo, iba con una mujer que tenía pinta de ser su esposa, y supuse que estaban de luna de miel. Siempre pensé en él como uno de mis profesores amigos, de esos que lo tienen a uno en alta estima y que creen en uno.
Ellos pasaron y yo me levanté para seguirlos, iba sin prisa, seguro iban a cenar en alguna parte y podría acercarme y saludarlos, decirle "Profe" o "Miguel, como está". Me pusé a pensar qué podría decirle después, cómo continuar la conversación, Por qué habría de escucharme. No se me ocurrió nada. No tenía nada que decirle, pero me di cuenta de que sí tenía algo que preguntarle, ¿cómo era yo?
Quienes me conocen saben que cada cierto tiempo olvido mucho de mi historia, y recuerdo muy poco de mis años en la javeriana pero recuerdo tres cosas muy claramente, habían mujeres interesadas en mí, estaba muy deprimido y tenía muy pocos amigos. Yo siento que hoy soy una persona distinta, ahora no me llueven las mujeres, ahora no suelo estar deprimido y ahora tengo amigos de verdad. Pero en contraposición antes aparentemente era interesante, ahora siento que soy aburrido; antes era muy creativo, ahora sé que podría escribir cualquier cosa bien pero no se me ocurren tantas ideas, y antes era más antipatico y pedante.
No pude encontrarlo, pero sentí la necesidad de resolver esa duda y quise irme para Bogotá, dedicar una semana a buscar personas que me hubieran conocido para saber si antes era mejor o si el tiempo me había mejorado. La versión oficial indica que ya tenía planeadas algunas entrevistas para mi tesis antes de decidir viajar, la verdad es que la cita (porque solo fue una) fue pensada y acordada un día antes del viaje. No encontré a nadie, pero visité mi antigua facultad y casi rompo a llorar, las mismas secretarias que cuatro años antes, y ninguna me reconoció. Los mismos tenderos, los mismos edificios con pequeñas modificaciones. Busqué personas en lugares claves de la ciudad que ya no existian, o las personas nunca llegaron. Así que en mi viaje fui a cine, comí helado, fui a una biblioteca a leer, visite museos, dormí, lloré y me encontré a mí, me di cuenta de que había cambiado, y de que estaba feliz de haberlo hecho. Así que volví con Raúl y escribi la tesis en tres semanas.
Y pues me siento bien con eso de que no me lluevan mujeres, puedo aceptar no ser tan creativo como antes, puedo vivir sin volver a ser interesante, pero quiero a mis amigos y sé que me quieren, además creo en su cariño y creo en mi valor. Y esas dos últimas cosas son algo que nunca tuve antes, quizás nunca vuelva a tener la oportunidad de hablar con una argentina llamada carolyn que se enamore de mi por mis escritos, pero sé que no voy a volver a romper el corazon de alguien que me quiere (en varias ocasiones) solo porque no puedo entender que alguien pueda quererme.
"(...)podría escribir aquí que planeo ir a Bogota para meterme en una pelea y hacerme matar, para morirme en la ciudad donde debí hacerlo hace años, y igual nadie va a leer esto, nadie va a comentar, a nadie le importa.Sorprendentemente no es así. Voy a Bogota a buscarme y a curarme, estoy emocionalmente cansado, agotado, no tengo fuerzas, energías, ni deseos para hacer las cosas que debo hacer. Ni para decir las cosas que quiero decir, ni para escaparme.Voy a buscar razones por las que aguantar esto, razones para pensar que todo lo que he hecho y soportado en los últimos años me ha hecho una persona mejor y que SÍ vale la pena ser una persona mejor. Aunque antes fuera más exitoso y más creativo, aunque ahora me sienta incapaz de narrar algo que me satisfaga, me esté haciendo estúpido, y en mi vida ya nunca pase nada interesante.La verdad, es que ya no soy especial, y me jode. Y no sé si pueda volver a serlo. Pero si pudiera ir y aprender que nunca fui especial, que sólo era mala gente, tal vez podría aceptar todo esto."
Fue un sabado tenso, no recuerdo exactamente que cosas habían pasado pero estaba de mal humor y ansioso, por lo que salí a caminar a eso de las 8:30 pm. Caminé hasta el centro, y rodeé el centro por la parte de afuera de las murallas desde el reloj público hasta el boquetillo que queda cerca de la casa del nobel. Caminé hasta el parque Simón Bolivar y me senté a mirar y pensar. Como siempre que estoy ansioso, sentí muchas ganas de fumar, y como estaba amargado acepté hacerlo. Me fume quizás dos o tres cigarrillos sentado en el parque y pensé en que sería bueno huir. Tenía algo de dinero en el banco, algo más en la tarjeta de credito y no se necesita mucho para ir a cualquier lado para fingir ser otra persona, hasta quizás podría irme para Chocó y hacerme util o algo, pero en ese momento pasó un profesor de la Javeriana, y quise saludarlo, iba con una mujer que tenía pinta de ser su esposa, y supuse que estaban de luna de miel. Siempre pensé en él como uno de mis profesores amigos, de esos que lo tienen a uno en alta estima y que creen en uno.
Ellos pasaron y yo me levanté para seguirlos, iba sin prisa, seguro iban a cenar en alguna parte y podría acercarme y saludarlos, decirle "Profe" o "Miguel, como está". Me pusé a pensar qué podría decirle después, cómo continuar la conversación, Por qué habría de escucharme. No se me ocurrió nada. No tenía nada que decirle, pero me di cuenta de que sí tenía algo que preguntarle, ¿cómo era yo?
Quienes me conocen saben que cada cierto tiempo olvido mucho de mi historia, y recuerdo muy poco de mis años en la javeriana pero recuerdo tres cosas muy claramente, habían mujeres interesadas en mí, estaba muy deprimido y tenía muy pocos amigos. Yo siento que hoy soy una persona distinta, ahora no me llueven las mujeres, ahora no suelo estar deprimido y ahora tengo amigos de verdad. Pero en contraposición antes aparentemente era interesante, ahora siento que soy aburrido; antes era muy creativo, ahora sé que podría escribir cualquier cosa bien pero no se me ocurren tantas ideas, y antes era más antipatico y pedante.
No pude encontrarlo, pero sentí la necesidad de resolver esa duda y quise irme para Bogotá, dedicar una semana a buscar personas que me hubieran conocido para saber si antes era mejor o si el tiempo me había mejorado. La versión oficial indica que ya tenía planeadas algunas entrevistas para mi tesis antes de decidir viajar, la verdad es que la cita (porque solo fue una) fue pensada y acordada un día antes del viaje. No encontré a nadie, pero visité mi antigua facultad y casi rompo a llorar, las mismas secretarias que cuatro años antes, y ninguna me reconoció. Los mismos tenderos, los mismos edificios con pequeñas modificaciones. Busqué personas en lugares claves de la ciudad que ya no existian, o las personas nunca llegaron. Así que en mi viaje fui a cine, comí helado, fui a una biblioteca a leer, visite museos, dormí, lloré y me encontré a mí, me di cuenta de que había cambiado, y de que estaba feliz de haberlo hecho. Así que volví con Raúl y escribi la tesis en tres semanas.
Y pues me siento bien con eso de que no me lluevan mujeres, puedo aceptar no ser tan creativo como antes, puedo vivir sin volver a ser interesante, pero quiero a mis amigos y sé que me quieren, además creo en su cariño y creo en mi valor. Y esas dos últimas cosas son algo que nunca tuve antes, quizás nunca vuelva a tener la oportunidad de hablar con una argentina llamada carolyn que se enamore de mi por mis escritos, pero sé que no voy a volver a romper el corazon de alguien que me quiere (en varias ocasiones) solo porque no puedo entender que alguien pueda quererme.
lunes, 25 de marzo de 2013
La muerte
Hace un par de días estaba hablando con una amiga de la muerte. Ella me decía que morirse era como harto porque se dejaba de sentir, de pensar, de querer, de ver, de respirar, de existir. A ella no le molestaba saber que un día iba a morirse pero le parecía aburrido dejar de estar viva. Con todo, a veces, me dijo, anhelaba morirse para dejar de sufrir, para descansar, para no pensar tanto.
Yo le dije muchas cosas sobre la muerte que llevo años pensando y que preferiría no repetir por escrito; principalmente porque la mayor parte de las cosas las dije sólo para molestarla. Lo que sí es cierto es que, como he dicho muchas veces y a muchas personas, en algún momento de mi vida, la mayor parte de ella, fuí suicida.
Recuerdo que de niño me sentaba en el borde del techo del edificio en que vivía y contemplaba tirarme. Si nunca lo hice fue porque aunque era infelíz, la mia era una infelicidad crónica y nunca me pareció fuera de lo normal pensar las cosas que pensaba ni sentirme como me sentía. Pensé que todos pasabamos por eso, que todos pensabamos en morirnos todo el día, que todos nos cortabamos en los brazos, que todos, en las ciudades, viviamos como suicidas, caminando por las calles sin esquivar los peligros y sin temer a la muerte.
Recuerdo tambien que siendo adolescente intenté cortarme las venas un par de veces, para entonces no sólo estaba solo, estaba desesperado. Hay una sensación que me ha acompañado toda mi vida y que suelo explicar así: "Es que uno es uno solo", toda mi vida me he sentido en el lugar equivocado, como un pez de agua dulce en el mar, o como un negro en una reunión del Ku Kux Klan, o como una cebra en una fiesta de tigres. Nunca he conocido a alguien que me haga sentir parte de una manada, siempre he sido una manada de uno. Con los años he aprendido a aceptar mi unicidad y a disfrutar de conocer especimenes que me quieren aunque no sea como ellos, y a quererlos a mi vez. Pero en aquel entonces, cuando perdí el año, no había nadie a mi lado. Sólo estaba yo, mi boletin, un trozo de vidrio y las murallas. Me corté, sólo un poco y de manera superficial. Me levanté y fuí a casa, nunca en mi vida me había sentido tan solo pero sobreviví.
Recuerdo además a Bogotá, donde poco a poco me fuí quedando solo, donde esperaba encontrar a los mios y solo halle más dolor, más dudas y más silencios. Recuerdo que allí, en esa ciudad, planeé suicidarme dos veces, la primera me entretuve despidiendome del mundo, fumandome un ultimo cigarrillo, viendo mi último atardecer, contandome mi último día. De pronto se me hizo muy tarde y lo dejé para otro día.
Ese segundo día me senté en el sillón, tenía en mis manos las pastillas que acabarían con mi vida, la bolsa que pondría sobre mi cabeza y un vaso de agua; pero entonces recordé algo y no fuí capaz de seguir. Estaba solo, triste, y desesperado, pero me acordé de ella que tambien estaba triste, sola y desesperada, y de que me había pedido no morirme. No te mueras, me había pedido una semana antes, no te mueras porque no sabría que hacer con mi vida si tú también te fueras. Estaba desesperado, pero no queria desesperarla a ella; estaba triste, pero ella me necesitaba para reir; estaba solo, igual que ella, y nuestras soledades no se mitigaba cuando estabamos juntos, pero se engañaban. Eramos dos ciegos caminando por un laberinto, igual de perdidos los dos, igual de ciegos, igual de solos, pero los pasos del otro nos obligaba a caminar, a seguir buscando. Estabamos tristes, solos y jodidos, pero lo notabamos menos cuando estabamos juntos.
Ese fue mi último intento. La depresión continuó en mi vida por muchos años más, pero no el deseo de morir. Así, seguí viviendo, intenté sonreir más, reirme más, morir menos. Y sigo solo, sigo triste por ratos y en ocasiones me alcanza la desesperación, pero sigo adelante y sigo vivo, porque realmente no sé qué haría con mi vida si me muriera.
Yo le dije muchas cosas sobre la muerte que llevo años pensando y que preferiría no repetir por escrito; principalmente porque la mayor parte de las cosas las dije sólo para molestarla. Lo que sí es cierto es que, como he dicho muchas veces y a muchas personas, en algún momento de mi vida, la mayor parte de ella, fuí suicida.
Recuerdo que de niño me sentaba en el borde del techo del edificio en que vivía y contemplaba tirarme. Si nunca lo hice fue porque aunque era infelíz, la mia era una infelicidad crónica y nunca me pareció fuera de lo normal pensar las cosas que pensaba ni sentirme como me sentía. Pensé que todos pasabamos por eso, que todos pensabamos en morirnos todo el día, que todos nos cortabamos en los brazos, que todos, en las ciudades, viviamos como suicidas, caminando por las calles sin esquivar los peligros y sin temer a la muerte.
Recuerdo tambien que siendo adolescente intenté cortarme las venas un par de veces, para entonces no sólo estaba solo, estaba desesperado. Hay una sensación que me ha acompañado toda mi vida y que suelo explicar así: "Es que uno es uno solo", toda mi vida me he sentido en el lugar equivocado, como un pez de agua dulce en el mar, o como un negro en una reunión del Ku Kux Klan, o como una cebra en una fiesta de tigres. Nunca he conocido a alguien que me haga sentir parte de una manada, siempre he sido una manada de uno. Con los años he aprendido a aceptar mi unicidad y a disfrutar de conocer especimenes que me quieren aunque no sea como ellos, y a quererlos a mi vez. Pero en aquel entonces, cuando perdí el año, no había nadie a mi lado. Sólo estaba yo, mi boletin, un trozo de vidrio y las murallas. Me corté, sólo un poco y de manera superficial. Me levanté y fuí a casa, nunca en mi vida me había sentido tan solo pero sobreviví.
Recuerdo además a Bogotá, donde poco a poco me fuí quedando solo, donde esperaba encontrar a los mios y solo halle más dolor, más dudas y más silencios. Recuerdo que allí, en esa ciudad, planeé suicidarme dos veces, la primera me entretuve despidiendome del mundo, fumandome un ultimo cigarrillo, viendo mi último atardecer, contandome mi último día. De pronto se me hizo muy tarde y lo dejé para otro día.
Ese segundo día me senté en el sillón, tenía en mis manos las pastillas que acabarían con mi vida, la bolsa que pondría sobre mi cabeza y un vaso de agua; pero entonces recordé algo y no fuí capaz de seguir. Estaba solo, triste, y desesperado, pero me acordé de ella que tambien estaba triste, sola y desesperada, y de que me había pedido no morirme. No te mueras, me había pedido una semana antes, no te mueras porque no sabría que hacer con mi vida si tú también te fueras. Estaba desesperado, pero no queria desesperarla a ella; estaba triste, pero ella me necesitaba para reir; estaba solo, igual que ella, y nuestras soledades no se mitigaba cuando estabamos juntos, pero se engañaban. Eramos dos ciegos caminando por un laberinto, igual de perdidos los dos, igual de ciegos, igual de solos, pero los pasos del otro nos obligaba a caminar, a seguir buscando. Estabamos tristes, solos y jodidos, pero lo notabamos menos cuando estabamos juntos.
Ese fue mi último intento. La depresión continuó en mi vida por muchos años más, pero no el deseo de morir. Así, seguí viviendo, intenté sonreir más, reirme más, morir menos. Y sigo solo, sigo triste por ratos y en ocasiones me alcanza la desesperación, pero sigo adelante y sigo vivo, porque realmente no sé qué haría con mi vida si me muriera.
viernes, 4 de enero de 2013
Considerado
Se
levantó temprano para decirle adiós aunque jamás se habia
despertado antes de que ella lo hiciera. La sorprendió, entonces, con un desayuno en la cama, y le regaló un beso de buenos dias con un aliento fresco y mentolado. Se aseguró de no gastarse el agua caliente a la hora de bañarse y de usar su mejor
caligrafia en la nota de despedida. La acompañó, ese día, hasta la puerta, y
tuvo la decencia de lavar y secar los platos que habían usado esa mañana. Ya sin ella, recogió su ropa, hizo sus maletas, colocó la nota al lado del control
remoto del televisor, junto a él dejó las llaves. La
puerta estaba abierta, las maletas listas, los pies inquietos y ansiosos
de empezar el viaje. Miró de nuevo hacia atrás esperando encontrar otra
pequeña tarea que retrasara su partida. La puerta, abierta, esperaba, su
pie derecho anhelaba que el izquierdo se moviera hacia el frente dando
inicio así a la peculiar dinamica de caminar. Pero el lado
izquierdo del cuerpo se negaba a partir.
El hombre repasó en su memoria cada pequeño detalle, -el gas está cerrado- se dijo, -y de todas formas no hay fugas en el apartamento-. Aún así, tras cerrar la puerta, revisó de nuevo el gas, las llaves del agua, cada uno de los focos, barrió bajo la biblioteca, se aseguró de haber tomado toda su ropa, y se lavó por ultima vez las manos en el baño.
Salió antes del medio día cuando dijo adiós. No quería verla cuando llegara a almorzar, pero se preguntó toda la tarde que habría cenado. Puso sus propias sabanas en la cama del hotel, derramó un poco de perfume, el mismo que ella usaba, en una de las almohadas para no extrañarla demasiado esa noche.
Se durmió tarde el día en que dijo adiós. Se preguntó si ella habría leido la carta, si ella habría intentado encontrarlo, si habría visto el mismo noticiero que el había visto, si podrían, por separado, volver a tomar cafe en los lugares que frecuentaban juntos. Se levantó tarde al dia siguiente, y deseó haberse quedado con la llaves, -¿quién sabe si ella será capaz de cuidarse sola?.
El hombre repasó en su memoria cada pequeño detalle, -el gas está cerrado- se dijo, -y de todas formas no hay fugas en el apartamento-. Aún así, tras cerrar la puerta, revisó de nuevo el gas, las llaves del agua, cada uno de los focos, barrió bajo la biblioteca, se aseguró de haber tomado toda su ropa, y se lavó por ultima vez las manos en el baño.
Salió antes del medio día cuando dijo adiós. No quería verla cuando llegara a almorzar, pero se preguntó toda la tarde que habría cenado. Puso sus propias sabanas en la cama del hotel, derramó un poco de perfume, el mismo que ella usaba, en una de las almohadas para no extrañarla demasiado esa noche.
Se durmió tarde el día en que dijo adiós. Se preguntó si ella habría leido la carta, si ella habría intentado encontrarlo, si habría visto el mismo noticiero que el había visto, si podrían, por separado, volver a tomar cafe en los lugares que frecuentaban juntos. Se levantó tarde al dia siguiente, y deseó haberse quedado con la llaves, -¿quién sabe si ella será capaz de cuidarse sola?.
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