Hoy a las 6:00 cerré la puerta, la busqué con la mirada y le dije: retrocedemos, corazón, nos queríamos mejor antes de conocernos.
Hoy a las 5:59 ya era demasiado tarde para que me oyera. Había salido del apartamento dejando todo incompleto. La puerta abierta, el fogón prendido, el lavaplatos corriendo, una copa de vino medio vacía sobre la mesa, un juego de cartas sin ganador y a mí con una frase en la boca.
Hoy a las 5:58 estaba casi seguro de que iba a ganar. Había atravesado el pasillo a la cocina para poner agua a hervir y pensar en su siguiente movimiento. Siempre me he preguntado -le empecé a decir- qué habría pasado si ese martes...
Hoy a las 5:00 me propuso jugar algo nuevo. -Sólo se necesita una baraja- me dijo - y podríamos apostar- añadió para convencerme. Dejé el computador abierto - bueno, pero sólo un rato- contesté -necesito terminar de escribir esto.
Hoy a las 4:30 empecé a escribir la carta con una frase que llevaba todo el día pensando: El primer día que te vi fue un martes lluvioso, te recuerdo completamente empapada y chorreante, como un espanto de rio, sentada en las escaleras del edificio equivocado. Ese día aprendí dos cosas, que cantas cuando llueve y que tu sonrisa, de dientes redondos y grandes, era tu boleto vitalicio para entrar y salir de mi vida cuando quisieras." Me gustaba la idea de comenzar así, pero finalmente terminé escribiendo: "Soy un cangrejo patas arriba, mi amor, ya no tengo a donde ir."
Hoy a las 2:39 desperté de mi siesta. La busqué con el pensamiento, había salido. Miré el televisor y busqué un programa que se dejara ver. Tenía que escribirle una carta, siempre nos ha sido más sencillo relacionarnos por escrito, pero no quiero hacerlo, le he dado largas toda la semana.
Hoy a la 1:15 estabamos almorzando. -La sopa no está mal, podría haber quedado mejor si hubiera usado la pimienta del otro día, sabes cuál es- dijo mirando el agua amarillenta que tomabamos. - Me ha gustado mucho tu regalo de cumpleaños- le dije -es una linda enciclopedia, la miro a menudo para resolver dudas y esas cosas-. Sonreimos por compromiso. -Almorzar con sopa siempre me da sueño- dije por millonesimoquincuagesimaoctava vez desde que la conocí. Llevé los platos a la cocina. -Dejalos allí, yo los lavo- la escuché decir. Me dirigí al cuarto, prendí la tele y me quedé dormido arrullado por palabras en idiomas extranjeros.
Hoy a las 8 ella estaba saliendo del baño y yo esperaba mi turno. Intercambiamos una mirada al cruzarnos en la puerta. Al encontrarme con el espejo, empañado como siempre, limpié un circulo en el medio y me dije en voz muy baja: -mañana sí vas a decirle buenos días-.
El 14 de octubre fue nuestro primer aniversario. Desde hacia un año eramos pareja, teníamos permiso para caminar tomados de la mano, para hablarnos como niños pequeños, para exigir que nuestros amigos invitaran a ambos o a ninguno, para tener chistes privados, para amanecer en la casa del otro sin tener que explicar nada. Nos arreglamos, -Qué bien nos vemos juntos- me dijo al salir de su apartamento. Cenamos en el mismo restaurante de marzo. -Me alegra haberte conocido- dije-no sé qué sería de mi vida si tú no...-. Ella sonrió a medias y respondió antes de que yo terminara: -Eres un lindo, mi amor-. Brindamos con champán, por muchos años más juntos, sin mirarnos a los ojos.
El 18 de marzo, en la madrugada, regresamos de nuestra cita embriagados de alcohol. -Pensé que te gustaban mis dientes- gritaba- dejame morderte-. Reíamos. En la sala nos tiramos al piso. Agarré su mano. -No podemos quedarnos aquí- me dijo - podrían vernos- se levantó. Me senté, ella llevó mi manos a su boca y la mordió con furia. -Quiero morderte- gritó antes de lanzarse encima mio. Reímos.
El 17 de marzo, en la mañana, la invité a una cena especial.
- Tú no lo recuerdas, le dije, pero hace un año exacto fue la primera vez que te vi, era de noche, tipo ocho o nueve, estaba lloviendo mucho, tú tenias tu chaqueta amarilla y te habías quitado los zapatos. Estabas sentada en las escaleras de un edificio cerca de tu casa, en esa época tenías el pelo más largo, y te caia sobre la cara, me daba la impresion de que estabas llorando.-
Ella no recordaba nada de eso, pero me dio un beso y me hizo prometerle que en la noche, en la cena le contaría más.
El 22 de agosto fue la primera vez que salimos juntos. Habiamos compartido miradas, gestos coquetos, roces que prometian más, pero hasta ese día no nos habíamos atrevidos a poner en palabras lo que sentíamos. -Me tienes loco- le dije esa noche, - Eres la única persona que conozco que sabe llevarme el ritmo- dijo ella- sabes jugar cuando quiero jugar y mantenerte serio cuando yo lo estoy-. La tomé de la mano sobre la mesa, y miré a mi alrededor sospechoso. Ella se rió. - Tu me gustas, nene, pero ahora no puedo tener una relación, no me siento lista- Solté su mano y ella tomó la mia. -Pero dame tiempo- concluyó. Esa noche, me senté al lado de su cama, sosteniendo su mano hasta que se quedó dormida, y luego salí como un fantasma.
El 8 de mayo me atreví a hablarle. En los últimos dos meses la he visto en todas partes, en el carulla, en el gimnasio, en la tienda, en la estación de buses. En cierta forma sabía que me reconocía pero esa tarde subí al bus y reconocí su cabello, ahora corto, entre las personas sentadas; ella me vió y sonrió. Cuando la persona a su lado se levantó, ella me hizo señas de que me sentara a su lado. Nunca pensé que los trancones me harían ser un hombre tan feliz. Estuve considerando agregarla a mis amigos de Facebook pero ella me invitó antes de que yo lo hiciera.
El 17 de marzo fue un día extraño. Llegué a mi casa a eso de las ocho, y no había parado de llover desde el mediodía. Vi a una mujer sentada frente al edificio, parecía la llorona o una madremonte perdida, tenía el pelo larguisimo y chorreaba agua por todos lados. Lo primero que pensé era que estaba llorando, se movia hacia delante y hacia atras, pero cuando pasé por el lado de ella me di cuenta de que estaba cantando una y otra vez una especie de estribillo, no reconocí la canción. Entré al edificio y se la señale al portero -lleva aquí ya un rato- fue su respuesta. Quise irme a acostar y olvidarme de ella pero salí y me senté a su lado.-Hola- la saludé. Me dió su mano, estaba fria, humeda y pálida,-te estaba esperando, Francisco- me dijo. Olia a alcohol, así que le seguí el juego.- Bueno, ya llegué, ven, no puedes quedarte aca afuera, te puedes enfermar-.Se levantó. - Sí, sí- me dijo -No me puedo enfermar porque mañana tengo trabajo, y... tú eres mi amigo, ¿cierto, Francisco? Te quiero, eres el mejor, siempre pensando en mi bienestar.- Me abrazó, dejando toda mi ropa mojada. Ella estaba sonriendo. - ¿Quieres entrar?- le dije. - No puedo- dijo ella poniendo cara triste- debo llegar temprano a mi casa, sólo quería verte y decirte que te quiero mucho- me abrazó de nuevo. - Pero no puedes irte sola, dónde vives, yo te acompaño- intenté. Ella me tomó de la mano, se pegó a mi cuerpo y me dijo: -vamos-. La acompañé hasta el edificio en que vive, hasta el pequeño apartamento que habita. - Tengo que irme, nos vemos mañana, y recuerda cambiarte, sino te cambias te vas a enfermar, muñeca- Se quitó la chaqueta amarilla que estaba usando, me abrazó y me dijo: -Francisco, gracias por cuidar de mí, eres el mejor-. Sólo cuando regresé a mi casa se me ocurrió que no sé como se llama.
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