Sí, sí lo conociste, tienes que haberlo conocido, se graduaron el mismo
año. Tuviste que haberte cruzado con él en alguna clase. Era un chico
alto con el pelo crespo y largo. ¿No te suena? Tenía un olor muy
peculiar, como rojo. Es el mismo que una vez nos dijo que quería ir a
ver fantasmas en la candelaria y que ya había hablado con los dueños de
una casa. ¿Ves que sí lo conociste?
Vale,
hazte para acá, lejos de la ventana. Anoche me llamó. Eran como las dos
cuando me despertó el celular. Vi el número y pensé que es una falta de
sensibilidad llamarlo a uno a esas horas desde un teléfono desconocido,
pero cuando volvió a llamarme le contesté porque, aja, me parece
maleducado no contestar cuando a uno lo llaman dos veces seguidas.
─ Men, es Oscar ¿qué?, ¿estás en tu casa?
─ Bueno y ¿dónde más quieres que esté a esta hora?
─ Vale, esperame que ya llego por alla.
Y me
colgó... Me sentí tentado de llamar al portero y decirle que había un
sujeto persiguiéndome y que si llegaba a un buscarme un tipo, así y así,
llamara a la policía. Pero pensé que debía tener una razón para
buscarme después de tres años sin vernos más que por Facebook, así que
me vestí, me lavé la boca y bajé a esperarlo.
Cuando
llegó me abrazó y noté que estaba temblando. Su gesto duró un poco más
de lo recomendado por los manuales de urbanidad y pude sentir la mirada
reprobatoria del portero en mi nuca.
Tú nunca
lo conociste bien; él siempre fue así, muy afectuoso y expresivo. Le
indiqué el ascensor y le dije al portero: ─Lo acaban de atracar y quedó
como turuleto. El tipo me respondió con un hmmm que me sonó algo
prejuicioso.
En el apartamento, aceptó tomarse una cerveza y empezó a contarme por qué me había llamado.
─
Bururupimpan. Blaaaquiiimmmmaaaaeeeepse. OK. Mmm, lo que ocurre es lo
siguiente, algo raro ha estado pasando. Hace una semana recibí un mail
que decía: Oscar, eres una mierda.
─ Spam, o ¿qué?
─ No, no
era spam. Marica, ¡era un mensaje de verdad!. Y lo mandaba una vieja
diciendo que se había sorprendido mucho de encontrarme en la ciudad, que
aún sentía algo por mí, y que cuando le había propuesto encontrarnos se
había emocionado de verdad. Pero que ya podía ir olvidándome de ella
porque no había aparecido y eso demostraba dos cosas: que yo soy una
mierda y que ella nunca me había importado. ─ ¿Todo eso te decía?
─ Pues,
eso fue lo que entendí. Era un mensaje largo, rabioso y dolido, pero no
podía parar de leerlo aunque se burlara de mi virilidad.
─ Y ¿es verdad todo lo que dice?
─ Es que ahí esta lo raro, yo nunca he oído su nombre en mi vida. Angela Muñoz, ¿te suena?
─ Nada,
Ángela Muñoz, Angie Muñoz, Angelita, Ángela. Pues, mira, Ángelas conozco
un poco pero no, así el nombre entero no me suena.
─ A mí menos. La vieja dice que fuimos novios por tres años, y que terminamos porque la engañe cuando me fui para Boston.
─ ¿Estuviste en Boston?¿Cuando?
─ No, yo nunca he salido del país.
─ Entonces, ¿qué? ¿Está loca?
─ Ajá,
eso pensé al principio. Pero la busque en Facebook y resulta que somos
amigos, y no sé en que momento la agregué. Además, hay fotos suyas en
que aparecemos ambos. Y no puedo ser yo pero no puede ser otra persona.
Soy yo, marica, mi cara, mis manos, mi ropa, mi cicatriz en la frente.
Me dio un poco de susto pero, aja, pensé que todo debía ser un chiste,
una cámara escondida o alguna vaina así. No me preocupé, ¿ya? Y creo que
debí haber hecho algo, pero tampoco sé que podría haber hecho, osea,
¿qué hace uno en una situación así?
─ No sé... Se llama a la policía por usurpación de novias posibles o algo.
─ Men, no es un chiste, es en serio, mira... hoy... hoy pasó algo y... no sé....no sé.
─ Te mandó otro correo o ¿qué?
─ Ojala
hubiera sido eso. Ojala... Mira, hoy llegué a mi edificio como a las
once del trabajo y, nada más entrar, el celador me preguntó: ¿Bueno, y
usted en que momento se me salió? Se rió y no le pare bolas. Cuando
llegué a mi piso me di cuenta de que la luz de mi apartamento estaba
prendida, se salía por debajo de la puerta. Y mira, no sé si me creas
pero te juro, te juro por mi madre, que me escuché hablando allá dentro.
Y entonces me acordé de lo que el portero me había dicho. Él ya me
había visto entrar..., yo tenía mis llaves en la mano, las volví a
guardar y salí corriendo. Le dije al portero que iba a comprar algo y
me fui.
─Y ¿entonces me llamaste?
─ No...
me quedé pensando en qué iba a hacer, es que, si tengo un doble ¿cómo
carajos averiguó donde vivo? ¿Y cómo consiguió las llaves? Me metí en un
Carulla 24 horas y caminé y caminé hasta que se me ocurrió llamarte.
─ Ajá y ¿por qué a mí?
─ Porque
sé donde vives y porque tú siempre has sabido de esas vainas, yo no. No
sé si volver a mi apartamento mañana, no sé si ir a trabajar, no sé si
debo contar todo esto a mis amigos, no sé qué hacer y tú eres muy
inteligente. Dime qué hago.
Hablamos
hasta que amaneció, entonces se acostó en mi sofá y se quedó dormido. Yo
me bañe, me tomé un café bien negro y vine aca. Antes de salir lo ví
allí, dormido y le escribí una nota diciendole que se tomara las cosas
con calma, que en la nevera había comida, y que si quería cambiarse del
sofá a la cama, por mí, no había problema.
Te
preguntarás por qué te cuento todo esto si a duras penas conoces a
Oscar, vale, lo que pasa es que desde que llegué a la oficina lo he
estado viendo allí al frente. Mira disimuladamente, ¿si lo reconoces?
¿Ves que
sí lo habías conocido antes? Bueno, acabo de llamar al numero de anoche y
el Oscar que deje en la casa todavía estaba durmiendo.
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