tag:blogger.com,1999:blog-57725356385460277452024-03-05T07:51:26.301-08:00Trazando mi odiseaEligiendo a cual puerto enfilaré mi navio, consciente de que el mar es una amante caprichosa, eligiendo a mis compañeros de viaje, guardando mis tesoros en mi equipaje, sin prisa pero sin tardanza. Mi brujula y mis armas estan listas, que vengan los ciclopes y los ciclones, el viaje empieza ahora, y terminará cuando lo haga el camino.Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.comBlogger104125tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-42055337278241283432017-04-18T14:18:00.001-07:002017-04-18T14:18:34.297-07:00En Namibia no hay niños. Esto que te voy a contar tienes que convertirlo en cuento, es algo que me pasó mientras viajaba por África por allá en el sesenta y algo. Hasta he pensado el titulo, tienes que ponerle “En Namibia no hay niños”. ¿No te parece un titulo chévere?<br />
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No estoy seguro de si ocurre en Namibia, pero siento que ese país suena mejor que Ruanda, Sudáfrica o Costa de Marfil. Por eso tienes que ponerle así.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgd2svw_Anjc7w4SFCmSLsLnUv5ggxgbAYYmMtMUPWnkSjEKgxsGC03Np380qA-aZicWD9gzbbFIk-nMchSHUMpdISUrBmGCAIc0Tr29Zd3F7Twar2iBEqw2n9NpIhBL-iurtMXXErYbTdK/s1600/namibia.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="159" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgd2svw_Anjc7w4SFCmSLsLnUv5ggxgbAYYmMtMUPWnkSjEKgxsGC03Np380qA-aZicWD9gzbbFIk-nMchSHUMpdISUrBmGCAIc0Tr29Zd3F7Twar2iBEqw2n9NpIhBL-iurtMXXErYbTdK/s320/namibia.jpg" width="320" /></a>Fue en enero o febrero. Hacía un calor desesperante. Pasaba las veinticuatro horas del día bañado en sudor. Curiosamente, durante esa misma época, los mosquitos, que me habían atormentado tanto durante los meses anteriores, dejaron de picarme. Y no es que no hubieran insectos. Al contrario, el calor los había animado, miles, millones de ellos me rodeaban como un cardumen de pirañas durante las primeras horas de la noche, pero nunca me encontré ni una sola roncha al amanecer. Sospecho que mi abundante sudor los hacía resbalarse de mi cuerpo antes de poder alimentarse. Unos años después invertí en una empresa que quería crear un repelente de insectos que usaba un principio similar, pero… ¡Oye!, no dejes que me vaya por las ramas…<br />
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Siempre me ha gustado mucho caminar, por eso a mi edad conservo estas piernas tan fuertes y seductoras. Yo y Helmuth, mi guía, habíamos atravesado en las últimas semanas una cadena montañosa, y las provisiones empezaban a ser escasas. Por eso, él había decidido sacarnos de la ruta acordada previamente y llevarme por un camino que nunca he podido identificar. <br />
Una tarde, avistamos un caserío y yo quise acercarme para conocer a los lugareños, comer algo caliente y quizás agenciarme un par de recuerdos. Pero Helmuth se negó a acompañarme. Me hizo entender que, en su opinión, lo mejor sería acampar allí mismo y partir al día siguiente. Para reforzar su punto, arrojó su maleta en el piso, la arrastró hasta un árbol cercano, sacó de ella las varas, las cuñas, las cuerdas y la tela y empezó a armar nuestra carpa.<br />
<br />
Si hubiera estado con Jefta, mi anterior guía, quizás hubiera escuchado a su intuición, pero mi relación con Helmuth era tensa, principalmente porque no nos entendíamos.<br />
<br />
Lo que pasa es que Jefta se había marchado unas semanas antes, porque tenía la sensación de que su esposa lo necesitaba. A menudo tenía presentimientos que se habían probado veraces y yo había aprendido a respetarlos, por ello no le insistí que se quedara, pero le pedí que antes de irse me consiguiera un guía que hablara español.<br />
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Esa fue la única vez que su intuición le falló, porque Helmuth hablaba español como yo hablo chino. Conocía quizás veinte palabras y más de la mitad de ellas las pronunciaba de forma extraña. En consecuencia, la mayoría del tiempo me hablaba en su propio idioma, que yo ignoraba por completo, y se ayudaba con gestos. Yo, por mi parte, le hablaba en alemán, que ambos ignorábamos y gesticulaba como loco. Eso sí, como tengo oído para los idiomas, le hablaba en una jeringonza que hubiera confundido a cualquier transeúnte de Berlín o Dresde.<br />
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Helmuth, creo que es importante decirlo, no era su nombre, que nunca pude aprenderme, sino cómo me refería a él cuando discutíamos, es decir, todo el tiempo.<br />
<br />
Así que tras gritarnos un rato sin llegar a ninguna comprensión. Lo dejé armando el campamento y me dirigí al caserío. El final de la tarde estaba fresco y me tomó menos de media hora llegar a él. En el camino se me ocurrió que era una tontería ir sin guía, pero me dije que con él o solo daba igual porque aunque él hablara el idioma local no hablaba el mío.<br />
<br />
Nada más llegar a la aldea, noté que había algo raro. Nadie me miraba fijamente, ni una sola persona parecía sorprendida de verme, pero supuse que quizás ya estaban acostumbrados a ver personas como yo, de mi estatura, con el cabello dorado y la piel blanca. Lo realmente perturbador era el silencio. Nadie hablaba, nadie cantaba, nadie reía, ninguno saludaba a otro. Y cuando se cerró la noche, nadie encendió luces. La luna llena me bastaba para deambular entre las casas, y eso hice. Mantenía la esperanza de encontrar un bar o al fabricante de alcohol de la aldea. Y es que en todo asentamiento habitado por hombres y mujeres siempre hay uno. No hay nada tan universalmente humano como el deseo de emborracharse. <br />
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Fue mientras caminaba que me di cuenta de que no había oido ni visto un solo niño. Que esa tarde no había sido recibido por una pandilla de ellos. Parece una tontería, pero siempre habían sido ellos quienes primero me abordaban cuando llegaba a un nuevo lugar. Era como si pudieran presentir mi llegada y llevaran días acumulando ganas de halarme la barba, morderme, correr alrededor mío o chuzarme con ramas para probar si era sólido como ellos. Este descubrimiento me incomodó y entendí un poco la reticencia de Helmuth. Mientras buscaba el camino de regreso, me encontré con una casa iluminada.<br />
<br />
La casa no tenía puertas, sólo una tela que cubría la entrada y estaba corrida. Adentro no había muebles, camas, ni mesas. El único mobiliario era un agujero en el piso lleno de agua, como una especie de piscina individual, y dos antorchas. En el agua flotaba un cadáver desnudo, estaba empezando a descomponerse de una manera que no he vuelto a ver. Tenía la piel cuarteada, rota, y de esas fracturas se asomaban cosas delgadas y largas que se ramificaban. No estaba hinchado ni olía mal. Pensé que era una forma curiosa de tratar a los muertos, pero había visto cosas peores. Abandoné la casa y salí de la aldea sin encontrarme con un alma.<br />
<br />
En el campamento, Helmuth estaba haciendo guardia para nadie o me estaba esperando despierto. Quise contarle lo que había visto, pero su mirada me dijo que probablemente ya había oído mucho más de lo que yo sabía.<br />
<br />
A la mañana siguiente, Helmuth me despertó e indicó que saliera. Se veía emocionado y señalaba a la aldea. Desde la distancia, las personas que salían de la aldea eran manchas oscuras. Dejamos atrás el campamento y todas nuestras provisiones para acercarnos más. Desde una menor distancia era posible distinguir que los locales estaban marchando en tres filas de mujeres y hombres mezclados, y que había algo en medio de ellos. Una caja grande. Me recordaron a hormigas acarreando una hoja. Busqué figuras pequeñas entre las sombras, pero no vi ninguna, todos parecían ser adultos.<br />
Sin equipaje, caminábamos mucho más rápido de lo que yo lo había hecho el día anterior. Helmuth parecía conocer el camino y yo lo seguí sin vacilar. Yendo se me ocurrió que quizás hubiera sido buena idea cargar mi revolver, pero era tarde para arrepentimientos.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjk9JydarFtnSnHGIo265ctI7saFCMErkb2qlBNqHy4HKnmPHx3Ly9gaAJdzz-6pfPZzjO8_rEYI1vnpeeP3554s_rJTUIy7hNJAcDOJKzKXU7X8Rao_td0ZEPUUvbnC6twh2-vQQX54fDW/s1600/Purros+Namibia+1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="199" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjk9JydarFtnSnHGIo265ctI7saFCMErkb2qlBNqHy4HKnmPHx3Ly9gaAJdzz-6pfPZzjO8_rEYI1vnpeeP3554s_rJTUIy7hNJAcDOJKzKXU7X8Rao_td0ZEPUUvbnC6twh2-vQQX54fDW/s320/Purros+Namibia+1.jpg" width="320" /></a></div>
Cuando llegamos a un claro, Helmuth me indicó que me sentara. Él hizo lo mismo. Cuando empezaron a llegar los primeros aldeanos, pensé que se molestarían al vernos, pero no dijeron nada. Bajaron su carga que era una caja de madera, ancha, pero poco profunda, de la que goteaba agua. En ella flotaba el cadáver que había visto el día anterior. Quise levantarme, pensando en que los entierros son rituales íntimos en los que no tenía ningún derecho a inmiscuirme, pero mi guía me tomó por el hombro y me obligó a permanecer quieto. Con sus propios dedos, los aldeanos cavaron un agujero en el que arrojaron, sin mayor ceremonia, el cadáver. A continuación, cada asistente arrojó una manotada de tierra sobre el cuerpo hasta cubrirlo por completo. Hecho esto se marcharon. Durante todo este tiempo, nadie nos miró, nadie dijo nada. “Así deben sentirse los fantasmas”, recuerdo haber pensado.<br />
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“Vem”, me dijo Helmuth. Lo seguí un par de cientos de metros hasta otro claro. En este había tumbas similares a la que acabábamos de ver siendo cavada, pero los cadáveres habían sido desenterrados por algún animal. En los agujeros sólo quedaban algunos trozos de un material blanco y duro que asumo debían ser huesos. Helmuth, mientras tanto buscaba algo en el piso.<br />
<br />
“Mirro”, dijo, “mirro acá”. Me acerqué a ver lo que había encontrado. Eran numerosas huellas humanas, de un centímetro de largas, pero indiscutiblemente humanas. Cinco dedos, talón, puente arqueado. Eran huellas como las que tú o yo podríamos dejar.<br />
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“Ninos”, me dijo y se levantó. No volvió a decir otra palabra hasta que llegamos a nuestro destino unos días después. Cuando le hacía preguntas en la noche, me señalaba que esperara.<br />
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En el pueblo al que llegamos, me guió hasta la esquina de una plaza, dejó su equipaje en el piso, dijo “vuervo” y se marchó. Lo espere toda la tarde y seguí haciéndolo mientras la noche avanzaba. Cuando sentí que había pasado la medianoche, arrastré mi equipaje hasta un bar cercano y me dormí sentado en una de sus mesas. <br />
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A la mañana siguiente encontré un guía capaz de hablar un español comprensible y continué mi camino. Intenté preguntarle por lo que había visto en aquella aldea, como si fuera algo que me habían contado y dijo que no sabía de qué hablaba.<br />
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A veces me pregunto si Helmuth volvió cuando ya me había dado por vencido. Si estaba dispuesto a explicarme lo que había pasado, o conocía a alguien que pudiera hacerlo. Pero esos son pensamientos necios. El hecho, lo que quiero que te quede claro, es que en algún lugar de África, quizás en Namibia, hay un pueblo, uno muy pequeño, en el que no hay niños y a sus muertos los dejan en el agua, como a las semillas de cereza, hasta que se ablanden.Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-65610637105237420372016-11-04T00:48:00.001-07:002016-11-04T00:48:16.296-07:00Prologo para el libro de un amigo.Antes de permitir que el lector o la lectora se sumerjan en la agradable lectura del presente libro, me veo en la obligación de invitarle a demorar su satisfacción para leer unas cuantas palabras previas que no han de brindar mayor claridad sobre Edwin Varjal como autor ni sobre su obra, trayectoria o planes futuros, pero que, en cambio, espero que ayuden a dilucidar la forma en que este libro llegó a existir y mi importante participación en ese proceso.<br />
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Estudié con Edwin, a dos pupitres de él, durante el año 1998 cuando hacíamos nuestro noveno grado. Era el nuestro un claustro árido y avejentado en el que la única tecnología aprobada eran los oxidados abanicos que colgaban amenazantes en los techos de todos los salones. Era un colegio con alma de correccional en el que las clases de literatura se reducían a memorizar el nombre de los autores y sus obras más relevantes.<br />
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Para entonces él ya era una joven promesa de las letras y su talento le había ganado el sobrenombre de “poeta” que le seguiría el resto de su vida, y que era usado por compañeros y docentes sin ningún rastro de ironía. El hecho de que tal prodigio hubiera florecido en el colegio lo hacía aún más notable y promisorio.<br />
<br />
Ese mismo año, como si el talento de Edwin nos hubiera contagiado, cuatro personas empezamos a escribir con diversos grados de fortuna y talento. Aunque yo era el peor de la manada, o quizás por ello, Edwin sentía mucha más afinidad conmigo que con cualquiera de los otros escritores en ciernes. A menudo me tomó por el brazo o me hizo una señal que significaba que necesitaba hablarme. No pocas veces este llamado ocurrió en medio de una clase, pero yo acudía de todas formas y juntos huíamos del salón sin que nadie dijera nada.<br />
<br />
Y es que su reconocido talento le brindaba atribuciones de las que no gozábamos el resto de los mortales. Sólo él podía abandonar las clases que le aburrían para ir a refugiarse en una diminuta biblioteca escolar, en la que más de la mitad de los ejemplares habían superado ampliamente los cien años, o pedir silencio al salón entero, profesor incluido, por miedo a que tanto ruido inútil le hicieran perder la musicalidad de una frase o extraviar una idea particularmente buena.<br />
<br />
Casi invariablemente, cuando me llamaba a él era porque quería compartir conmigo su más reciente idea para una novela, el argumento de un cuento que planeaba escribir un día cercano —cuando las musas le dieran algo de descanso —, o el título de su próximo poema que siempre prometía mostrarme antes que al resto del mundo. Muy de vez en cuando me enseñaba frases garrapateadas en su cuaderno, rodeadas de anotaciones, rayas y símbolos que me resultaban incomprensibles. Me aseguraba que no era importante, ni posible, que las entendiera, porque el genio sólo puede ser comprendido por sí mismo. Lo fundamental era, y lo decía muy a menudo, que esas eran las semillas de las que germinarían los libros que le ganarían el nobel de literatura, sólo le hacía falta averiguar qué hacer con ellas, cómo sembrarlas, insistía.<br />
<br />
Yo escuchaba y memorizaba cada una de sus palabras con una inocultable admiración artística. Y es que mientras yo escribía cosas como:<br />
<blockquote class="tr_bq">
<br />"Si vinieras a mí<br />con un beso en tus labios,<br />te seguiría<br />hasta que todo acabe.<br />Así que dale<br />bésame,<br />bésame,<br />bésame,<br />no seas mala.”<br /><b><i>Beso condicional (1998)</i></b></blockquote>
<br />
él sabía idear poemas como pulidos diamantes —la comparación es suya— : brillantes, cortantes y claros. Era como si en vez de leche le hubieran alimentado con poemas de Machado, Whitman y Baudelaire, o como si sus primeras palabras no fueran “papá” y “mamá”, sino:<br />
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<blockquote class="tr_bq">
“Nunca seré demasiado viejo<br />para ver la inmensa noche alzarse,<br />una nube con más estruendo que el mundo<br />y el monstruo hecho de ojos” </blockquote>
<br />
Lo que más me impresionaba de él era su indetenible inventiva. Tenía listas, para entonces, aproximadamente mil setecientas dieciséis obras —mil quinientos poemas, ciento ochenta cuentos y treinta y seis novelas —a las que solo les faltaba ser plasmadas sobre el papel. Y esto, me decía Edwin, era apenas un formalismo prácticamente innecesario.<br />
<br />
Con el fin del año escolar vino también el de nuestra amistad. Sus padres habían decidido que lo más conveniente para su brillante vástago era estudiar en casa, a su propio ritmo, y presentar un examen para validar bachillerato.<br />
<br />
Nunca volvimos a encontrarnos, pero yo, que no he dejado nunca de admirarlo, tomé la costumbre de leer todas las reseñas literarias en los periódicos y revistas culturales con la esperanza de encontrar su nombre relacionado con un libro, una obra de teatro, un premio o un análisis ácido y encantador —como todos los que había escrito para clases— sobre cualquier persona o tema.<br />
<br />
El año pasado me contactó una mujer desconocida. Me dijo que era la exnovia de Edwin y que quería hacerme llegar unos cuadernos que él había dejado en su casa. Cuadernos que él había demostrado mucho interés en recuperar y ella, en arrojarlos a la chimenea.<br />
<br />
No quise preguntarle las razones por las que se negaba a devolverle los cuadernos, pero, en cambio, inquirí por sus motivos para entregármelos. La razón era, según me explicó, que los había ojeado y descubierto que mi nombre era mencionado de forma negativa en más de la mitad de las anotaciones. Y le parecía que, siendo yo el principal agraviado por la existencia de esos cuadernos, debía ser yo quien tomara la decisión de qué hacer con ellos.<br />
<br />
No mentiré, leer los textos me afectó profundamente. <br />
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Recuerdo particularmente un cuento en el que un grupo de extraterrestres están considerando demoler la tierra para construir un parque de diversiones. Deseosos de tomar una decisión informada, los alienígenas visitan diversos lugares de la tierra. Van a ver peliculas, asisten a un atentado terrorista, participan como recreacionistas en fiestas infantiles, observan las condiciones carcelarias y se interesan en la criminalidad humana, dedican días a escuchar la música de los grandes compositores humanos —se interesaron particularmente por los violinistas— y finalmente asisten a un recital poético en el que yo participo. Después de verme, la decisión les resulta clara, destruirán el mundo y el narrador no deja ninguna duda de que es mi culpa.<br />
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<blockquote class="tr_bq">
“Cuando Raúl terminó de leer, cada persona en el recinto suspiró aliviada. Luego, todos guardamos un cuidadoso silencio. Frente a mí, un hombre soportaba estoicamente los pinchazos de un mosquito en la nuca. Se notaba que quería matarlo, pero no se atrevía por miedo a que Raúl confundiera la palmada con un aplauso. “No podemos permitir”, dijo el más alto de los grises cuando se hubo repuesto, “que un mundo capaz de producir a un artista tan soso como ese siga existiendo. Es una lástima por Paganini, pero mi decisión es final”. Los miembros del comité nos desearon mejor suerte para la próxima.”</blockquote>
<br />
Por otro lado, en los cuadernos descubrí varias narraciones que deseé poder compartir con el mundo. Esa, y no otra, es la razón por la que intenté contactar a Edwin durante casi cuatro meses. Quería ayudarle a organizar un libro y publicarlo. Cuando finalmente contestó, me hizo saber que no estaba interesado en el proyecto. —Ya sabes lo que pienso de ti— me dijo —, pero haz lo que quieras con esos textos, suponte que los escribiste tú.<br />
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Eso he hecho. Los he corregido, seleccionado y publicado con el mismo cariño que les hubiera dedicado si los hubiera escrito, si fueran míos. Pero también he intentado dejar muy claro que fuera de este prólogo, que Edwin hubiera encontrado insufriblemente innecesario, no hay en todo el libro nada que me pertenezca.<br />
<br />
Las veinte narraciones que se pueden encontrar a continuación son todas las que me atrevo publicar de los doscientos trece textos contenidos en los tres cuadernos que poseo. Los ciento noventa y tres textos restantes, son narraciones difamatorias u burlescas sobre mí u otras personas. Estos no son, sin embargo, malos textos en general. Admitiré que disfruté mucho leyendo todos aquellos que no trataban de mí, pero no me atrevo a publicarlos por miedo a molestar o incomodar a otras personas.<br />
<br />
Sólo queda invitar al lector o lectora a disfrutar del resto del libro, que, lo prometo, es mucho más interesante que esta introducción.<br />
<br />Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-13491292273040190662016-05-02T12:46:00.001-07:002016-05-03T08:40:59.444-07:00TortugaLa semana pasada, Silvia, mi psicoanalista, me refirió, extraoficialmente, a una profesional de otro rubro; me recomendó que contratara los servicios de una prostituta. No quiso decirme para qué debía contratarla, en qué podría beneficiarme ni dónde podría encontrar una, pero decidí hacerle caso.<br />
<br />
Su recomendación se debe a un sueño recurrente que llevo meses teniendo: que soy una tortuga. Cuando le conté el sueño, ella no me dijo nada inmediatamente, pero luego me pidió silencio cuando intenté seguir hablando. “¿Eras una tortuga verde?” me preguntó. Yo asentí y ella sacudió la cabeza lentamente como si ese color fuera la confirmación de una mala noticia. “Esto es malo”, dijo entonces, “y ¿estabas en una playa?”. “Sí...” empecé a responder, y ella me detuvo con un gesto. “Creo que eso de la tortuga tiene mucho que ver con tu soltería crónica. Ya Freud lo decía, que los sueños en que el yo se identifica a sí mismo como un reptil, un insecto o un político, son una señal inequívoca de que el sujeto se está disociando de su sexualidad...”. A mí, en cambio y no es por contradecir a Silvia, me parecía que el sueño debía significar algo más inocente: que extraño la playa, desearía poder viajar o me siento gordo y lento como una tortuga...<br />
<br />
El hecho es que salí de su consulta con una receta médica en que constaba que requería de los servicios de una profesional del sexo por razones de terapia psicológica. Sin saber dónde empezar a buscarla, acudí a un amigo que me daba la impresión de que tenía experiencia en esas cosas. “Dejalo en mis manos”, dijo, “conozco a la indicada”.<br />
<br />
Así es como el lunes en la noche me encontré en un cuarto de hotel esperando a una mujer desconocida y con ganas de esconderme bajo la cama para que cuando llegara ella, con mi amigo o sin él, creyera que ya me había ido. Por otro lado, siempre me he tomado muy en serio mi salud mental y si mi psicoanalista consideraba que esa era una experiencia por la que tenía que pasar, quizás debía quedarme allí sentado y dejar que las cosas pasaran.<br />
<br />
Violet, la profesional, se veía muy distinta a lo que esperaba. Vestía como una persona normal y corriente, no estaba usando tacones, ni maquillaje y creo que ni siquiera se había peinado antes de llegar al hotel; era como si acabara de salir del trabajo. “¿Eres Violet, en ingles o Violeta?” le pregunté cuando nos presentamos. “Con una ye”, me respondió, “Eso me permite cobrar más, es como de más clase, ¿ves? Hablando de eso, ¿te molestaría dejar mi dinero sobre la mesa de noche?”.<br />
<br />
“No hay problema”, me levanté para hacer lo que me había pedido. “No es que importe”, dijo viéndome de píe “, pero ¿de verdad tienes una receta?”. La saqué de mi bolsillo y se la extendí. “¿Te molesta si le tomo una foto? es que esto es muy chistoso, nunca había visto algo así y quisiera compartirlo, ¿puedo decir que se la dieron a un amigo?”. “Dale”, respondí.<br />
<br />
“¿Qué quieres hacer?” me preguntó mientras se desvestía. “No sé, ¿qué se suele hacer en estos casos?” Puso cara de estarlo pensando mientras recogía su ropa del piso, la doblaba y la ponía cuidadosamente sobre una silla. “No vamos a usarla, ¿cierto?”, dijo. “No sé, no creo...”<br />
<br />
“¿Podemos hablar un rato?” dije para hacer tiempo. “Claro, pero cuesta el doble, porque es que mi cuerpo no es nada especial, mira: aquí tengo estrías; acá atrás, celulitis; mi pierna derecha es como tres centímetros más larga que la izquierda, y me siento algo acomplejada por el tamaño de mis senos, los dedos de mis pies y la forma de mi ombligo, que, si lo ves bien, está como salido. En cambio, mi mente es increíble. Sé de todo y lo que no sé, lo puedo deducir o inventar, soy una conversadora nata y he estudiado muchísimo; aquí donde me ves, tengo una maestría en artes en crítica, apreciación y creación de productos audiovisuales prehispánicos. Dime entonces, si me vas a pagar lo que vale mi mente, para irme vistiendo”<br />
<br />
Tras un cálculo rápido, decidí que era mejor que se quedara desnuda. “¿Y tienes mucha experiencia en esto?”<br />
<br />
“¿Lo aparento?” Preguntó con tono dolido. “No, para nada, si me cruzara contigo en la calle ni siquiera se me ocurriría, es sólo que quizás necesito de alguien más experimentado, finalmente esto hace parte de mi terapia psicológica y no sé si conozcas de estos temas lo suficiente para proponer un plan de acción, porque yo no, definitivamente no sé qué debería estar haciendo.”<br />
<br />
“Yo he estudiado mucho, desde que empecé a ejercer me he dedicado a leer todo lo que podía encontrar sobre sexo. Parece tonto, pero cada hora se escriben diecisiete artículos nuevos sobre la práctica sexual y una como profesional tiene que mantenerse actualizada. Comentame cómo llegaste a esto y quizás recuerde algo”.<br />
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“Soñé que era una tortuga”, le conté, “y que estaba en una playa acostada boca arriba”<br />
<br />
“Muy interesante, creo que voy entendiendo, ¿eras una tortuga de esas verdes y de patas palmeadas que ponen los huevos en la arena?”, preguntó entrecerrando un poco los ojos. “Sí, de esas”, respondí. “Bueno, por lo menos no eras una galápago, eso hubiera sido muy malo. Si tu amigo me hubiera contado algo de esto, hubiera venido preparada. Pero puedo dejarte una tarea que seguramente te va a ayudar mucho”<br />
<br />
“Sería bueno, gracias”, dije aliviado de no haber tenido que quitarme la ropa.<br />
<br />
“De todas formas te voy a cobrar porque me desnudé”, dijo acercándose a la mesa de noche. Le respondí que claro, que era apenas lógico. “Lo que vas a hacer”, empezó, “es convertirte en una tortuga dos veces al día. Debes acostarte en el piso con un cojín o almohadas sobre tu espalda, y vas a intentar recogerte sobre ti mismo y moverte sin que se te caiga lo que cargas.”<br />
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Recibí su consejo con algo de desconfianza, pero lo puse en práctica esa misma noche antes de acostarme y ayer, martes, en la mañana y en la noche. Hoy, durante la sesión, le conté a Silvia todo lo que había pasado y anoté que en los dos últimos días no había soñado con tortugas. “¿Pero has soñado?” me preguntó, y respondí que sí, que había soñado que era una morsa.<br />
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Consideró que era un progreso que soñara con mamíferos y preguntó “¿eras una morsa feliz?”. Dije que no, que me siento cohibido por el gran tamaño de mis dientes y envidio a las focas.<br />
<br />
“Quizás andas viendo demasiados documentales de animales” sugirió. El hecho es que salí de la consulta con una receta médica en que consta que requiero de los servicios de un biólogo profesional por razones de terapia psicológica.Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-14536706294345329392016-04-18T20:25:00.002-07:002016-04-18T20:25:20.454-07:00Caballo de mármol.Yo no sé qué fue lo que ella vio en mí, porque soy muchas cosas, pero no atractivo, ni poderoso, ni realmente inteligente, ni particularmente talentoso y, aunque algunas personas me consideran encantador, yo mismo a veces me aburro de escucharme contar siempre las mismas cosas. No sé, pero algo debió ver para pedirme que saliera con ella sin dar rodeos, ni lanzarme miradas seductoras, ni preguntarle estrategias de abordaje a sus amigas.<br />
<br />Me propuso encontrarnos el sábado a las 8:00 pm. La cita sería sencilla y corta: una cena en un restaurante que le gusta, seguida de dos cervezas o cocteles, ni uno más, en un bar cercano en el que estaríamos hasta las 10:00 pm, con la posibilidad de alargar la cita hasta las 10:30 pm, según cómo estuviera saliendo. Debo admitir que me gustó que tomara el control de la situación, incluso me emocioné un poco y sentí que mi corazón se convertía en un tambor o un caballo galopante cuando me dijo que no quería perder el tiempo y que me iba a entregar un cuestionario que debía llevar resuelto. "Los primeros quince minutos de la cita los dedicaré a revisarlo, lleva algo con que entretenerte", me dijo," y no te preocupes, tiene poco peso en la nota final."<br />
<br />La cita transcurrió bastante normal en el restaurante a pesar de que por su rostro pude adivinar que no le habían gustado mucho mis respuestas a su cuestionario. "Tienes potencial, chico, me gusta la idea de dejarme seducir por tus encantos" dijo cuando le sirvieron la segunda copa de vino, ", cuando los tengas". Respondiendo a mi expresión sorprendida, continuó diciendo: "Veo todo lo que podrías llegar a ser, pero me preocupa que sigues siendo un adolescente en muchas cosas. Mira, por ejemplo, tus puntajes en cultura: desconoces todo lo mejor de la música, tu conocimiento de Händel, Verdi y Bizet es totalmente nulo; por otro lado, aunque calificaste bien en literatura, hay varios clásicos que a tu edad ya deberías haber leído. Has estado perdiendo el tiempo"<br />
<br />"¿Entonces no te intereso?", le pregunté tras pensarlo mucho y masticar concienzudamente los últimos bocados de mi plato.<br />
<br />"Me interesa que dediques un año a convertirte en una persona completa y madura. Si decides hacerlo, prepararé un programa de cambios para ti que te harán capaz, si los sigues al pie de la letra, de eventualmente convencerme de interesarme en ti. Yo no te diré lo que dicen todas, que quiero que cambies por tu propio bien. Quiero que cambies por mi propio bien, por mi comodidad, porque si me encariño contigo, así sea un poco, y luego tengo que abandonarte por aburrido, va a ser molesto.<br />
<br />“Siempre me ha costado hacer las cosas por mí mismo” le dije sintiendo que había encontrado a la mujer de mi vida, “así que me encanta que me saques de la ecuación y me pidas hacerlo por ti, pero ¿cómo funciona el asunto?”<br />
<br />“Es sencillo, yo te propongo unas metas mensuales que pueden ir variando según tu progreso y todos los meses tenemos un almuerzo de seguimiento para mantenerme informada. Dentro de un año salimos de nuevo, me contestas un nuevo cuestionario y según cómo te vaya nos hacemos pareja, no vuelves a verme, o te doy un mes más de plazo para tomar acciones correccionales que permitan pulir unos últimos detalles.”<br /><br />
Después de eso, la cita fluyó de forma natural y cómoda, cosa que se hizo evidente cuando nos dieron las 11:00 pm en el bar hablando todavía de todas las maneras en que yo podía ser mejor, y ella, con un pequeño mohín fruto de haber roto sus propias reglas, me dijo algo que ya me había dicho antes y que, igual que la primera vez, me puso la piel de gallina: “Tienes potencial, chico” y se despidió lanzándome un beso que posó en su mano de uñas perfectamente rojas y sopló en mi dirección.<br />
De esto hace ya varias semanas. Su plan de acción me llegó el martes siguiente y me llenó de una emoción intensa. Fue como si, tras haber pasado años deambulando sin rumbo, por fin encontrara mi camino. Me he ceñido a las reglas estrictamente, he abandonado la cafeína, la literatura juvenil, los lácteos, la música moderna y las carnes procesadas; también se espera que deje de fumar, pero eso lo estoy dejando para más adelante. Ahora, en vez de leer cómics o ver películas, dedico todo mi tiempo libre a aprender italiano y cocina. <br />
<br />
Mis amigas me han felicitado por mi intención de convertirme en un hombre completo, pero dicen que un año es demasiado, que el programa es excesivo, que no tengo que cambiar tan profundamente para estar con alguien. Que con un par de meses en el gimnasio sería un partido aceptable, que conocen chicas que, en ese caso, estarían dispuestas a tener una cita conmigo.<br />
<br />
Lo que ellas no entienden, yo mismo no lo entendía hasta hace un par de días, es que ella no me propuso ser su novio sino su obra de arte. Su escultura, digamos. No sé si cuando se cumpla un año seguirá encontrando en mí eso que la hizo invitarme a salir y romper su cronograma en el bar, o si, al ver su obra terminada, se sentirá aburrida de repente e intentará venderme a cualquiera. Pero no me gusta pensar en eso. Además, dice el cronograma que debo haber dejado de hacerlo para la semana siete porque los caballos de mármol no deberíamos pensar en cosas tristes.Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-62446604988215472382016-03-13T10:13:00.001-07:002016-04-18T23:36:10.863-07:00Jueves 13.El médium es un tipo extraño. No por algo físico, sin embargo. Es un poco más alto que el promedio; tiene un cuerpo normal, más bien delgado, que se ensancha ligeramente en la cintura; ojos grandes y cejas delgadas que resaltan el hecho de que está empezando a quedarse calvo. Cuando le dije que tenía una frente con ínfulas de imperio, sonrió como si lo hubiera escuchado antes. Tampoco hay nada particular en sus manos, ni en el tamaño de sus pies. Podría parecer rara su persistencia en vestirse según unos preceptos anticuados de elegancia (con una pesada levita, un chaleco en cuyo bolsillo guarda un reloj Ferrocarril de Antioquia, una corbata de lino negro e impecables zapatos de charol), pero es todo parte del papel que representa para sus clientes. Su extrañeza radica en otra cosa y es algo quien no lo ha visto no puede imaginar: produce la impresión de estar a punto de desvanecerse en el aire.<br />
<br />
Me abordó el martes para suplicarme que le viera al día siguiente. Dijo que tenía un visitante que necesitaba hablar conmigo y no le permitía hacer su trabajo en paz. Debe ser mi tío, pensé, que, tras haber leído sobre nuestro encuentro en el parque, quiere convencerme de mostrarle en una luz más favorable y corregir los diversos errores e imprecisiones que pueda haber encontrado. Los muertos tienen demasiado tiempo libre...<br />
<br />
El consultorio está precedido por una sala de espera pequeña y lúgubre, apenas iluminada por dos candelabros ubicados a los lados de la puerta que lleva al médium, y un tímido bombillo sobre la que lleva afuera. Las paredes están forradas en fotos de los reconocidos personajes de la política, la ciencia y el arte que acuden al consultorio buscando respuesta a sus dudas.<br />
<br />
El consultorio, en sí, es pequeño y sencillo. Consiste en una pequeña mesa circular de madera y dos sillas; las esquinas del cuarto están ocultas tras velos porque, dice el médium, así se mantiene a los espíritus malos a raya. Cuando entré, me señaló una silla y se sentó frente a mí.<br />
<br />
“Deme las manos”, dijo e intentó tomarlas por la fuerza. “¿Es mi tío?”, pregunté evitando que me agarrara. “Es su hija”, contestó y apresó mis manos sin ninguna dificultad. “Pero nunca he tenido ninguna” terminé...<br />
<br />
“Va a tenerla”, dijo. “Quizás debería explicarle. Yo no soy un médium normal. No hablo con las personas que ya han muerto, mi arte es más complejo y difícil. Soy capaz de invocar a los hombres y mujeres que, si el mundo sigue el curso actual, nacerán en unos años. Sus espíritus me visitan, ponen sus manos en mis hombros y me dicen cuan orgullosos se sienten de conocer a alguien de mi importancia y poder. He recibido a nietos de presidentes, sobrinos de ministros, reyes coronados y madres de emperadores; he escuchado las melodías de los mejores compositores de los siglos veintiuno y veintidós; las vanguardias artísticas que transformarán el arte en los próximos años son, para mí, tan viejas como el renacimiento. Conozco las preocupaciones del próximo año y soy experto en la historia de lo que no ha acontecido. Este talento de dialogar con lo que está por acontecer me ha ganado renombre como consultor para estadistas, inversores y científicos que quieren tener al futuro de su parte.”<br />
<br />
“Nunca hago esto para personas comunes. El futuro debería ser solo para los más grandes humanos, aquellos que están dispuestos a dejar su huella sin importar lo que tengan que hacer. Pero en las últimas semanas su hija ha estado causando interferencia en mi talento: un reconocido astrónomo acudió a mí para obtener información que le permitiera concluir rápidamente su investigación. Intenté ayudarle, pero no pude hacer más que invocar a una mujer que le recitó los pronósticos, mes a mes, para su signo dentro de veinte años.”<br />
<br />
“Para marcharse, ha puesto una condición: hablarle a usted. La cosa es sencilla. Debe mirarme a los ojos y no dejar de hacerlo. Podrá distinguirla con el rabillo del ojo. No la mire nunca de frente porque el futuro es como un sueño o uno de esos corpúsculos transparentes que flotan en los ojos: cuando se le mira detenidamente se esfuma.”<br />
<br />
Le obedecí y efectivamente la vi. Tenía unos diez u once años, los ojos y el cabello eran oscuros, quizás negros, y parecía estar sonriendo. La saludé tímidamente y ella movió su mano derecha en respuesta. “Cómo te va en el colegio”, le dije sintiéndome paternal. Ella giró los ojos y me hizo saber, con un gesto, que no quería hablar de eso. Claro, pensé, soy un padre, seguro le pregunto la misma vaina todos los días.<br />
<br />
Me habló, dijo que quería agradecerme por haber sido un padre cariñoso, por leerle en las noches, por abrazarla, por escucharla con cuidado, por tratarla como a una persona inteligente, por ayudarla a encontrar sus propias respuestas, por guardarle algunos secretos, por cocinarle desayunos deliciosos. Me sentí feliz de escucharla. Entonces me dijo que pronto tendríamos que despedirnos. Sonreí y, seguro de que tendría la hija más maravillosa del mundo, le dije que nos veríamos en unos años.<br />
<br />
Cuando el médium volvió en sí, le pregunté si mi hija había cumplido con su parte del trato. Dijo que sí, que volvía a escuchar todas las voces del futuro sin ningún problema. Entonces se me ocurrió que mi hija no me había dicho quién iba a ser su madre y que debería asegurarme de no dejarla pasar.<br />
<br />
“¿Puede usted contactar a mí hija una última vez? Le prometo que seré breve”, le dije. Éste aceptó, tomó mis manos, y me pidió de nuevo que le mirara a los ojos. “Ya sabe como funciona”, me dijo, “pero siempre lo repito porque no se debe olvidar”. Esta vez, sin embargo, encontré a otra niña, una chica pequeña y rubia de no más de seis años. “¡Esta no es mi hija!” grité soltando las manos del médium. “¡No es ella con quien quiero hablar!”. “Es la única que le encuentro”, me dijo, “entienda que el futuro siempre está cambiando, que lo que ha vivido el día de hoy ha debido borrar la existencia de su primera hija.”<br />
<br />
Lo comprendí todo de golpe. Me supe huérfano de una hija que nunca nacería y que había estado empeñada en ni siquiera existir. El médium quiso saber si estaba bien y me acompañó afuera mientras repetía algo de que el futuro no es apto para todo público. Pienso que tiene razón, sólo lo es para desalmados y valientes. Que se sepa que desde hoy mantendré mi cabeza bien sumergida en el pasado.Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-2494456794092925022016-03-04T21:55:00.001-08:002016-03-04T21:55:06.698-08:00El caso de Europa— Buenas tardes —empezó el abogado, que ya llevaba un par de minutos mirando al prisionero al otro lado de la mesa —,en vista de que usted se rehusó a contactar a cualquiera de mis colegas, pero no renunció a ser defendido, me han asignado a mí encargarme de su caso. Para prestarle el mejor servicio posible, me gustaría que me contestara un par de preguntas honestamente, su respuesta no saldrá de este cuarto y, sin importar lo que me conteste, le defenderé con todos los recursos con que cuento. Lo primero es cuál es su nombre, el real.<br />
—Soy Zeus, padre de los dioses y de los hombres.<br />
—Veo en su archivo que insiste en ello, pero ¿Está seguro de que no tiene otro nombre? Algo más... no sé, local.<br />
—Calla, incrédulo, ¿acaso necesito otro? Soy Zeus, eso debería bastar.<br />
—Supongo que podría aducir locura.<br />
—¿Osas llamar loco al gran Zeus?<br />
—No, su señoría, es todo una artimaña para que no lo culpen de sus actos. Pero eso me lleva a la segunda pregunta. ¿Conoce usted a la señorita Europa Gutierrez?<br />
—Conozco a todos mis hijos e hijas.<br />
—¿Cree entonces que la señorita Europa es su hija?<br />
—Todos los hombres son mis hijos.<br />
—Claro, entiendo, porque usted es Zeus, el grandioso inmortal.<br />
— Y ¿qué con eso?<br />
—Nada...nada... solo que... ¿Podría decirme si en alguna ocasión ha tratado con la susodicha?<br />
— ¿Tratado qué?<br />
—Si alguna vez ha hablado con ella, si han compartido un helado o coincidido en un parque...<br />
—No veo la importancia de eso.<br />
—¿Cómo que no? ¿Acaso le gustaría pasar años encerrado en una celda oscura? ¿Quiere que lo condenen por la desaparición de Europa?<br />
—Ningún tribunal puede juzgarme a mí que soy el máximo juez. Y Europa no está desaparecida, sólo la convertí en una vaca.<br />
—Esa es la otra cosa. Dicen su expediente que además del rapto a la señorita Gutierrez, se le acusa de robarse una vaca. ¿Dice que no se ha robado una vaca?<br />
—Digo que la vaca no existe, es Europa transformada.<br />
—Entonces asegura que despues de raptar a Europa (no se preocupe, le entiendo perfectamente), la convirtió en una vaca.<br />
—Yo no la rapté, ella vino conmigo porque nadie puede resistirse a mis encantos. <br />
—Y la convirtió en una vaca.<br />
—Nada es imposible para mí.<br />
—La misma vaca que le acusan de haber robado...<br />
—Exactamente.<br />
—Entonces es todo un gran malentendido, ¿cierto?<br />
—Correcto.<br />
—Entonces no hay nada que hacer. Aduciremos que el defendido está loco —se dijo el abogado a sí mismo mientras abandonaba el cuarto.<br />
<div>
<br /></div>
Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-53481934475407007612016-02-29T18:30:00.000-08:002016-02-29T18:30:06.365-08:00MilagrosCrecí en una familia religiosa y profundamente creyente. Mi abuela materna decía todo el tiempo: "Si uno tuviera fe como un granito de mostaza y ordenara a una montaña que viniera a uno, ella obedecería", y luego añadía que el hombre (lease el ser humano, porque mi abuela decía todo esto antes de que existiera la corrección política) era una masa insignificante al lado de las montañas, y que, por eso, cuando se le ordenaba a un hombre curarse, éste se curaba. Eso sí, las enfermedades, me decía, son medio sordas y hay que hablarles con claridad y fuerza. Algunas, además, requieren de más fe. Para curar una gripa, por ejemplo, medio granito de mostaza era más que suficiente; para curar un brazo roto, se necesitaban dos granos de mostaza, uno para cada mano con que se iba a sobar el hueso. Para levantar un muerto, como ocurre con Lázaro, se necesita toda una patilla de fe, y esa es una cantidad que solo posee una persona cada dos mil años.<br />
<br />
Pienso en todo lo anterior porque una amiga me contó que había empezado a practicar biokinésis, que es una técnica en la que el usuario se concentra en transformar su ADN y producir cambios en su cuerpo: perder peso, recuperar el cabello perdido, eliminar enfermedades o, más comunmente, cambiar el color de los ojos.<br />
<br />
Mi amiga delira con tener ojos de un azul profundo y límpido. Y para conseguirlos lleva un mes viendo todas las noches, antes de acostarse, un video en Youtube que ha sido visto por más de un millón de personas. Este video, me explica, es exclusivo para personas que hayan nacido con los ojos café oscuros y quieran tenerlos azules. Existen también videos para personas que quieren pasar de ojos negros a verdes, azules o miel. De igual manera, hay técnicas para convertir los ojos azules en verdes, marrones o negros. Y es bueno que haya tanta variedad de videos, porque insatisfechos hay de todos los colores.<br />
<br />
Me pregunto a quién se le habrá ocurrido por primera vez eso de la biokinesis ocular. Jamás había pensado que redecorar el iris fuera un deseo común de la humanidad, que en el fondo todos sintiéramos envidia de los ojos del vecino. Pero esto también es culpa de mi crianza religiosa, que me hizo ser un poco inocente para esas cosas del mundo.<br />
<br />
A los educados en medios religiosos no se nos ocurre nada así. Nosotros aprendimos en el colegio y la familia que si Dios lo hizo a uno con los ojos negros hay que aprender a quererlos de ese color. Y que cuando se reza por los ojos, se hace para dejar de usar gafas o recuperar la vista, asuntos estrictamente prácticos, porque Dios es un ser ocupado y no tiene tiempo para consultas estéticas.<br />
<br />
Si nosotros pensáramos en esas cosas, a Moises se le hubiera ocurrido agregar una pequeña linea al final del noveno mandamiento que prohibiera desear los ojos del prójimo con tanta severidad como se condena desear a su mujer, su buey, su asno o su carro último modelo. Pero no lo hizo. Tampoco los jueces judíos se pronunciaron al respecto, y esos son los mismos que definieron cuales eran las formas correctas e incorrectas de sacrificar cabras para el consumo humano.<br />
<br />
Y a mi amiga le hubiera convenido que alguien prohibiera, sancionara o, al menos, se pronunciara sobre la biokinesis ocular porque, como consecuencia de su desinformada incursión en el mundo de la automodificación genética, uno de sus ojos está más claro que el otro. La razón, me dice, es que antes de ver el video se quita los lentes de contacto; así, uno de sus ojos, el que ve mejor, se beneficia más que el otro, el que está medio ciego. Cuando ya uno de sus ojos sea azul, explica, verá el video sólo con el ojo más oscuro hasta que ambos se igualen.<br />
<br />
Pero el caso de mi amiga es uno de los casos más leves de desequilibrio causado por la biokinesis. Si se busca con cuidado, se puede encontrar el caso de Clara, una mujer que toda su vida se sintió acomplejada por sus pequeños pechos y quiso usar la biokinesis para aumentar sus atractivos, pero a quien el tratamiento sólo le hizo efecto en el lado izquierdo. La razón es que, antes de acostarse a mirar el video, todas las noches se quitaba los audífonos que usa para disimular la sordera de su oído derecho.<br />
<br />
De todas formas, a ambas el desequilibrio las hace felices. Mi amiga sueña con el día en que pueda decir que nació con un ojo azul y el otro castaño. Mientras tanto, Clara, ha decidido publicar en las redes sociales solamente las fotos que muestren y resalten su mejor lado, y nunca había sido tan popular en los servicios de citas online.<br />
<br />
No se puede confiar en los milagros de la mente humana. Ya lo decían en el grupo de oración de mi abuela, la ciencia del hombre (sobre todo la pseudociencia) es tan limitada y desequilibrada como él mismo. Y allí radica la superioridad de la fe sobre la biokinesis. En que no cura más la gripa en el lado derecho que en el izquierdo; ni su efecto depende de que el paciente o el creyente esté usando gafas o aparatos auditivos. Los milagros de la fe lo invaden y transforman todo al mismo tiempo, o no lo hacen. Es una situación de todo o nada.<br />
<br />
Por otro lado, la fe, incluso cuando funciona, también es peligrosa. No se puede andar moviendo montañas a diestra y siniestra sin que alguien salga lastimado por más equilibradamente que caminen.<br />
<br />
Aprender a aceptar que los ojos son del color que son, que los pechos no van a crecer magicamente y que la topografía no va a transformarse según nuestro capricho; resignarse a uno mismo y al mundo parece la mejor opción o, por lo menos, la más económica. Y es que si se tiene mucho dinero, como han comprobado incontables millonarios alrededor del mundo, los milagros están a la orden del día y tanto la fe como la biokinesis salen sobrando.Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-57387428921651972692016-02-26T21:56:00.003-08:002016-02-26T21:56:50.793-08:00Encuentro en el parque<div align="LEFT" class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Century, serif;">El
fin de semana fui a leer en un parque y encontré a mi tío José.
Estaba sentado en una banca, a unos metros de mí, y, aunque llevo
mucho tiempo queriendo hablarle, no me le acerqué. Verán, mi tío
José falleció hace diecisiete años y hablar con espíritus, me ha
dicho el doctor, es malo para la salud. </span>
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Century, serif;">"Time
is disjointed","El tiempo está fuera de quicio", me
dije a mí mismo, citando a Hamlet, mientras lo observaba, poniendo
mucho cuidado en no ser descubierto. Se veía saludable, mucho más
que en los últimos años de su vida, y vestía un conjunto enterizo,
turquí con lineas amarillas, perfecto para hacer ejercicio y sudar
bastante sin que se note.</span></div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Century, serif;">No
es la primera vez que lo encuentro; su apariciones me estremecen
aunque parece un fantasma feliz, nada que ver con el cadavérico y
melancólico padre de Hamlet. Nunca toma nada, ni escucha música,
sólo observa los parques en que espanta </span><span style="color: black;"><span style="font-family: Century, serif;">—si
es que un verbo como ese puede aplicarse al caso. —</span></span><span style="font-family: Century, serif;">;
lo que puede deberse a que contaba, en vida, con un carácter más
contemplativo que consumista. Tampoco lo he encontrado leyendo, y
esto sí me parece extraño porque tenía la mejor biblioteca que he
conocido en mi vida. Es cierto que no recuerdo haberlo visto con un
libro en las manos, pero me cuentan que leía mucho y sé que tenía
una gran cultura. Sólo menciono esto último porque me parece que
los fantasmas deben contar con más tiempo para leer que los vivos;
yo mismo tengo una lista de libros que he reservado por si acaso
sufro insomnio en medio de la larga noche de la muerte. Me hubiera
gustado encontrarlo leyendo, saber si nos interesaban los mismos
autores o, por lo menos, los mismos géneros literarios. </span>
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Century, serif;">Lo
que no entiendo es ¿por qué espanta en los parques que yo
frecuento? ¿Por qué no se aparece en su casa en Cartagena y visita
a su familia?¿Será que no puede?¿Será que los muertos se quedan
confinados en la ciudad en que fallecen y no en la ciudad en que se
les extraña más? o, bien, ¿Será que me anda siguiendo? </span>
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Century, serif;">Yo
no sé, ni entiendo nada.</span></div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Century, serif;">Él
decía que yo iba a ser literato, lo dijo desde un día en que, me
cuentan, me encontró leyendo “El viejo y el mar”. Dicen que le
hablé sobre el libro con tanta pasión y razón</span><span style="color: black;"><span style="font-family: Century, serif;">
</span></span><span style="color: black;"><span style="font-family: Century, serif;">—toda
la que pudiera tener un niño de ocho años —que supo que mi
destino estaba en las letras y no la medicina, como mis padres
soñaban hasta entonces. </span></span>
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Century, serif;">Como
escritor encuentro interesante la idea que los muertos vayan
recogiendo sus pasos, que imagino debe ser algo así como sentarse a
revisar las propias memorias cuando ya fueron publicadas, y recordar
cómo fue el proceso de escribirlas a cada página, descubrir errores
ya irremediables y prometerse que la próxima vida se escribirá con
más cuidado. Me gusta la idea de recoger los pasos, también, porque
me permite pensar que tal vez el tío que veo es él mismo, aún
vivo, cuando era más joven. Y me gusta verlo así, feliz y
tranquilo, antes de sus últimos años cuando se emborrachaba solo
los domingos, cuando había dejado de leer por falta de tiempo e
interés, cuando ya lo único que pude conocer fue a un hombre algo
hosco y silencioso con el que me asustaba hablar y que, sin embargo,
siempre me tuvo en muy buena opinión. No sé... recuerdo muy poco.</span></div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Century, serif;">¿Qué
quiere él de mí cuando visita mis parques?¿Qué quiero yo de él,
si sólo imagino reconocerlo? </span>
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Century, serif;">Hace
años me dijo una amiga, que se especializa en todo lo que tiene que
ver con espíritus y magia, que los muertos tienen la capacidad de
hacer tres visitas a personas con quienes aún tienen asuntos por
resolver, que por eso algunas personas sueñan con los recién
fallecidos aún antes de saber que estos ya no son de esta vida. Y
quizás sea eso, que me visita —o yo lo imagino —para hacer las
paces por haberse dejado morir antes de que pudiéramos hablar como
iguales.</span></div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Century, serif;">O,
tal vez, quiere que le pida perdón. En 1998, yo pretendía ser poeta
y escribí un poema malísimo poco antes, o poco después, de que mi
tío falleciera. Entonces tampoco sabía nada, pero volviéndolo a
leer después del suceso, descubrí que parecía escrito por un
muerto que se despedía de las personas que quería. Como persona
lógica, estoy absolutamente seguro de que es todo una casualidad,
pero como autor me siento culpable de haberlo matado. Los escritores
creemos en cosas muy ridículas.</span></div>
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<br />
<div class="western" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Century, serif;">Ahora
soy un adulto y su fantasma también; tenemos cosas de que hablar,
pero me da miedo acercarme. No sólo porque podría ser un fantasma,
sino también porque me preocupa la idea de que me pida vengar su
muerte. No sabría como hacerle la guerra al cáncer y, de todas
formas, no soy de carácter vengativo sino conciliador. A lo sumo le
pediría, al cáncer, hablar mientras tomamos un poco de café, le
explicaría la situación y luego iríamos a jugar bolos o recurriría
a un abogado, según cómo resultara el encuentro. </span>
</div>
Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-6514024345384061712016-02-23T23:43:00.003-08:002016-02-24T00:04:02.459-08:00Mi tía debería ocuparse.Desde el día en que cumplió un año de soltería, a mí tía Lucía le dio por frecuentar la medicina.<br />
<br />
Cada dos semanas, puntual como un relojito, se enferma, descubre que tiene la presión baja, le inicia un dolor intenso de espalda, le duele la cabeza en lugares extraños, se le revuelve el estómago o le da infección de oído. Entonces se da un baño concienzudo, se viste cómodamente, se aplica base y se peina y, cuando se siente lista para recibir visitas, llama a emergencias para que le envíen un profesional de la salud. Mientras espera, mi tía prepara un café, repasa la lista de sus dolencias y prepara el archivo de las recetas que le han prescrito durante los últimos años, también tiene una cajita en la que guarda los cartones de las medicinas por si el doctor no las reconoce de nombre y necesita revisar el componente activo. Sé todas estas cosas porque me las cuenta en la noche, cuando ya todo ha ocurrido, con un dejo de orgullo mal disimulado, entonces me muestra sus nuevas medicinas y me hace un recuento de sus últimos males.<br />
<br />
A mí, su situación me preocupa. Me da la sensación de que se enferma para ocuparse, que desde que se separó y no tiene que cuidar de un hombre alcohólico y descuidado, no sabe que hacer con tanto tiempo libre. Me da miedo que pueda convertirse en una hipocondríaca de texto.<br />
<br />
— ¿Tú quieres que me consiga un novio a esta edad?— me responde siempre.<br />
<br />
Yo siempre le respondo que no, que sólo pienso que debería ocuparse, tomar clases de cocina, asistir a eventos culturales, hacer ejercicio y que, finalmente, todavía es joven y si algún hombre quisiera invitarla a salir, yo no le vería nada de malo a eso.<br />
<br />
Y así ocurre, casi siempre, cada dos semanas. Ella me cuenta de su nueva enfermedad, yo le sugiero que se enferma por puro vicio y ella dice que no quiere salir con nadie, que con sus enfermedades y doctores le basta y le sobra. Pero la semana pasada algo cambió, me dijo que había escuchado algo de citas rápidas y le sonaba interesante, que quería que le ayudara a inscribirse en una. Eso sí, me aclaró, una para señores y señores de cierta edad, ya tengo muchos años para que me vean por la calle agarrada de la mano con un jovencito.<br />
<br />
El día de las citas, se arregló con el mismo cuidado que pone cuando se enferma. Eso sí, se vistió mejor, se puso su traje negro para cirugías . Quería que la esperara afuera por si alguno de los hombres le soplaba burundanga o le echaba algo en la bebida. Cuando salió, una hora y media después, se veía desencantada.<br />
<br />
—¿Qué pasó?— le pregunté.<br />
—Que nadie supo decirme qué será este lunar que me encontré esta mañana en el brazo.<br />
<br />
Desde entonces he dejado de molestarla pidiéndole que se ocupe. Uno viene a este mundo a buscar cómo ser feliz, y ella se siente dichosa con sus enfermedades quincenales, mucho más de lo que se sentiría asistiendo a clases de cocina, apreciación poética o conciertos de música clásica. Ahora en lo que le insisto es en que debería mudarse a un edificio que esté lleno de doctores separados, alguno tiene que haber.<br />
<br />
Y es que quién sabe si allá afuera no habrá un doctor maduro que se levanta cada dos semanas con la necesidad imperiosa de revisar lunares, tomar temperaturas y recetar medicamentos, y que no tiene con quien satisfacer sus saludables deseos, así que deambula por las calles mirando a los transeúntes con ojos examinadores y sintiendose infeliz.<br />
<br />
Mi tía insiste en que quiero encontrarle un novio. Y no, yo lo que quisiera es encontrarle complemento a su locura personal. Y es que, no nos digamos mentiras, ambos se beneficiarían enormemente si se conocieran.<br />
<br />
Ya los puedo imaginar, él diciéndole, coquetamente, sobre el café: “Querida, ese lunar se ve preocupante”. Y ella encantada de sentirse tan bien cuidada respondiendole: “Y ¿cuándo lo hacemos examinar, corazón?”Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-90836933490910564912016-02-10T00:16:00.004-08:002016-02-10T00:16:42.569-08:00¿A dónde va el amor cuando muere?<br />
Han pasado casi 150 años desde la muerte de Gustavo Adolfo Becquer, y a pesar de la invaluable colaboración de Willie Colón, no estamos ni un paso más cerca de resolver la profunda duda que aquejaba al poeta cuando escribió la rima XXXVIII. Nadie, ni las musas, ni los poetas, ni las gitanas, ni los filósofos, ni los técnicos en disposición de desechos han sabido decirle al mundo a dónde se va el amor cuando muere.<br />
<br />
Existen, sin embargo y es bueno recordarlo, numerosas hipótesis. José Guillén, autor de “Amor: ese extraño huesped”, propone que el amor es un ser vivo, invisible y etéreo, que desova en los oídos de quienes duermen y que crece alimentándose de su anfitrión. Cómo todos los animales, el amor también muere y deja restos detrás suyo. Igual que los cementerios de elefantes, esos lugares en que se han ido arrumando los huesos de numerosos elefantes desde que el mundo es mundo, existen, asegura Guillén cementerios de amores. Estos son lugares fácilmente reconocibles porque producen una inmediata sensación de melancolía concentrada y, si pudiéramos verlos, entenderíamos la razón. En ellos se erigen pilas inmensas de cadáveres amorosos de todos los tamaños y formas; desde los diminutos y frágiles esqueletos de los amores que nunca llegaron a nacer, hasta las gigantescas osamentas de los amores que murieron con sus anfitriones tras una larga vida de parasitismo. Se encuentran allí, también, huesos contrahechos, propios de los amores enfermizos y muchas, muchas variedades más.<br />
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Tambien se conoce, se ha hecho popular en lós últimos años, la hipótesis presentada por Ismael Sierra en “Caín: el primer enamorado” que empieza con esa frase que ha hecho la delicia de ateos de todas las edades: “Si existiera, Dios sería el único culpable de todas las guerras y asesinatos de la historia humana. Nadie más que él, quien introdujo el desamor y la violencia a la plácida, monótona y pura vida de la raza humana. ¿Acaso es digno de un ser que se pretende sabio y todopoderoso preferir, como una adolescente caprichosa, las ofrendas de una persona sobre las de otra?¿Acaso, al hacer esto, no produjo el primer corazón roto, la primera desazón de no saberse amado, el primer caso de celos? Si un ser como ese Dios existiera, creo que tendría el buen sentido de quitarse la vida para pagar por sus culpas. Por todo lo anterior, puedo aseverar que Dios no existe”.<br />
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Para Ismael Sierra, el amor es un producto físico de nuestro cuerpo, como las hormonas, y no puede morir, pero sí puede ser neutralizado o convertirse en otra cosa. A mí, personalmente, me atrae inmensamente la idea de que el amor se convierta, inevitablemente, en desamor. Como si el amor fuera una crisálida de la que eventualmente emergerá una colorida mariposa, quizás una de esas que revolotean en los estómagos de los enamorados. El desamor entonces es como esos árboles aztecas a la vera del camino de cuyas ramas, en vez de hojas colgaban calaveras, señalándole al aventurero que si sigue adelante las cosas no van tener un buen final. En ocasiones, asegura Sierrra, el desamor puede mutar en cosas aún más espantosas como la ira, el deseo de venganza o la depresión. La propuesta de este autor es un poco radical, lo que se explica por su formación quirúrgica. Lo ideal, dice, sería extirpar de los niños no-natos el organo amoroso, o en su defecto, desarrollar una técnica para extraer el desamor del cuerpo. De cualquier manera, una humanidad la que hayan desaparecido el amor y sus peligrosas consecuencias sería más justa, más hermosa, inocente y pura, y es a ella que todos deberíamos aspirar.<br />
<br />
Los cientificos, poetas, gitanas y filósofos han recibido las propuesta de Sierra con algo de escepticismo, pero se sabe que los psicólogos han aceptado a píe juntillas la idea de que el desamor es una plaga, como las ratas o las cucarachas, y están trabajando en técnicas no invasivas para desterrarlo. Inspirados por la estrategia militar de colocar la misma canción a todo volumen durante interminables días para desalojar viviendas, se han propuesto desarrollar una aplicación que repita interminablemente la misma frase en los oídos de los plagados hasta que el desamor se marche.<br />
<br />
La aplicación todavía está en etapa de pruebas, pero hasta ahora los sonidos que mejor han funcionado para espantar el desamor son las canciones de Alci Acosta. Cosa que les podría haber dicho cualquier colombiano al que le hayan roto el corazón.<br />
<br />
A todas estas, el mundo sigue sin saber a dónde va el amor cuando muere. Yo lo que creo es que se lo comen los tardigrados, sin embargo no he conseguido entrevistarme con ninguno.<br />
<br />Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-25298035890848795722016-02-10T00:07:00.003-08:002016-02-10T00:07:53.163-08:00FumarMi amiga me dijo que le habían ofrecido un trabajo en Bogotá y que estaba planeando mudarse, pero le preocupaba su economía. Particularmente el gasto mensual que le representaría aprender a fumar y mantener el vicio.<br />
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—Es que tú me conoces. No sé que es la moderación, si empiezo a fumar necesitaré de un par de paquetes al día, y esto es haciendo cuentas alegres.<br />
<br />
Por haber sido un fumador, por lo menos, la mitad de mi vida, me sentí con la autoridad y experiencia para detenerla enseguida y explicarle, sin rodeos, que no se fuma por el frio, por lo menos no por el de la ciudad.<br />
<br />
—Uno fuma por muchas razones, yo fumé por sentirme enamorado, por tener el corazón roto, por puro aburrimiento, por sentir las manos desocupadas, porque la noche estaba clara y desde mi ventana se veía a un ángel con una trompeta que parecía un cigarro; fumé por física envidia de otros fumadores y hasta para premiarme por llevar un par de semanas sin fumar. El frío es lo de menos, uno no se va a calentar más por tener un punto encendido cerca de los labios y el humo no es caliente, sino de una tibia y sedosa frialdad.<br />
<br />
Como se mostrara interesada en esta lógica de que se fuma por razones que no tienen nada que ver con el cigarrillo en sí, ni con el fuego, le conté sobre un amigo que dejó de fumar hace unos cuatro años de súbito y nunca ha vuelto a recaer. Todo esto a pesar de que era de esas personas que parecieran estar fumando un sólo cigarrillo ininterrumpido desde que despiertan hasta que caen dormidos.<br />
<br />
Resulta que, a pesar de su afición, era un hombre consciente del daño que hacia su vicio al mundo. Mis pulmones no son míos, me decía todo el tiempo, son del universo. En consecuencia, un día se inscribió en un seminario para dejar de fumar, el seminario consistió en una charla de cuatro horas, no sobre el efecto dañino del cigarrillo en los pulmones y el resto del cuerpo, sino en una exploración de por qué fumamos. Y la conclusión, parece, es que fumamos principalmente por culpa del inconsciente y no porque nuestro cuerpo anhele la nicotina, o porque exhalando humo nos sintamos como dragones en reposo.<br />
<br />
—Resulta que pasé toda mi vida fumando porque mi inconsciente estaba obsesionado con convertirme en Clint Eastwood —ha dicho mi amigo a todos sus conocidos desde que abandonó la nicotina —y esta contradicción entre querer encontrarme a mí mismo y al tiempo desear, constantemente, ser otra persona me estaba destrozando por dentro, entonces fumaba para llenar con humo las grietas de mi alma.<br />
<br />
Curiosamente, le dije a mi amiga, Clint Eastwood nunca fue un fumador y desde muy joven ha cuidado mucho su salud ejercitándose diariamente, comiendo sano y meditando. Seguramente hasta es vegetariano, añadí aunque no tuviera la seguridad de que fuera así. Así, pues, mi amigo ahora se parece a Clint Eastwood mucho más que cuando fumaba. Y eso también debe ser culpa del inconsciente, termino.<br />
<br />
Mi amiga quiso saber si eso le pasa a mucha gente, y yo no estaba seguro de si se refería a desear ser Clint Eastwood, a fumar por culpa del inconsciente o a tener la sensación de que conocemos a gente que jamás hemos visto. En todo caso le respondí que sí y pareció quedar satisfecha y pensativa con mi respuesta.<br />
<br />
—Entonces todo es cosa de hacer consciente en quién quiere mi inconsciente convertirme para que ni siquiera me provoque fumar — propone finalmente y ya con una sonrisa tranquila.<br />
<br />
Yo asiento, pero no estoy convencido ni tranquilo. Toda esta charla sobre el inconsciente me pone algo paranoico, porque mi amigo dice que el mío probablemente me hace fumar porque quiere convertirme en un escritor de verdad y mientras escribo estas lineas intento no pensar en que ya se ha salido con la suya.<br />
<br />
En todo caso, mi amiga ha decidido rechazar el trabajo, y psicoanalizarse un par de años antes de atreverse a vivir en cualquier ciudad de clima frío. Yo no se lo he mencionado, pero el cigarrillo es un vicio mucho más económico que el psicoanálisis, aún sumándole la asistencia al seminario de mi amigo. Sobre todo porque ambos caminos conducen al mismo punto, a descubrir que el inconsciente ha estado moviendo nuestros hilos para convertirnos, sin que nos demos cuenta, en otra persona. En Clint Eastwood, por decir cualquier cosa.Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-560376227035225442016-01-10T09:12:00.000-08:002016-01-10T09:12:24.760-08:00Qué te vas a acordar, GabrielaDebes estar ahora mirándote las manos y sintiéndolas distintas, más cortas, y preguntándote si siempre se han visto así. Si esas uñas largas te pertenecen, si siempre has tenido esos vellos en el dorso de tus manos, si eres bella. Dejame ser tu espejo, eres adorable. Te aseguro que tus uñas largas, tus manos velludas y tus orejas grandes, que siempre te han pertenecido, no hacen otra cosa que aumentar tu encanto.<br />
<br />
Anoche habías quedado en encontrarte con dos amigas del colegio en un pequeño bar cerca de tu casa. Te esmeraste en arreglarte, las recordabas muy bien y esperabas que fuera una noche loca como antes. ¿Y por qué no habría de serlo?, te decías, si no hemos llegado aún a los treinta y nos quedan todavía muchos años de juventud para emborracharnos, bailar y reír como si, otra vez, fuéramos quinceañeras. Te pusiste tu vestido negro de una sola pieza, ese que cuando te sientas, enseña casi el inicio de tus intimidades. También vestías unos tacones nuevos, un delgado cinturón de hebilla dorada y pulseras del mismo material que resonarían como campanillas cuando bailaras. Iba a ser una noche para recordar, pero llegaste para encontrarlas en un rincón comiendo nachos y sorbiendo coca-cola; vestidas como madres, con suéteres manchados de leche achocolatada, jeans y zapatillas deportivas grises. Ni siquiera las saludaste. Todo eso me contaste ¿Ya te vas acordando?<br />
<br />
¿Tienes hambre? No estoy seguro de que anoche hayas comido nada. A tu derecha está tu comida. Pruébala aunque no se vea apetitosa. Te sentará el estomago y cuando dejes de sentir hambre podrás pensar mejor.<br />
<br />
No sé por qué te llamó la atención ese local, desentonabas en él. Eras la mujer más arreglada del lugar y nadie se atrevía a mirarte fijamente. Era un antro para universitarios en el que sonaban canciones populares y sólo un par de parejas bailaban. Quizás te gustó que no tuvieras que pagar la entrada, o algún joven te pareció particularmente guapo. El hecho es que entraste y te sentiste perdida. Pensaste en irte y entonces viste a alguien que te pareció conocido, alguien a quien habías visto en televisión, y lo observaste fijamente intentando recordar exactamente dónde. Quizás en uno de esos programas de animales que pones cuando te estás ejercitando. Él te vio y te saludó; pensaste que debía sentirse tan perdido cómo tú y te acercaste.<br />
<br />
Claro, maja, soy el cazador de cocodrilos, todos me lo dicen, que soy clavado a él, te dijo cuando le preguntaste si lo habías visto en alguna parte, si era famoso. Eso era, claro, por eso su cara te sonaba. No te quedó claro si era o no familia del presentador porque cuando se lo preguntaste no hizo más que reírse y decirte que todos los australianos son clavados: altos, rubios, atléticos y tostados por el sol. Entonces lo miraste bien, vestía un pantalón de dril y una camisa blanca en la que brillaba un broche con forma de koala. Trabajo en el zoológico, te explicó, me alucinan los koalas. Le sonreíste y te preguntó si sabías que son la mar de inteligentes, casi tanto como la gente, y que les encantan los electrónicos, suelen robarse las cámaras y los celulares de los turistas descuidados.<br />
<br />
Hacia la medianoche te sentías agotada y Joey, el australiano, aunque guapo y no del todo aburrido, no había hecho ningún movimiento. Terminaste tu copa, le sonreíste y saliste del club sin esperarlo. Pensabas tomar un taxi, llegar a tu casa, darte un baño bien frío y tirarte desnuda sobre la cama. Viste venir un taxi y alargaste tu mano para que se detuviera, pero ya traía pasajeros y pasó de largo. Y qué bueno que pasó de largo, porque antes de que pasara uno desocupado, la mano de Joey se posó sobre tu hombro. Te diste vuelta sin saber que era él, con el corazón a mil, pensando que debía ser un atracador, un violador o un habitante de la calle. Estabas preparada para el desastre, pero sólo era él y sonreía. Quisiste explicarle que tenías sueño, pero se te adelantó. Te dijo que se alegraba de que hubieras salido, que se sentía aturdido por todo el ruido y que si no se había ido antes era porque le parecías una mujer interesante, que quería proponerte algo, y que estabas en toda tu libertad de negarte. Estabas preparada para hacerlo. Esperabas que te propusiera acompañarlo a su casa, o tomar desayuno con él, o caminar por las calles, o alguna pendejada, pero no. Te propuso entrar al zoológico para ver los animales nocturnos y tomar vino. Dormir seguía pareciéndote un mejor plan hasta que sugirió que podrían darle de beber a los bonobos.<br />
<br />
Anoche, después de haber visto a tus amigas sumergidas en una cómoda rutina hogareña, la idea de entrar ilegalmente al zoológico y tener la oportunidad de emborrachar a un pequeño primate te sonaba como el paraíso. Incluso te espantó el sueño por un rato.<br />
<br />
El zoológico no estaba lejos y en el camino aprovecharon para comprar el vino. Él entró primero por la puerta de los empleados y luego salió para decirte que ya podías entrar. El vigilante detuvo su lectura para saludarte con una sonrisa y volvió a su libro. Ven, te llamó imperiosamente Joey, con los otros guardias no tengo ningún arreglo. El zoológico estaba oscuro y sentiste que deambulaban entre los hábitats sin orden ni concierto, entonces, por primera vez en la noche, sentiste miedo de él. Joey... empezaste a decir y él apretó tu mano con firmeza, y te sentiste segura de nuevo. ¡Qué bobada!, pensaste. Al cabo de unos minutos, llegaron a una plaza en la que él se sentó y te señaló que hicieras lo mismo. ¿Dónde están los bonobos?, le preguntaste y él respondió con una seña vaga. Despues, te dijo.<br />
<br />
¿Te acuerdas, Gabriela, de cuánto vino tomaste anoche? Habían comprado dos botellas y unos vasos grandes de un plástico duro en que lo estaban sirviendo. ¿Te acuerdas del momento en que Joey te dijo que quería enseñarte como se hacen los Koalas y tú te le acercaste y buscaste su boca con tus labios y la encontraste cerrada? Entonces tú no te dabas cuenta, pero a ambos estaban cayendo dormidos y, a pesar de eso, intentaban seguir hablando. Y tú, tú y tus manos insistían en acercarse a él, en acariciarle su abdomen fuerte, en apoyar la cabeza sobre su hombro, en descubrir lo que guardaba en el pantalón. Y él, se quedaba quieto, paralizado, con cada uno de tus avances y te decía algo que no se le entendía. ¿Te acuerdas, Gabriela? ¿Recuerdas del momento en que los dos se quedaron silenciosamente dormidos frente a la jaula de los koalas?<br />
<br />
Yo me acuerdo, yo estaba allí. Come un poco más ¿Te sientes satisfecha? Has estado ya varias horas despierta y es natural que te sientas cansada, aquí se duerme casi todo el día. Veo en tus ojos que ya recuerdas. No tengas miedo, la primera semana es la peor, luego todo empieza a parecer un largo sueño y un día te despiertas y tienes la sensación de que nunca conociste otra vida, de que ese cuerpo gris y peludo de nariz grande es el único que has habitado. Lo sé por experiencia, no eres el primer koala que hago. Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-44615907466190902552015-09-19T01:27:00.001-07:002015-09-19T01:27:14.383-07:00Un miercoles cualquieraTras haberlo reflexionado varias horas, decidí que los miércoles son el día ideal para morirse. Si se selecciona bien la hora, el cadáver puede liberarse de todas las restantes responsabilidades del día. Por si fuera poco, su presencia tampoco será requerida el jueves y estará en la libertad de tomarse el viernes para descansar de todo el ajetreo de los días anteriores. Finalmente, durante el fin de semana, el fallecido tendrá tiempo suficiente para informarse sobre actividades ultraterrenas que puedan interesarle. He escuchado que, entre las personas que quieren aplicar al asilo celestial, las clases de arpa, vuelo asistido, bordado, cross-fit y reparación de electrodomésticos son bastante populares. Mientras tanto, entre quienes quisieran mudarse al pueblito caliente, las clases de cata de vino, maquillaje, apreciación de música rock y cocina japonesa son las que cuentan con mayor número de asistentes. También, y este fue mi caso cuando el miércoles siguiente a haber pensado todo esto fallecí, existen muchos finados que prefieren quedarse en la tierra con la esperanza de convertirse en fantasmas o ser despertados el siguiente domingo.<br />
<br />
Ahora, querido lector, yo sé lo que debes estar pensando. Y si no estoy equivocado debe ser algo así: “Claro que no sabes lo que estoy pensando, pero de todas formas no es sobre tu muerte que discurren mis pensamientos, no, eso no, yo soy un lector ocupado que he puesto esta historia ante mis ojos porque da la casualidad de que mi celular tiene la batería baja y necesito entretenerme por un momento mientras llego a mi destino, mi cena termina de cocinarse, termino de hacer mis negocios en el baño o me entra sueño. Y en todo caso, en nada me interesa que me digas que moriste un miércoles porque sé perfectamente que mientes, nadie puede haber muerto y estar escribiendo al tiempo, además, apenas vamos por la mitad del libro y ya revisé y el resto de las páginas no están en blanco. Así pues, no estás muerto, no moriste y no te creo nada”.<br />
<br />
Sin embargo, incrédulo lector, sí morí.<br />
<br />
Fue el miércoles a eso de la una. Miré el reloj y pensé que en sólo quince minutos más sería el momento ideal para estar muerto. Así que salí a la calle, me fumé un último cigarrillo, me senté en mi escritorio, apoyé mi frente sobre él y expiré.<br />
<br />
En principio, estar muerto fue bastante monótono e incómodo. Cuando mis músculos empezaron a agarrotarse, me inició un dolor insoportable de espalda y fui incapaz de cambiar de posición. La próxima vez intentaré morirme en una cómoda sala de cine, recuerdo haber pensado. Cuando ya casi me había acostumbrado al dolor de espalda, me empezó a rascar una pierna y sentí algo de hambre.<br />
<br />
Mi fallecimiento fue descubierto a la hora de salida, pero todos se pusieron de acuerdo en ignorarlo hasta el día siguiente. Expresé mi descontento con un largo pedo. Se hizo de noche y descubrí que los primeros pensamientos que se tienen al morir son un poco como los primeros pensamientos que tendría un recién nacido si pudiera articularlos: "Tengo frío", "Tengo hambre", "No puedo ver nada", "Tengo un mal presentimiento sobre todo esto" y "¿Quién esta persona que me sostiene por las piernas?".<br />
<br />
Quien me sostenía, aunque tú no lo creas, era el encargado de la limpieza. Durante los primeros minutos, lo encontré bastante molesto y me disgustó su actitud de arrastrarme por el piso descuidadamente hasta un callejón cercano, revisar mis bolsillos meticulosamente y guardarse todas mis posesiones en sus bolsillos. Pero llegué a apreciarlo como persona y hasta a sentirme agradecido con él, cuando empezó a llover y me cubrió con cajas, bolsas y periódicos.<br />
<br />
Podría aburrir al lector con la narración de mi primera noche como fallecido, pero no lo haré. Hay cosas más importantes e interesantes de que hablar que del momento en que, a medianoche, dejó de llover y escuché como centenares de huesudos gatos correteaban por callejón en que yo yacía.<br />
<br />
Al lector evidentemente no le interesaría saber que me asustaba la idea de que me devoraran porque me parecía un fin poco digno a mis aventuras. Por eso en vez de contarles que me acordé de la oraciones de mi niñez y pedí al espíritu santo que convirtiera, con sus alas milagrosas, el cartón, las bolsas y los periódicos en cemento y madera para que no me comieran los felinos, avanzaré rápidamente al momento en que dos hombres que estaban recogiendo basura me encontraron y llamaron a la policía.<br />
<br />
Evitaré hablar también de la ventisca que atravesó de repente el callejón; apenas logré terminar mis oraciones antes de que cajas, periódicos y bolsas se levantaran por los aires dejándome expuesto ante las lenguas ásperas y los dientes afilados de los gatos. En cambio, creo importante contar que esos pequeños cubículos metálicos en que refrigeran a los cadáveres son bastante incómodos. El problema no es un asunto de espacio ni temperatura, sino de olor. Huelen a muertos y eso lo pone a uno nervioso. Yo me sentía muy tranquilo cuando me llevaban, pero ya adentro me dieron ganas de salir corriendo, meterme bajo mis sábanas, comer helado y dejar el televisor prendido toda la noche.<br />
<br />
Finalmente, por economía narrativa y por ser detalles sin importancia, no mencionaré de ninguna manera que los gatos me lamieron por varios minutos antes de marcharse insatisfechos sin haber encontrado nada que valiera la pena devorar. Tampoco detallaré la conversación que el encargado de la limpieza sostuvo con los policías explicándoles que jamás me había visto, que si la foto de su cedula se parecía a mi rostro era pura coincidencia, que los rostros cambian con el tiempo y que no había escuchado nada extraño en toda la noche. Nada como no fuera mi voz. Y, sí, estaba seguro de que era mi voz porque el occiso tiene cara de que tenía una voz como la que escuché decir: “Hoy es el día en que voy a matarme y nadie más es culpable de mi muerte que yo mismo porque esto es, sin lugar a dudas, un suicidio”. Espero, señor, señora, joven que aprecie el esfuerzo que hago al ahorrarle la lectura de todos los aburridos sucesos de esa primera noche.<br />
<br />
En el refrigerador hacía frío.<br />
<br />
El forense me informó de antemano, cosa muy responsable, que mi autopsia sería practicada por un estudiante sin experiencia alguna. Esto en principio me pareció bien, siempre es lindo ser la primera vez de alguien.<br />
<br />
Dicen los muertos que una autopsia bien hecha puede ser extremadamente relajante y satisfactoria, tanto como un profundo masaje. A mí me dolió mucho y estoy seguro de que el estudiante está reprobando anatomía porque me extrajo la vejiga cuando le pidieron ver el corazón.<br />
<br />
El alcalde del cementerio me dio la bienvenida en persona, no podía ser de otra manera. Apenas habían pasado quince minutos desde que me habían sepultado en una tumba común marcada sólo con N.N. cuando ya tenía a alguien entregándome papeles, diciéndome que mucho gusto, que ojalá votara por él en las próximas elecciones, regalándome botones e invitándome a unirme a las clases y actividades de la comunidad. Y entonces empezaron los problemas.<br />
<br />
La cosa es que uno nunca le advierten que la muerte puede ser muy aburrida si uno es un N.N. o tiene un nombre muy común. La razón es que las lápidas son los registros de nacimiento al más allá y está terminantemente prohibido que dos o más personas registradas con el mismo nombre participen en las mismas clases o actividades. La muerte, qué gusto, también está poblada de inútiles burocracias.<br />
<br />
Hay un número limitado de cosas que se pueden hacer en un féretro y para el domingo, como es lógico, ya estaba aburrido. Así que ese mismo día empecé a estudiar para convertirme en fantasma. Los exámenes, según me habían informado, serían el siguiente fin de semana.<br />
<br />
Y allí se acaba esta parte de la historia. ¿Ves cómo al final de todo no he revivido y sí me he quedado muerto? Creo que debes reflexionar mucho sobre tu incapacidad de confiar en los autores mientras caminas de la estación a tu casa, cenas, concluyes tu negocio en el baño o dejas estas hojas al lado de la cama, apagas la luz, cierras los ojos y te quedas dormido.Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-28700664994260862152015-09-09T10:07:00.003-07:002015-09-09T12:25:21.028-07:00La metamorfosis de Tom CruiseCuando Tom Cruise se despertó esa noche después de una siesta intranquila, se encontró sobre la silla de maquillaje aún convertido en un monstruoso insecto. Una sábana blanca se deslizaba sobre su vientre abombado, parduzco y duro. Sus muchas patas, ridículamente inútiles se mantenían quietas ante su rostro.<br />
<br />
«Me han olvidado» Pensó.<br />
<br />
No era un sueño. El resto del camerino seguía intacto. El extractor giraba lento con un zumbido grave. En los espejos de la pared se mantenían dos fotos, el antes y después del maquillaje, enmarcadas por cuatro tiras de cinta adhesiva. En la esquina, estaba un perchero del que colgaban su sombrero y su gabardina.<br />
<br />
«¿Qué pasaría —pensó— si durmiese un poco más y olvidase todas las chifladuras?»<br />
<br />
Pero esto era absolutamente imposible, porque estaba acostumbrado a dormir del lado derecho, pero en su estado actual no podía ponerse de ese lado. Lo intentó cinco veces, cerraba los ojos para no ver sus patas rectas e inútiles y sólo desistía cuando comenzaba a notar un dolor sordo en las costillas.<br />
<br />
«¡Xenu mio! —pensó— ¡Qué profesión más dura he elegido! Entrevistas, reuniones y fotografías un día sí y otro también. Pero cómo han podido olvidarse de mí justo hoy que tengo una gala. ¡Que se vaya todo al diablo!»<br />
<br />
Sintió sobre el vientre un leve picor, con la espalda se deslizó dentro del traje para recoger su brazo y rascarse; se encontró con que éste estaba atrapado. Sintió escalofríos y se deslizó de nuevo a su posición inicial.<br />
<br />
« Esto de dormir en las salas de maquillaje —pensó— lo hace a uno desvariar. El hombre tiene que dormir en una cama mullida, rodeado de cojines como un pachá. Por lo pronto, tengo que levantarme porque la premiación es a las ocho y ya debe haber anochecido», y miró hacia el reloj sobre la puerta.<br />
<br />
«¡Xenu del cielo!» pensó.<br />
<br />
Eran las siete y media, ya había pasado incluso la media, eran ya casi las menos cuarto. «¿Es que nadie ha visto mi nota?». Desde la silla se veía que ésta seguía en el espejo, al lado de las fotos, en letras grandes, claras y rojas. Alguien debía haber intentado despertarlo.<br />
<br />
«Podría intentar llamar a mi agente —pensó— decirle que estoy enfermo» Pero esto sería sospechoso, porque había almorzado con él y ambos sabían que no había estado enfermo ni una sola vez en los últimos cinco años. Seguramente aparecería con el medico de la agencia, para quien no había actores enfermos sino hombres sanos sin energía y le intentaría convencer de tomar estimulantes. Además, Tom, a excepción de algo de pereza, se sentía bastante bien e incluso tenía algo de hambre.<br />
<br />
Mientras reflexionaba sobre todo esto —en el preciso momento en que el reloj daba las ocho menos cuarto— alguien tocó a la puerta.<br />
<br />
—Tom —escuchó que decían (era Chloë Grace Moretz, la actriz que hacía de su hermana) —, son las ocho menos cuarto. ¿No ibas a ir a los premios?<br />
<br />
Tom se asustó al intentar contestar. El maquillaje le impedía articular una sola palabra y el sonido que produjo era definitivamente su voz, pero mezclada con un silbido como de golondrina y una especie de gruñido que le lastimaba la garganta.<br />
<br />
—¿Qué dijiste?— fue la respuesta de Chloë —¿necesitas algo?<br />
<br />
«Qué suerte tenía Gregorio —pensó— de que su madre le entendiera. Mi propia hermana en la película no entiende una sola palabra de lo que digo y seguramente partirá sin preocuparse por mi suerte»<br />
<br />
Así fue, escuchó los livianos pasos de Chloë alejándose y no le siguieron los golpes secos del padre de Gregorio. Tampoco sonó su celular.<br />
<br />
«No hay que permanecer acostados inútilmente», se dijo Tom.<br />
<br />
Quería salir de la silla en primer lugar por abajo, pero esta parte inferior no se movía. Recordó que antes había logrado desplazarse hacia arriba e intentó sacar primero su parte superior.<br />
<br />
«Espero no dañar el traje —pensó— pero tampoco quiero golpearme la cabeza», y renunció temporalmente a los intentos de levantarse. Al mismo tiempo se seguía diciendo que de ningún modo podía permanecer en la silla.<br />
<br />
La parte de atrás del traje le hacía balancearse levemente y Tom pensó que podría dejarse caer sobre ésta, que parecía ser dura y así evitaría lastimar su cabeza. Cuando ya sobresalía a medias de la silla, se le ocurrió lo fácil que sería esta tarea si alguien viniese en su ayuda. Con dos personas fuertes bastaría —pensaba en el director y la encargada del aseo—, pero la puerta parecía estar cerrada y nadie vendría a ayudarlo.<br />
<br />
«Pronto vendrá mi agente a preguntar por mí —pensó— lo escucharé tocando a la puerta y me dejaré caer para que se sienta obligado a derribarla», pero nadie vino a buscarlo y cuando se escuchó el sonido sordo y poco aparatoso de su caída nadie le dijo a ninguno:<br />
—Ahí dentro se ha caído algo.<br />
<br />
La espalda del traje era más elástica de lo que Tom había pensado y soportó bien la caída. Ahora sólo le quedaba levantarse, apoyándose en diversos muebles, y salir de la habitación. Asistiría a los premios vestido de insecto y los expertos le llamarían revolucionario, se hablaría de su valentía por décadas. Todo estaría bien.<br />
<br />
«Por lo menos —pensó— afuera no me esperan jefes molestos y padres decepcionados», apoyarse en sillas y mesas daba resultado. Tom recuperaba su verticalidad y se sentía más tranquilo.<br />
<br />
Descansó un poco. Levantarse había requerido más energía de la pensada. Observó la puerta y pensó en como abrirla. Sus manos estaban cubiertas por las patas inútiles de insecto y las mandíbulas prostéticas que cubrían su boca eran de un material frágil.<br />
<br />
Le hubiera gustado que afuera las personas lo aclamaran. «¡Vamos Tom! —gritarían los extras, los actores y el director— ¡Tú puedes abrirla! ¡Duro con la puerta!». Y con esa idea se acercó a ella dispuesto derribarla de ser necesario. Estaba entreabierta.<br />
<br />
«También esto me han arrebatado —pensó— no tengo necesidad de abrir la puerta con mis dientes. ¡Cómo me han dificultado esta metamorfosis!», introdujo la punta de una de sus patas bajo el pomo y la jaló hacia sí.<br />
<br />
Salió y encontró sólo pasillos vacíos. Se emocionó al escuchar pasos que se acercaban, pero era sólo un asistente de cámara que había olvidado sus lentes y que le saludó respetuosamente antes de desaparecer de nuevo.<br />
<br />
«Nada extraordinario nunca me ocurre —pensó— nadie se asusta por mi extraña apariencia», caminaba lentamente y un poco encorvado. El golpe había doblado ligeramente la espalda del traje y esto, junto con la rigidez de sus piernas le impedía moverse más rápido.<br />
<br />
Le tomó casi una hora llegar a la entrada. Para conservar la emoción de la aventura, se mantuvo alejado de las vías principales y prefirió caminar entre las plantas y sobre la tierra húmeda.<br />
<br />
«Debe haber llovido —pensó—, pero nada de eso importa ahora. Pronto estaré en los premios y mañana sólo tendrán elogios para mí», se acercaba a una caseta. En ella, un joven guardia practicaba cómo desenfundar su arma de reglamento.<br />
<br />
Tom no reaccionó con la primera explosión, pero reconoció el sentido y significado de la segunda. Intentó alejarse, pero era inútil, los disparos se sucedían y el traje demoraba sus movimientos. Finalmente cayó. Una bala se incrustó en su espalda. Éste quería continuar arrastrándose, como si el increíble y sorprendente dolor pudiera aliviarse al cambiar de sitio.<br />
<br />
De algún lugar cercano provenían cantos y Tom se dirigió a ellos lentamente. Quedó inconsciente antes de llegar a la puerta del estudio en que filmaban un musical. Al despertar descubrió que ya no se podía mover. No se extrañó, más bien le pareció antinatural que hubiera podido moverse antes con el pesado traje a cuestas. Apenas le dolía ya la espalda. Pensaba en su familia con cariño y emoción. Vivió para ver todavía el amanecer. A continuación, contra su voluntad, sus orificios nasales exhalaron el último suspiro.<br />
<br />
Más tarde, dos empleadas del aseo levantaron su cuerpo y le arrojaron en un contenedor de basura. «¡Qué flaco que estaba!» dijo la una y la otra contestó «En los últimos días estaba dejando todo el almuerzo».<br />
<br />
Los productores y el director se preguntaban dónde estaba Tom y por qué no aparecía. Mientras hablaban así, a todos se les ocurrió al mismo tiempo que Chloë Grace Moretz se había convertido en una joven actriz lozana, hermosa y deseable. Tornándose cada vez más silenciosos y entendiéndose casi inconscientemente con las miradas, pensaban que ya llegaba el momento de buscarle una buena película y abandonar definitivamente la adaptación de "La metamorfosis". Y para ellos fue como una confirmación de sus nuevos sueños y buenas intenciones cuando fue Chloë quien se levantó primero, bostezó, estiró su cuerpo joven y preguntó: «¿Dónde vamos a almorzar?»<br />
<div>
<br /></div>
Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-49160722941346199542015-08-24T14:33:00.000-07:002015-08-27T14:33:12.827-07:00Algodón de Azúcar<br />
<br />
El sol se había ocultado varias horas antes. A los niños del barrio ya se les había ordenado dormirse al menos tres veces, y sólo los jóvenes y algunas personas mayores permanecían en la calle. Los unos se congregaban en la plaza para conversar sin la vigilancia de sus padres y maestros. Aprovechaban también, y es importante decirlo, para fumar, tomar cerveza y enamorarse. Los otros hacían exactamente lo mismo, pero en los pórticos de sus casas, aunque los unos jamás lo creerían. <br />
<br />
El león atravesó la plaza sin que los jóvenes lo vieran, seguía un olor que había percibido mucho antes; no era un olor humano, los humanos huelen a caballo, a sudor, a orines. No era un olor humano; era otra cosa, un olor punzante que al león se le deslizaba por la nariz y le producía cosquillas en la lengua.<br />
<br />
Los ancianos, en sus cómodas mecedoras, sí vieron al león, pero no hicieron nada. ¿Qué iban a hacer diez débiles ancianos contra un león? Y es que el león tampoco parecía interesado en ellos, caminó por su lado sin determinarlos. Uno de ellos, entre curioso y valiente, alargó la mano e introdujo sus dedos en la poblada melena. ¡Qué toscas eran sus hebras! Pero el león no reaccionó. <br />
<br />
Junto a la confitería, finalmente se detuvo. Saltó un muro y encontró el origen del olor: un cubo grisáceo y cálido que, apenas media hora antes, producía algodón de azúcar. Alargó la garra tímido, en las ciudades las presas no corren, pero siempre es mejor ser precavido. El cubo no se abrió, pero tuvo más suerte con las nubes que colgaban alrededor de este. Con un pequeño golpe caían al suelo y ¡qué rico sabían cuando las tocaba con la lengua! Se contraían en sí mismas, eran animales temerosos pero no huían. Tras haber devorado al menos veinte de esos extraños animales sin huesos, el león se declaró satisfecho, y se echó a dormir sobre los restos de su cena,Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-75622237050253771652015-08-18T14:37:00.000-07:002016-01-10T09:28:13.094-08:00Una bella durmienteHoy vi a una mujer divina en el bus. Iba profundamente dormida, como si se hubiera pinchado un dedo por culpa de una bruja.<br />
<br />
Una señora, que iba al lado de la durmiente, se levantó y me senté en seguida, sin esperar siquiera a que se disipara el calor de sus nalgas. Entonces la miré mejor. Tenía el cabello negro como el pecado, las cejas oscuras y densas, los labios carnosos y rojos, su nariz palpitaba. Del cuello para abajo también estaba muy bien. Y, nada, me quedé feliz de que mi compañera fuera tipo Neruda: linda y silenciosa.<br />
<br />
El bus pegó un salto brutal, pero ella no se despertó. ¿Será que va muertecita? me pregunté y le toqué el hombro con caballerosa delicadeza. Nada la despertaba, y el bus se había ido quedando vacío. Si estaba embrujada y la dejaba sola podía pasarle algo malo. Así que me decidí: iba a besarla<br />
<br />
Revisé por todas partes, no había camaras escondidas. Entonces guardé mi libro, me apliqué chapstick porque hay que hacer las cosas bien. Y acerqué mis labios.<br />
<br />
Ahora, puede lo siguiente sea mi culpa, admitiré que soy más sapo que principe y que lo único azul que llevo por dentro es un trozo de crayola que aspiré en la infancia; pero ella entreabrió sus labios cuando me aproximé y un humo verde y hediondo salió de su boca rechazando mi cercanía. Así que allí la dejé, buscando a su busetero soñado.<br />
<br />
Ojala encuentre pronto a su sparring azul y que éste le dé un beso, uno de esos ósculos trascendentales que hace que uno se empiece a preocupar por la higiene bucal.Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-90516284817285218732015-08-13T14:35:00.000-07:002015-08-27T14:35:23.285-07:00Dos sonetos<div style="text-align: center;">
<b>Escribir un soneto.</b></div>
<br />
<div style="text-align: center;">
Mi talento no suma una onza</div>
<div style="text-align: center;">
si a ciertas tareas le enfrento </div>
<div style="text-align: center;">
pues encuentro fácil contar un cuento,</div>
<div style="text-align: center;">
mas difícil danzar como peonza.</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
¿Con qué podré rimar jeringonza?</div>
<div style="text-align: center;">
Pienso, me detengo por un momento,</div>
<div style="text-align: center;">
mas sigo, de nada me arrepiento,</div>
<div style="text-align: center;">
aunque la rima resulte ser zonza.</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
Conforme a la clásica usanza</div>
<div style="text-align: center;">
escribiré, un día, un soneto</div>
<div style="text-align: center;">
que sepa vestir adarga y lanza.</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
Copiaré a Petrarca —lo prometo.</div>
<div style="text-align: center;">
No hoy, este poema no alcanza,</div>
<div style="text-align: center;">
ya se me ha acabado completo.</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<b>De la palabra bruja.</b></div>
<div style="text-align: center;">
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: center;">
La palabra es ventana de tiza,</div>
<div style="text-align: center;">
espejismo: embrujo y retrato;</div>
<div style="text-align: center;">
promesa a nadie; sueño, un rato;</div>
<div style="text-align: center;">
futuro bosquejado con ceniza.</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
Sol que agrieta la tarde plomiza,</div>
<div style="text-align: center;">
camilla para soñar sin contrato,</div>
<div style="text-align: center;">
plumas que brotan en el omoplato</div>
<div style="text-align: center;">
taller en que la vida cristaliza.</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
Aquellos, los poetas, escribieron</div>
<div style="text-align: center;">
lo que los lectores sintieron plagio.</div>
<div style="text-align: center;">
Mas todos, por su lado, concluyeron:</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
"Ques la palabra oscuro presagio</div>
<div style="text-align: center;">
de esos días que ya nunca fueron,</div>
<div style="text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: center;">
y de todo venidero naufragio."</div>
Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-49349497654976824632015-07-30T14:39:00.000-07:002015-08-27T14:40:16.052-07:00Lo que más recuerdo son sus ojos: desorbitados y húmedos. Todos se han quedado grabados en mi memoria. Cada noche de la última semana me han despertado disparos y gritos, pero los ojos, los ojos de quienes sacan, son lo peor de este encierro. Algunos se culpaban de no decir nada, pero qué ibamos a decir si seguiamos esperando que un día abrieran la puerta y nos dijeran que todo fue un error, que por favor los disculparamos por las incomodidades, que nos permitieran volver a nuestras vidas normales y olvidarlo todo como si hubiera sido un mal sueño. Además, tampoco es como si hubieramos estado mintiendo...<br />
<br />
Una mañana amanecimos aquí sin saber cómo. La luz era escasa pero suficiente para mirarnos y reconocernos, eramos más de cien y no había un solo extraño. "¿Qué hacemos aquí?" nos preguntabamos, pero nadie tenía respuesta. Cuando apagaron las luces, tomamos las manos de nuestros vecinos. Hacía calor. Sudabamos y temblabamos al tiempo. Entonces abrieron las puertas, y vimos que afuera hacía un soleado mediodía. Cuatro siluetas con armas se encontraban en la puerta. "Buscamos comunistas", nos dijeron "y sabemos que entre ustedes hay". No dijimos nada, no teníamos nada que decir. A pesar de nuestro silencio, insistieron, cuestionaron. Ellos eran cuatro y nosotros más de cien, pero nadie dijo nada. Finalmente las manos empezaron a soltarse y alguien recordó que alguno estaba aprendiendo ruso; otro aseguró que aquel otro decía "camarada" un montón; a un tercero lo culparon de tener un apellido extraño, y a un cuarto por vestirse a menudo de rojo. Más de veinte fueron sacados ese día, y cada mirada aterrada, cada ojo desorbitado se quedó en mi memoria.<br />
<br />
Y así ocurrió cada día de esta semana: apagaban las luces y nos tomabamos de las manos; ellos preguntaban y callabamos; insistían y las manos se iban soltando, y nos venían cosas a la mente. Jamás mentimos, todo era verdad. Era cierto que éste hablaba mal de su jefe, que el otro tenía una camisa con el logo de un sindicato, que el de más alla era demasiado reservado. preguntas. Siempre fuimos más que ellos, siempre dejamos que estos cuatro hombres se los llevaran a todos, siempre sus miradas incrédulas y humedas me dolieron. Y nunca, nunca, dijimos nada.<br />
<br />
Hoy sólo quedo yo y creo que en mi futuro ya no hay disculpas ni posibilidad de olvido.Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-78378479701378668802015-07-03T14:41:00.000-07:002015-08-27T14:43:32.691-07:00Sucede que a vecesSucede que a veces empiezo a sentirme dichoso a las tres de la tarde porque presiento que a las cuatro vas a venir.<br />
<br />
Y cuando no vienes (nunca vienes) sigo dichoso porque presiento que a las seis de la tarde tendré la cantidad justa de hambre para comer algo rico con gusto,<br />
<br />
Y despues de cenar algo bastante regular, sigo dichoso porque a las 8 de la noche empezaré un nuevo libro del que he oido muchos buenos comentarios y cuyo tema me apasiona.<br />
<br />
Y despues de abandonar el libro en la página 19, porque es un bodrio insufrible que sólo leerían los enemigos del autor con el fin expreso de desacreditarlo, sigo dichoso porque pronto dormiré deliciosamente,<br />
<br />
Y despues de permanecer insomne por horas, sigo dichoso porque mañana será un nuevo día, y me gustan los nuevos días: son como un par de medias nuevas.<br />
<br />
Y cuando llega el nuevo día y es algo así como un par de medias que ha usado toda china antes que yo, sigo dichoso porque... porque... no sé... sigo dichoso porque aparentemente soy medio masoquista y me pongo dichoso cuando las cosas salen mal, o tengo un serio problema de autoestima que me hace sentir que no me merezco nada mejor.Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-50658992200924763762015-06-26T14:44:00.000-07:002015-08-27T14:45:06.426-07:00Los muertitosHay muertos que no se han convencido de su muerte. Ellos siguen respirando, comiendo y defecando como si vivieran, pero es sólo apariencia.<br />
<br />
Los muertitos llaman a la radio a pedir canciones, flirtean con la cajera de carulla, y se perfuman y maquillan los viernes, pero no viven ya.<br />
<br />
Los muertitos se cansan de mirarse en el espejo, agarrar su barriga y preguntar a sus parejas: ¿he engordado? Éstas les responden que no, siempre.<br />
<br />
Cuando los muertitos salen a bailar es que quieren refugiarse en otro cuerpo, esconderse de la muerte perdiendose por una hora en el amor.<br />
<br />
Pero nadie quiere bailar con los muertitos porque tienen el ritmo atravesado, el cuerpo tieso, huelen a tigre y no son bonitos.<br />
<br />
Cada noche, los muerticos vuelven al feretro de sus camas, se miran al espejo, extrañan un antes impreciso y soñado, suspiran y duermen.<br />
<br />
Dormidos sueñan con cotidianidades: se lavan los dientes, miran tv, se enamoran, caminan, fuman, ofrecen fruta picada a sus amigos.<br />
<br />
Los muerticos despiertan y se aburren mortalmente. Quisieran que un temblor les derrumbara la casa para cambiar de escenario, para que lavarse los dientes fuera un acto heroico,Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-13233313079617422792015-06-05T14:47:00.000-07:002015-08-27T14:47:25.162-07:00Un recuerdoÉramos un grupo extraño: Un chico rudo, que no era yo (¿cuándo he sido un chico rudo?); un chico popular (Mi primo, que siempre tuvo el don de saber ganarse a la gente) y un tipo raro (yo). Ellos eran mis mejores amigos y nunca entendí por qué andaban conmigo. De niño, los aceptaba porque estaban allí, eran algo cierto, algo seguro, algo que nunca me faltaría, como el oxigeno o el agua corriente. Con los años, sin embargo, empecé a tener mis dudas. ¿Por qué me soportaban? Yo no era un tipo fácil, no soy un tipo fácil. Y llegó un momento en que descubrí, con dolor, que no me necesitaban. Que podían, fácilmente, andar juntos sin mí; ¡lo habían hecho! Tenían una amistad de la que yo no hacía parte. Entonces me alejé.<br />
<br />
De todo, de años de amistad forjada desde, casi, nuestras cunas me quedaron muchas historias y recuerdos. Y hoy quisiera compartir uno con ustedes.<br />
<br />
Al chico duro le mataron al papá un sabado. Recuerdo claramente que fue un sábado aunque no podría explicar por qué. Él estaba viendo televisión con el papá cuando llamaron a la puerta, el papá salió. Algo le dijeron al hombre, algo respondió él, le dispararon varias veces y mi amigo salío corriendo de la casa gritando, suplicando, que también lo mataran a él. El asesino escapó en una moto y eso es todo lo que sé. Los detalles no los tengo del todo claros porque me cuesta preguntar sobre esas cosas.<br />
<br />
Su familia se fue de la ciudad, casi toda menos él. Él se quedó en mi casa. Estaba obsesionado con la venganza y lleno de un dolor que lo consumía. Es dificil ver a un hombre adulto tan lleno de dolor y rabia al tiempo, pero en un niño ( debía tener 10 o 11 años) es devastador. Yo no sabía qué decirle, cómo ayudarlo.<br />
<br />
No sé de quién fue la idea, quizás se le ocurrió a él... El asunto es que un día concluimos que él necesitaba decirle cosas a su papá, cosas que se había quedado sin poderle decir. Y a mí se me ocurrió una manera en que podía hacerlo: escribiendole una carta.<br />
<br />
Ahora, no estaba hablando de escribir todo en una carta y dejarla guardada en el escritorio. Escribir la carta era el primer paso, era lo obvio; lo que a mí se me ocurrió fue una manera de hacersela llegar.<br />
<br />
Llamenme inocente, pero creo en la magia. Ya lo hacía en aquel entonces y se me ocurría que un ave podía llevar la carta al cielo, el más alla, el valhalla o donde quiera que estuviera el papá de mi amigo. Claro que no cualquier ave, tenía que ser un golero.<br />
<br />
Ahora de adulto pienso que el golero es una buena elección porque es un ave carroñera, vive entre la muerte. Además, siempre está en los tejados mirando a los vivos moverse, como si nos cuidaran, como si fueran ángeles disfrazados. En ese momento no los elegí por eso, los elegí porque se paraban en el techo de mi casa y atardecían allí. Eran los pájaros que teniamos a mano.<br />
<br />
Entonces le pedí a mi amigo que escribiera su carta, la pusimos en un sobre, subimos al techo, la colocamos sobre los tanques del agua del edificio, pusimos unas piedras sobre ella para que no se la llevara el viento, y bajamos.<br />
<br />
Le dije a mi amigo que debía decirles a las aves que le hicieran el favor y se llevaran la carta. Él lo hizo. Sé que ninguno de ustedes lo haría, pero él lo hizo. No sé porque me seguían en mis ideas locas...<br />
<br />
Para que los goleros no se cohibieran (son aves muy penosas así ustedes no lo crean) entramos al apartamento. Diez minutos despues volvimos a salir y la carta ya no estaba. Las piedras seguían allí, pero la carta había desaparecido.<br />
<br />
Ahora, ustedes pueden creer lo que quieran. Quizás el viento se la llevó; quizás alguien nos vio y la escondió para convencernos de que la magia es posible... No sé, yo creía firmemente que la carta había llegado a su destino. Mi amigo, en cambio, no parecía muy convencido.<br />
<br />
Una semana despues me desperté en medio de la noche y descubrí que él no estaba en el cuarto. Pensé que estaría en el baño y me preparé para seguir durmiendo, entonces escuché la puerta de la calle abriendose y,con cuidado, me asomé. Era él que entraba. Contento de que no fuera un ladrón volví a mi cama, él se acostó en la suya y me preguntó: ¿estás despierto? Yo le dije: sí. Y el me dijo: estaba mandandole otra. Yo no le respondí nada y me dormí profundamente.<br />
<br />
Yo no sé si él insistió por desesperación o por esperanza, pero insistió. Y quiero creer que le ayudó.<br />
<br />
Mis amigos eran un tipo duro y un tipo popular, yo nunca supe qué era lo que yo brindaba al grupo. Hoy creo que quizás yo aportaba magia, y no sé si ustedes crean en eso, yo sí y, si me invitan a su vida, eso es justamente lo que les voy a aportar, nada más.<br />
<div>
<br /></div>
Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-67687494671381336972015-02-19T21:32:00.000-08:002015-02-25T16:32:32.669-08:00Zapatos RojosBogotá, 19 de febrero, 2015.<br />
<br />
Estimado señor zapatero:<br />
<br />
Usted no sabe por todo lo que me ha hecho pasar, he llorado lagrimas de
sangre y todo por culpa suya, sólo suya... y bueno, mía, porque si yo
fuera menos inocente no hubiera confiado en un hombre como usted, que
más que hombre parece un puerco peludo en dos patas.<br />
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/6c/Red_shoes.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="306" src="http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/6c/Red_shoes.jpg" width="320" /></a></div>
Una no puede confiar en un hombre como usted que parece alimentarse
exclusivamente con cerveza y empanadas de esas de doscientos, y que se
deja la camisa abierta para que todos puedan ver su peludo ombligo que
debe llevar años sin lavarse. Un hombre como usted no entiende de buen
gusto, de la buena vida, de moral ni ética, a usted no le importa en lo
más mínimo el bienestar de los otros, ni siquiera le interesa hacer bien
su trabajo. Usted nada más agarra su martillo y se pone a golpear los
zapatos a la buena de Dios, como un gorila. Y es que eso es usted, un
gorila que quiere imitar a los zapateros pero sólo sabe causar
estropicios. <br />
<br />
Usted es de esos que creen que la vida es mirar morbosamente a las mujeres <span class="st">—</span>lo noté varias veces mirando mi escote fijamente y ni siquiera tuvo la decencia de esperar a que lo no estuviera viendo<span class="st">—</span>,
tomar cerveza, comer grasas y soltar ruidosos pedos todo el día. Y es
por eso que le dió el trato más vil a mis humildes zapatos de tacón. La
elegancia no tiene cabida, ni sentido, en su vida. Y no, señor, las
cosas no son así. Verse bien es parte fundamental de vivir en una
sociedad, cualquier sociedad, y le diré que no es facil. Una se
maquilla, se faja, se peina, se depila, se perfuma, usa sólo ropa que
esconda lo que sobra y compense lo que falta, aprende otros idiomas para
saber decir <i>ui</i> a los franceses, <i>ja</i> a los alemanes y <i>yes</i>
a los ingleses, porque además no basta con verse linda, hay que saber
de todo. Ya lo decía mi madre: nada es más feo que parecer ignorante.<br />
<br />
Y yo he sido una mujer dedicada a mantener una buena imagen desde muy
pequeña, y todo, TODO, se vino abajo ayer por culpa de mi inocencia y de
su incapacidad profesional. Yo le había llevado mis zapatos favoritos
para que los arreglara porque necesitaba usarlos ayer cuando el gran
jefe eligiera a la persona que trabajaría con él. Y es que usted tendría
que ver al gran jefe, es todo lo contrario a usted: rubio, con los ojos
azules y unos labios delgaditos pero lindos, además es alto y elegante;
un día lo vi saliendo del gimnasio, vestía un esqueleto, y es lampiño
como un recien nacido. Sólo de pensar en él me emociono, y no es sólo
que sea lindo, es que es culto, ese sí sabe decir <i>ui</i>, <i>yes</i> y <i>ja</i>
de verdad y no solo de fingimiento. Además quién sabe que más sabrá
decir porque hace muchos negocios con los chinos y que les habla en su
idioma con fluidez. Y lo mejor es que es soltero; bueno, divorciado pero
es lo mismo porque todavía es joven y ambos nos hubieramos visto
beneficiados con nuestra sociedad, hubiéramos podido aprender mucho el
uno del otro. Pero ya no se puede, y es todo culpa suya.<br />
<br />
Ayer fui contenta a donde usted a buscar mis zapatos antes de entrar al
trabajo, llevaba puesto un traje rojo que hacía juego con los tacones,
una medias de mallas negras que sé que a usted le gustaron porque no me
podía quitar los ojos de encima, y en la mañana había dedicado dos horas
a maquillarme para dar la impresión perfecta. Ese puesto debía ser mio,
igual que el gran jefe.<br />
<br />
Imagine mi sorpresa cuando intenté ponerme los zapatos y descubrí con
terror que sólo me entraba un pie. No me era posible quedarme con las
zapatillas que había traido de casa porque sin los quince centímetros
extra de los tacones paso de sensual a rechoncha. Así que hice de tripas
corazón y embutí el otro pie en el zapato. Pero eso no es todo,
cuando quise caminar hasta el escritorio descubrí que, usted, no solo me
había reducido una talla del zapato sino que, además, le había quitado
unos cinco centímetros al tacón derecho para, seguramente, agregárselos
al izquierdo.<br />
<br />
Me sentía como un monstruo bamboleandome por los pasillos de la oficina y
nada más llegar al escritorio me quité los zapatos. Por cierto, la
nueva cubierta interna que le puso SIN MI PERMISO es peluda, pica y creo
que me produce alergia. Pensé en varias opciones para resolver mis
problemas, incluso llegué a considerar pegarle con cinta un tarro de
liquid paper al tacon corto y pintarlo todo con un marcador, pero
entonces me llamaron a la oficina y no tuve más opción que volver a
ponerme los zapatos, aguantarme las lagrimas y hacer todo lo posible
para no caerme.<br />
<br />
Si yo no hubiera tenido los ojos llorosos cuando entré a la oficina,
hubiera encontrado alguna excusa para no agarrar el plato que me
ofrecían, un plato que sostenía un pocillo con un café negro que aún
hervía. Me pidieron que se lo llevara al gran jefe y no encontré como
decirles que no. Logré llegar a él sin botar ni una sola gota. Entonces
él me miró de arriba abajo, como sabía que lo haría, y sonriente me
dijo: Lindos zapatos. Su halago me distrajo, hice el gesto de girar para
que los mirara mejor, yo sí sabía que le iban a gustar, y es entonces
cuando los diez centímetros de tacón faltantes me hicieron caer al piso
como un bulto de papas. Pero lo malo no es haberme caido sino haberle
derramado todo el café encima al gran jefe.<br />
<br />
Quizás usted se ría, pero al gran jefe no le hizo pareció nada gracioso.
En consecuencia, no solo no me dieron el puesto sino que casi me
despiden del que ya tenía.<br />
<br />
Así pues le escribo para cobrarle, pero no el dinero que le pagué por
las reparaciones, ni tampoco los zapatos que me arruinó, sino un hombre,
así, elegante, guapo y culto como el que me hizo perder. Yo no sé de
donde lo va a sacar pero me lo debe. Le recomiendo mirar entre su
clientela, a la que llamó <span class="st">—</span>lo recuerdo claramente<span class="st">—</span> selecta y numerosa, revise si hay en ella un hombre <span class="st">—</span> preferiblemente de esos que se parecen a George Clooney, el actor peliblanco<span class="st">—</span>
que le regale a usted constantemente dinero para que le dañe los
zapatos. Piénselo, revise, y si hay alguno así y usted me lo presenta,
yo le prometo que no vuelve a verme la cara. Y quizás, si nos va muy
bien, podría presentarle a una prima mía a la que usted me recuerda.<br />
<br />
Gracias por la atención prestada.<br />
<br />
<b>Gloria.</b>Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-22298870178038473022015-02-14T09:33:00.000-08:002015-10-23T14:08:54.050-07:00Algo anotado al despertarLas colas de los mandriles<br />
siempre me han recordado a Dios<br />
Así, con mayúsculas<br />
y omnipotencia.<br />
Por eso visito las iglesias<br />
con la intensa alegría infantil<br />
que solían despertarme los zoológicos.Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-41963589996781884312015-02-12T16:34:00.000-08:002015-10-23T14:09:20.983-07:00Una niña llamada LauraLaura, a sus nueve años, era una niña de letras. No sólo porque
invariablemente mantenía un libro, cualquiera, cerca de su cuerpo para
leerlo en cualquier momento en que le fuera posible, sino porque, a
fuerza de ver letras todo el tiempo, empezaba a parecerse a ellas.
<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://misiglo.files.wordpress.com/2012/06/lectura-5ggb-lord-frederic-leighton-en-una-mesa-de-lectura-18771.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="261" src="https://misiglo.files.wordpress.com/2012/06/lectura-5ggb-lord-frederic-leighton-en-una-mesa-de-lectura-18771.jpg" width="320" /></a></div>
Sus piernas eran dos L, eran largas, rectas y delgadas, y terminaban en
unos pies que parecían demasiado largos para su altura. Su tronco era
una T de la cual brotaban dos V, sus brazos que siempre estaban en
posición de lectura. Su cabeza era una U con una G a cada lado. Y sus
ojos, perfectamente redondos, a lado y lado de la J que era su nariz,
parecían formar OJO. Finalmente, de la parte superior de su cabeza
brotaban innumerables hilos que leían SSSSS.<br />
<br />
Durante las clases, el recreo, los viajes en bus, las visitas al doctor,
el desayuno, el almuerzo, la cena, las onces; los cumpleaños suyos y
ajenos; antes de dormir y después de despertarse; en las clases de
gimnasia, historia, matemáticas, literatura y ciencias naturales; donde
quiera que estuviera, a cualquier hora, siempre estaba leyendo o
deseando hacerlo. Su madre le auguraba una vejez rodeada de libros
polvorientos y cientos de gatos. Nunca se le había ocurrido que las
cosas podrían terminar de otra manera. Y, entonces, Laura dejó olvidado
un libro sobre la mesa de la cocina.<br />
<br />
Era un libro negro con pasta de cuero. Estaba bocabajo y mirándolo por
afuera se notaba que Laura había marcado, doblándoles una esquina,
varias páginas. En la portada tenía un pequeño rectángulo de papel
cosido que le servía de única identificación.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSb4uqX2AFfWXMVBTksxkfm9txytqkZYEhU70_iviXwvYNlWC9u5Qr4w0wEVSCZOAs8bUvXfF7xdddVyESBQw80nuzDWlCmxQpYCMQlZQ4u8qL6y71esjF9_FfoBbjtpYeUp6MjPmBsTcy/s1600/titulo.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="90" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSb4uqX2AFfWXMVBTksxkfm9txytqkZYEhU70_iviXwvYNlWC9u5Qr4w0wEVSCZOAs8bUvXfF7xdddVyESBQw80nuzDWlCmxQpYCMQlZQ4u8qL6y71esjF9_FfoBbjtpYeUp6MjPmBsTcy/s1600/titulo.png" width="400" /></a></div>
La señora no sabía que pensar. En principio no le gustaba la idea de que
su hija estuviera leyendo sobre brujería y esas cosas malas que nunca
llevan a nada bueno y que siempre requieren de ropa negra, con lo
caliente que es ese color y en esta ciudad que es caliente como ella
sola, pobre niña que por andar en malos pasos se me va a terminar
insolando, y se va a desmayar en plena calle y con ese poco de hombres
malos que habitan en el mundo, que hay mujeres malas pero es distinto
porque se me priva mi niña y quien sabe que le podría pasar, si acaso ni
vuelvo a verla, mejor le quemo el libro o se lo escondo porque ninguna
hija mía va a andar caminando por las calles vestida de negro a pleno
mediodía.<br />
<br />
Por otro lado, le alegraba saber que había alguien en el mundo capaz de
hacer que Laura se olvidara de la lectura, así fuera por un rato. Quizás
en el futuro pudiera llegar a tener nietos.<br />
<br />
Laura extrañó el libro nada más sentarse en el bus pero ya no se podía
devolver. Calculó que el viaje en bus solía durar veinte páginas,
durante las clases siempre lograba leer unas veinte más, entre los dos
recreos podría haber avanzado otras treinta, y, finalmente, veinte
durante el regreso a casa. Por no llevar un libro había perdido noventa
páginas de lectura, era toda una tragedia.<br />
<br />
Entonces recordó qué libro estaba leyendo y sintió miedo de que su mamá
lo hubiera encontrado. No le importaba que supiera que leía sobre magia y
hechicería, pero no quería tener que admitir ante ella que estaba
enamorada. <br />
<br />
Repasó mentalmente el ritual que había estado preparando, alcanzó a
hacerlo cinco veces antes de llegar al colegio. No se le había olvidado
nada, estaba segura. Además, si todo salía bien, no tendría que admitir
nada, esa tarde todo estaría resuelto.<br />
<br />
Durante la hora de matemáticas se excusó para ir al baño. Salió del
salón, respiró profundo, bajó las escaleras, se asomó a una ventana y lo
miró. Tenía la camisa por fuera del pantalón, y una mancha de tierra en
el hombro. Estaba sentado en la última fila, con la cabeza sobre los
brazos aparentando estar dormido. Laura dejó que una sonrisa enamorada
revoloteara en sus labios y prosiguió su camino.<br />
<br />
El ritual era sencillo. Sólo tenía que escribir el nombre de él y todas
las cosas que recordaba en un papel, había dedicado a esa tarea toda la
noche anterior. En la última hoja anotó, rapidamente, que acaba de verlo
durmiendo y que la brisa del abanico hacía que su cabello rizado se
meciera como un campo de trigo. El siguiente paso era anotar las
palabras mágicas <i>Opera Tenet Olvidum</i> en el dorso de cada página.<br />
<br />
A continuación hizo un rollo con las hojas y le prendió fuego con un
encendedor que había traído. Arrojó el rollo en un lavamanos y lo vio
consumirse. Cuando ya solo quedaban cenizas abrió el grifo del agua y
dejó que las cenizas fueran arrastradas por la corriente.<br />
<br />
Con eso, había terminado el ritual y le había tomado menos tiempo de lo que esperaba.<br />
<br />
Lo gracioso era que no se sentía diferente. Probó a recordar la primera
vez que lo había visto, y allí estaba, nítida. Era un jueves en que
llovía y <span style="color: #666666;">él había quitado de la pared la tabla de corcho</span> <span style="color: #cccccc;">y la había usado co</span><span style="color: #eeeeee;">mo un paraguas para evitar que ella se mojara.</span><span style="color: #f3f3f3;"> Tambien recordaba esa ocasión en que él le había dicho... <span style="color: white;">¿qué le había dicho?</span> </span>¿En qué estaba pensando? El baño estaba muy silencioso, y se arrepintió de no haber llevado un libro.
Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5772535638546027745.post-18764474726743239402015-02-02T16:37:00.000-08:002015-10-23T14:09:20.977-07:00¿Te acuerdas de Óscar?Sí, sí lo conociste, tienes que haberlo conocido, se graduaron el mismo
año. Tuviste que haberte cruzado con él en alguna clase. Era un chico
alto con el pelo crespo y largo. ¿No te suena? Tenía un olor muy
peculiar, como rojo. Es el mismo que una vez nos dijo que quería ir a
ver fantasmas en la candelaria y que ya había hablado con los dueños de
una casa. ¿Ves que sí lo conociste?<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaxK50Rwbfwkii42kYs7bz2vG2LQRB1CBLXTo0MIarwt-ufAg4E9Q127ElBjKNT_L7n9Sx2GQYbh5UDi8wwXfpNAEyDenI91ab7ODjrGKqKkTAEUNtYmKzUqYU31GKRjiMgpYT5CzvRdFf/s1600/espejo_esferico.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaxK50Rwbfwkii42kYs7bz2vG2LQRB1CBLXTo0MIarwt-ufAg4E9Q127ElBjKNT_L7n9Sx2GQYbh5UDi8wwXfpNAEyDenI91ab7ODjrGKqKkTAEUNtYmKzUqYU31GKRjiMgpYT5CzvRdFf/s1600/espejo_esferico.jpg" width="292" /></a></div>
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span><br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Vale,
hazte para acá, lejos de la ventana. Anoche me llamó. Eran como las dos
cuando me despertó el celular. Vi el número y pensé que es una falta de
sensibilidad llamarlo a uno a esas horas desde un teléfono desconocido,
pero cuando volvió a llamarme le contesté porque, aja, me parece
maleducado no contestar cuando a uno lo llaman dos veces seguidas.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span><br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Men, es Oscar ¿qué?, ¿estás en tu casa?<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Bueno y ¿dónde más quieres que esté a esta hora?<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Vale, esperame que ya llego por alla.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Y me
colgó... Me sentí tentado de llamar al portero y decirle que había un
sujeto persiguiéndome y que si llegaba a un buscarme un tipo, así y así,
llamara a la policía. Pero pensé que debía tener una razón para
buscarme después de tres años sin vernos más que por Facebook, así que
me vestí, me lavé la boca y bajé a esperarlo.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Cuando
llegó me abrazó y noté que estaba temblando. Su gesto duró un poco más
de lo recomendado por los manuales de urbanidad y pude sentir la mirada
reprobatoria del portero en mi nuca.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Tú nunca
lo conociste bien; él siempre fue así, muy afectuoso y expresivo. Le
indiqué el ascensor y le dije al portero: ─Lo acaban de atracar y quedó
como turuleto. El tipo me respondió con un hmmm que me sonó algo
prejuicioso.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>En el apartamento, aceptó tomarse una cerveza y empezó a contarme por qué me había llamado. <span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span><br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─
Bururupimpan. Blaaaquiiimmmmaaaaeeeepse. OK. Mmm, lo que ocurre es lo
siguiente, algo raro ha estado pasando. Hace una semana recibí un mail
que decía: Oscar, eres una mierda.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Spam, o ¿qué?<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ No, no
era spam. Marica, ¡era un mensaje de verdad!. Y lo mandaba una vieja
diciendo que se había sorprendido mucho de encontrarme en la ciudad, que
aún sentía algo por mí, y que cuando le había propuesto encontrarnos se
había emocionado de verdad. Pero que ya podía ir olvidándome de ella
porque no había aparecido y eso demostraba dos cosas: que yo soy una
mierda y que ella nunca me había importado. <span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ ¿Todo eso te decía?<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Pues,
eso fue lo que entendí. Era un mensaje largo, rabioso y dolido, pero no
podía parar de leerlo aunque se burlara de mi virilidad.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Y ¿es verdad todo lo que dice?<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Es que ahí esta lo raro, yo nunca he oído su nombre en mi vida. Angela Muñoz, ¿te suena?<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Nada,
Ángela Muñoz, Angie Muñoz, Angelita, Ángela. Pues, mira, Ángelas conozco
un poco pero no, así el nombre entero no me suena.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ A mí menos. La vieja dice que fuimos novios por tres años, y que terminamos porque la engañe cuando me fui para Boston.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ ¿Estuviste en Boston?¿Cuando?<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span><br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ No, yo nunca he salido del país.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Entonces, ¿qué?<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿Está loca?<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Ajá,
eso pensé al principio. Pero la busque en Facebook y resulta que somos
amigos, y no sé en que momento la agregué. Además, hay fotos suyas en
que aparecemos ambos. Y no puedo ser yo pero no puede ser otra persona.
Soy yo, marica, mi cara, mis manos, mi ropa, mi cicatriz en la frente.
Me dio un poco de susto pero, aja, pensé que todo debía ser un chiste,
una cámara escondida o alguna vaina así. No me preocupé, ¿ya? Y creo que
debí haber hecho algo, pero tampoco sé que podría haber hecho, osea,
¿qué hace uno en una situación así?<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ No sé... Se llama a la policía por usurpación de novias posibles o algo.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Men, no es un chiste, es en serio, mira... hoy... hoy pasó algo y... no sé....no sé.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Te mandó otro correo o ¿qué?<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Ojala
hubiera sido eso. Ojala... Mira, hoy llegué a mi edificio como a las
once del trabajo y, nada más entrar, el celador me preguntó: ¿Bueno, y
usted en que momento se me salió? Se rió y no le pare bolas. Cuando
llegué a mi piso me di cuenta de que la luz de mi apartamento estaba
prendida, se salía por debajo de la puerta. Y mira, no sé si me creas
pero te juro, te juro por mi madre, que me escuché hablando allá dentro.
Y entonces me acordé de lo que el portero me había dicho. Él ya me
había visto entrar..., yo tenía mis llaves en la mano, las volví a
guardar y salí corriendo. Le dije al portero que iba a comprar algo y
me fui.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─Y ¿entonces me llamaste?<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ No...
me quedé pensando en qué iba a hacer, es que, si tengo un doble ¿cómo
carajos averiguó donde vivo? ¿Y cómo consiguió las llaves? Me metí en un
Carulla 24 horas y caminé y caminé hasta que se me ocurrió llamarte.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Ajá y ¿por qué a mí?<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>─ Porque
sé donde vives y porque tú siempre has sabido de esas vainas, yo no. No
sé si volver a mi apartamento mañana, no sé si ir a trabajar, no sé si
debo contar todo esto a mis amigos, no sé qué hacer y tú eres muy
inteligente. Dime qué hago.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span><br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Hablamos
hasta que amaneció, entonces se acostó en mi sofá y se quedó dormido. Yo
me bañe, me tomé un café bien negro y vine aca. Antes de salir lo ví
allí, dormido y le escribí una nota diciendole que se tomara las cosas
con calma, que en la nevera había comida, y que si quería cambiarse del
sofá a la cama, por mí, no había problema.<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Te
preguntarás por qué te cuento todo esto si a duras penas conoces a
Oscar, vale, lo que pasa es que desde que llegué a la oficina lo he
estado viendo allí al frente. Mira disimuladamente, ¿si lo reconoces?<br />
<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿Ves que
sí lo habías conocido antes? Bueno, acabo de llamar al numero de anoche y
el Oscar que deje en la casa todavía estaba durmiendo.
Rauljpadronhttp://www.blogger.com/profile/10219806471717121224noreply@blogger.com0